“Nunca hay una leyenda mirándote cuando te cepillas los dientes por la mañana”. ¡Qué buen latigazo para bajar las ínfulas! Ya verán, cuando sepan quién dijo esto, cómo la modestia –aun en la ironía– forma parte del arte, la magia y la grandeza que cabe en su envase pequeño.
La entrevista a Mikhail Baryshnikov que publica Hub Magazine en su edición otoño-invierno (revista independiente, semestral, sale en estos días en Europa) tiene, además, una producción de moda para no parpadear. Allí, el hombre extraordinario baila con distintos armanis; uno lo mira en la imagen fija y no hace más que apreciar el movimiento. Y luego, entonces sí, bajo el título de “Glory”, en un cuestionario de apenas un puñado de preguntas, responde cortito, como con la pasta hecha espuma en la boca, a la cuestión de su legendaria fama. A los 77 años, Baryshnikov, que sí las hizo todas, está celebrando las dos décadas de su centro de arte en Nueva York. Con esa excusa lo cazaron.
Sin dar nombres, todos habrán pensado ya en alguien a quien mandarle esta auténtica invitación a mirarse al espejo y bajar el copetea. Al que le quepa el sayo, que se lo ponga.