“Esto que estoy viviendo no estaba en la línea de mi vida. Lograr todo esto y todo lo que me pasa es increíble”. Gustavo Costas se sincera. Y se emociona. Con la voz entrecortada, con una respiración más profunda que la anterior, como si la pelota estuviera a punto de cruzar la línea y justo a tiempo fuera frenada otra vez por Facundo Cambeses para evitar un gol de Vélez, el técnico de Racing evita con lo justo que las lágrimas broten por su rostro. A los 62 años, ese hombre que corre al costado de la cancha como si fuera el pibe más pibe que se desvive por vestir alguna vez camiseta la celeste y blanca, es el artífice principal de trasladarle al plantel un sentimiento: jugar en Racing -y ganar con Racing- es maravilloso.
Por eso, también, cuando el partido ante el Fortín está por terminar y la clasificación a las semifinales de la Copa Libertadores asoma prácticamente garantizada, Costas aplaude a Adrián Maravilla Martínez. El reconocimiento no es por otro gol de una de las figuras en las que confió en el mercado de pases de verano de 2024. El hincha-entrenador se rompe las manos para aplaudir que su 9, ese que pidió al detectar en Instituto de Córdoba, presiona a los rivales como si el encuentro apenas hubiera comenzado. Celebra Costas lo que cualquier entrenador anhela: que un mensaje se materialice en el campo de juego.
Costas no habla de basculaciones. Tampoco profundiza públicamente con algunos otros términos propios del glosario de las nuevas generaciones de directores técnicos. Pero más allá de partir de la premisa de la revolución anímica que propició desde que regresó al club de sus amores, también tuvo decisiones sustanciales para dar un volantazo a tiempo y mantener al equipo en la ruta que conduce al sueño máximo de todos los racinguistas: la Copa Libertadores.
“Lo más importante no es el esquema, si (jugamos con) cuatro, tres, cinco”, afirmó Costas el último martes, después de la victoria ante Vélez. Según su mirada, el principal objetivo del cuerpo técnico que encabeza es “tener al plantel bien, sintiéndose importante, y sacar el 100 por ciento de cada jugador”. Las concentraciones XXL, en Pilar, sirvieron como retiros espirituales antes de las grandes citas, tanto en la Copa Sudamericana 2024 como en la actual Libertadores: “Estar todos juntos, además de tener los entrenamientos, nos vino bárbaro y nos sirvió muchísimo porque teníamos que recuperar la confianza. Había que recuperar a cada uno porque estábamos bajos”.
Sin embargo, el Costas motivador tuvo también firmeza y astucia en la toma de decisiones fundamentales que pasaron del pizarrón a la cancha. La línea de cinco defensores, con los laterales-mediocampistas en un rol clave para aportar al ataque del equipo, se había descompuesto. No sólo por algunos rendimientos individuales notoriamente bajos, sino también por una circunstancia cada vez más marcada que explotaban los rivales: el equipo se volvía cada vez más largo y, así, los adversarios (con mayores o menores calidades) explotaban esos espacios y dañaban a la Academia.
A ese cuadro inquietante se le sumó la preocupante baja del nivel de un baluarte como Gabriel Arias, arquero y capitán del equipo, a quien además Costas había sacado para una eventual definición por penales contra Peñarol, en la revancha de los octavos de final de la Libertadores. Aquel episodio, por el que luego tuvo una charla con el referente de 38 años, ya que previamente no le había avisado que tenía en mente poner a Cambeses en caso de que hubiera penales, dejó un mensaje claro: el rendimiento y los contextos estaban por encima de los nombres.
