Confesiones inesperadas por un voto

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Siempre hay que disfrutar del silencio de los políticos, merecido para los ciudadanos después de escucharlos insultarse, revolearse cifras incomprobables, reproches de toda calaña y verlos hacer cabriolas esquivando sus propias responsabilidades. Así que este domingo hay que gozarlo mucho. En pocas horas sabremos si por una vez los encuestadores lograron que sus encuestados les dijeran sinceramente a quién iban a votar o los vuelven a dejar tecleando apenas se conozcan los resultados electorales.

También hay que quitarse de encima la apatía que genera tanto discurso, tanto grito, tanta descalificación, tanta promesa y tan pocos hechos, de todos los sectores gobernantes, y encaminarse a la urna con la convicción de ser responsable del éxito o del fracaso de lo que le sucede a la ciudadanía. No ir a votar es dejar que lo que se considera que anda mal empeore. Hay poco bueno, vaya uno a saber dónde, como para hacerse el distraído.

Los últimos días han sido de mucha intensidad. Y eso que todavía falta la función principal que es la votación nacional en octubre. Pero, entre los sucesos “más conmovedores” se destaca la confesión del ministro de Seguridad bonaerense, Javier Alonso, sobre el estado de uno de los distritos más profundamente peronistas de la provincia. En su arenga para evitar que el presidente Javier Milei se asentara en Moreno y desde allí intentara convencer al electorado de que su propuesta es mejor, Alonso se autoincriminó con una frase impactante que nadie se atrevió a desmentir: “Yo no llevaría al gobernador a ese lugar”.

Por insistir en lo inconveniente, persuadió a Milei de que era el lugar para vociferar su “kirchnerismo nunca más”. Es que el ministro de Axel Kicillof, en su listado de deficiencias, admitió que eso del “Estado presente” no llegó a Moreno, aunque el peronismo viene gobernando el distrito 38 de los 42 años desde el regreso de la democracia. Habló de la deficiencia en la iluminación pública, de las calles de tierra anegadas o emparchadas con escombros, de la imposibilidad de dar seguridad. Ninguna novedad para el sufrido vecino. ¿Y si el gobernador nunca visita los peores lugares de su jurisdicción cómo los va a resolver? ¿Cómo le va a pedir a un jefe comunal que rinda cuentas de las obras que promete y no realiza? Le quedan dos de los ochos años de mandato provincial. Quizás para 2027, puede ir a inaugurar alguna buena obra para los vecinos. Ojalá Alonso pueda cambiar de opinión y no tenga que elegir a dónde no llevar a su jefe.

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