Corazón delator (Argentina/2025). Dirección: Marcos Carnevale. Guion: Marcos Carnevale. Fotografía: Horacio Maira. Música: Gerardo Gardelín. Edición: Alberto Ponce. Elenco: Benjamín Vicuña, Julieta Díaz, Peto Menahem, Gloria Carrá, Julia Calvo, José Carlos “Yayo” Guridi, Marcos “Bicho” Gómez, Facundo Espinosa, Verónica Hassan, Javier de Nevares, Cristian Marchi, Manuel da Silva. Duración: 95 minutos. Disponible en: Netflix. Nuestra opinión: regular.
No es una preocupación nueva. De chicos ya cantábamos las angustias del pobre Pinocho malherido, internado en el hospital de los muñecos por complicaciones ante la falta de corazón. Bueno, acá es más o menos lo mismo, pero el nosocomio es un barrio popular y el descorazonado es Benjamín Vicuña. Y el hada protectora, Julieta Díaz, “que viendo que Vicuña se moría, le puso un corazón de fantasía, y Vicuña sonriendo despertó”.
Manuel es dueño de una constructora y cumple con todos los estereotipos cinematográficos del millonario: juega al tenis, vive en una casa lujosa, tiene una novia hermosa y rubia con porte de modelo, avión propio, y el plan de desalojar a un barrio popular llamado “El progreso” para construir un emprendimiento inmobiliario. El único problema del empresario es una afección cardíaca que le ha ocultado a todos, hasta a su hermana (Gloria Carrá) y a su mejor amigo (Peto Menahem).
En el barrio, la resistencia está a cargo de Pedro (Facundo Espinosa) y su esposa Valeria (Julieta Díaz), que cumplen con todos los estereotipos cinematográficos de la gente humilde: son buenos, solidarios, familieros, y tienen ambiciones pequeñas y nobles. Hasta que el destino hace que Pedro muera en un accidente de tránsito, al mismo tiempo que el maltratado corazón de Juan colapsa. Un trasplante de urgencia hace que este último se recupere, gracias a la donación del órgano del hombre accidentado. Ese nuevo latir en su pecho lleva a Manuel a replantearse qué ha hecho de su vida, por eso le pide a su empleada (la excepcional Julia Calvo) consejos para poder mezclarse en secreto dentro de El Progreso, conocer a su gente, y especialmente a la mujer del hombre que salvó su vida.
De acá en más no es difícil imaginarse lo que va a pasar, y Corazón delator cumple con cada lugar común que uno pueda imaginarse. Más allá de la pericia de Marcos Carnevale a la hora de adentrarse en el género de la comedia romántica, la película se trata de una sucesión de situaciones esperables, sin sorpresas ni giro argumental que llame la atención. A eso se le suma un compendio de metáforas de vuelo bajo (el nombre del barrio, esta idea de tener buen corazón), y el maniqueísmo de todos los involucrados en la historia que son buenos, malos o tontos a ultranza, en un universo sin matices.
Esta decisión, evidentemente buscada, reduce las posibilidades de la historia a casi un cuento infantil, que en honesta búsqueda de reafirmar valores de solidaridad, ética y moral no ofrece espacio a ningún tipo de contradicción. Salvo el protagonista, cuyo arco narrativo se apoya en un esperable cambio de actitud ante la vida, el resto de los personajes son unidimensionales, respondiendo a las necesidades dramáticas (o humorísticas) según necesidad, y sin demasiada justificación.
La liviandad de la propuesta adquiere mayor carnadura gracias al trabajo de Díaz y Vicuña, ambos correctos en sus personajes, incluso para darle credibilidad a cierta exagerada precipitación en su relación romántica. La química funciona, y se proyecta hacia un entorno de actores y actrices secundarias que suman oficio a la hora de aportar color a la historia, y elevarla de su destino de telefilm. En esta enumeración, además de la mencionada Julia Calvo, se destacan Verónica Hassan, Peto Menahem y Gloria Carrá. Mientras que el cable a tierra que propone el Bicho Gómez no termina de entusiasmar, y el puntero de Yayo Guridi es una involución del que compuso en la telenovela de El Trece, La 1-5/18.
Si al principio la referencia llevaba a la canción de Pinocho, se podría decir también que el devenir de Corazón delator empalma muy bien con la letra del tema homónimo de Soda Stereo, que además sirve como corolario del relato.