Y esa lógica se consumó poco después, cuando Costas directamente optó por darle la titularidad a Cambeses, quien acumula cuatro vallas invictas consecutivas y respaldó en la cancha la determinación del entrenador: ante Vélez respondió con creces cuando fue exigido. Y también en la revancha con el Fortín se dio la salida de Gastón Martirena, figura y hombre de goles importantes, como en semis y en la final de la Sudamericana. Facundo Mura, de crecientes desempeños, se quedó con el lateral derecho, con otro punto también positivo: tanto en Liniers como en Avellaneda, Racing se reconfiguró con una línea de cuatro defensores y sumó a la línea de mediocampistas a Santiago Sosa, lo que le dio al equipo más aplomo y equilibrio.
“Estuvimos más juntos y el equipo no quedó largo como a veces nos pasaba. Cada pelota que se perdía, se recuperaba rápido. Eso nos hizo crecer en confianza”, había analizado Costas sobre la revancha contra Vélez. En esos ajustes tácticos, con el apoyo de Francisco Berscé –ayudante de campo principal- potenciaron a un equipo que jamás negoció el espíritu combativo del técnico, cuya preocupación es el bienestar colectivo: “Me puedo equivocar 200 veces, pero pongo al que mejor está. A veces te duele, como cada vez que saco a Zucu o ahora con Gaby (Arias). Pero los chicos saben cómo soy. Yo no puedo decir una cosa y hacer otra, yo no traiciono al grupo”.
Arias; Marco Di Césare, Sosa, Agustín García Basso; Martirena, Juan Nardoni, Agustín Almendra, Gabriel Rojas; Juanfer Quintero, Maravilla Martínez y Salas había la formación inicial el 23 de noviembre de 2024, cuando Racing ganó la Copa Sudamericana ante Cruzeiro. Aquel día, ingresaron Roger Martínez (autor del 3-1 definitivo) Bruno Zuculini y Santiago Solari. Menos de un año después, el equipo ideal de Racing no tiene a Arias, Di Césare, García Basso ni Martirena, además de las ausencias de Quintero y Salas, hoy en River.
“Gustavo para nosotros es como un padre. Tiene un gran manejo del grupo. Quiere tenernos siempre bien, nos habla mucho, nos da esa tranquilidad de que -más allá de si juguemos o no- él nos está apoyando, por eso es como un papá. Hasta podés influir un poco menos en otros aspectos del fútbol, pero con una buena gestión del grupo solucionás muchas cosas”, le había dicho Santiago Solari a LA NACION, en julio de este año, sobre la receta del ídolo-entrenador. Justamente Solari y Nazareno Colombo, titulares y puntos muy altos en la serie contra Vélez, son parte de la reconversión de un plantel que no se reforzó con mega figuras y se desvive por su conductor.
Para quienes la figura paternal de Costas se torna literal es para Gonzalo y Federico, sus hijos, quienes se desempeñan como ayudante de campo y preparador físico, respectivamente. El sentido de pertenencia sigue con las próximas generaciones de la familia, ya que Valentino, nieto del técnico, fue retratado el martes en los brazos de Sosa. Así, emularon la icónica fotografía en la que Gustavo era un nene en brazos de Juan Carlos Rulli, gloria del Equipo de José que conquistó América y el mundo, en 1967.
Rulli, de 88 años, visitó este jueves al plantel. “Les dije a los chicos que me hicieron emocionar, los veía y recordaba a mis compañeros que ya no están. Los dos equipos se parecen mucho en la entrega. Todos se sacrifican por el otro”, le cuenta el exmediocampista a LA NACION. Y Costas, en homenaje y guiño a la historia, fue esta vez quien le hizo upa a la leyenda, rodeado del grupo de jugadores que pretende alzar el trofeo más prestigioso de Sudamérica, como ocurrió 58 años atrás. “Estamos entre los cuatro, pero nosotros queremos llevar a Racing allá (arriba). Y para esto tenemos que pensar que todavía no ganamos nada”, había sintetizado Costas, en un claro mensaje alejado del conformismo. Su Racing ya entró la galería célebre del club, pero él tiene claro cómo desea que lo recuerde la historia: “Me gustaría que nos recuerden como campeones de la Libertadores”.