Junio de 1982. Ridley Scott acababa de dirigir Alien, uno de los mayores éxitos de ciencia ficción de la historia. Harrison Ford era la estrella más taquillera del momento tras Star Wars e Indiana Jones. El presupuesto alcanzó los 30 millones de dólares. Todo indicaba que Blade Runner sería un éxito rotundo. Sin embargo, el 25 de junio la película se estrenó y ganó apenas seis millones de dólares. Cinco semanas después desapareció de las salas. Los críticos la destrozaron. Nadie imaginó que cuatro décadas más tarde sería considerada una de las obras maestras del cine.
La película adaptó la novela de Philip K. Dick –¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?- y narró la historia de Rick Deckard, un expolicía especializado en cazar replicantes —humanos artificiales creados para trabajos peligrosos— quien debía rastrear a un grupo fugitivo en una distópica Los Ángeles de 2019 (año ya lejano para nosotros).
Una producción problemática
El rodaje de Blade Runner estuvo marcado por tensiones entre el director y los productores. Los ejecutivos del estudio se mostraron nerviosos ante una película tan poco convencional. Temieron que el público no comprendiera la historia. Por eso, contra la voluntad de Ridley Scott y los creativos principales, impusieron una voz en off para Deckard, que Harrison Ford interpretó de mala gana.
La interferencia no terminó ahí. Los productores también exigieron reconfigurar el final de la película para permitir un escape feliz entre Deckard y Rachael, la replicante de la que se enamora. Era evidente que la producción se volvió preocupante para los hombres de negocios de Hollywood, que quisieron transformar la visión de Scott en algo más comercial y accesible.
Todos los arreglos resultaron en vano. Blade Runner solo recuperó 17 millones durante su exhibición inicial. Para cualquier estándar de la industria, fue un fracaso absoluto.
1982: una competencia feroz
El contexto del estreno explicó gran parte del desastre. Blade Runner compitió en una temporada cinematográfica excepcional. E.T. el Extraterrestre de Steven Spielberg se había estrenado el 11 de junio y dominó completamente la taquilla. La película de Spielberg ofreció esperanza, emotividad y un mensaje optimista. Blade Runner, en cambio, propuso un futuro sombrío, lluvia perpetua, personajes moralmente ambiguos y una atmósfera opresiva.
Además de E.T., esa temporada llegaron a los cines Star Trek II: La ira de Khan, Conan el Bárbaro, Poltergeist, Reto al destino y La Cosa. El año 1982 ofreció al público estadounidense una competencia feroz entre grandes producciones.
Existe la percepción común de que Blade Runner no tuvo buen desempeño en taquilla porque era una película sombría mientras la gente disfrutó de la euforia emocional de E.T. Ese argumento puede tener algo de credibilidad, pero es probable que Blade Runner nunca hubiera sido aceptada ampliamente por el público general, incluso con el mejor calendario de estrenos posible. Es una película melancólica y meditativa, algo que la mayoría de la audiencia casi nunca apoya. No es un filme con un héroe adorable y ocurrente que salva al mundo. Es un examen oscuro y contemplativo de lo que significa ser humano, la comprensión de la muerte y la naturaleza destructiva de una sociedad gobernada por el capitalismo.
El linchamiento crítico
Las reseñas fueron devastadoras. Pauline Kael, crítica de The New Yorker, escribió cuatro páginas que, según Ridley Scott, “destruyeron” la película. Kael afirmó que “Blade Runner no tiene nada que ofrecer al público”. “No ha sido pensada en términos humanos. Si alguien aparece con una prueba para detectar humanoides, tal vez Ridley Scott y sus asociados deban esconderse”, remató. Scott mandó enmarcar esas cuatro páginas y las colgó en su oficina como recordatorio constante de no leer y creer en la prensa.
Otros críticos influyentes se sumaron al rechazo. Algunos elogiaron el diseño de producción y la fotografía, pero consideraron que la película tenía ritmo lento, personajes poco desarrollados y una historia que en superficie no resultaba interesante. Muchos aseguraron que Scott había privilegiado la forma sobre el contenido.
La resurrección… o el VHS
A pesar del fracaso comercial y las críticas negativas, algo notable comenzó a ocurrir. Incluso durante su estreno, muchos espectadores se enamoraron de la adaptación de Scott, con la voz en off y todo. Los aficionados a la ciencia ficción apreciaron lo extraordinario e innovador del trabajo de efectos especiales. El diseño de producción que imaginó un Los Ángeles envuelto en lluvia perpetua, neblina de neón y decadencia urbana comenzó a conquistar admiradores.
En 1983, Warner Bros. lanzó Blade Runner en VHS y Laserdisc. Esta decisión marcó el punto de inflexión. Lejos de las presiones de la taquilla, en la privacidad de sus hogares, miles de personas descubrieron y redescubrieron la película. Para 1989, Blade Runner se convirtió en el Laserdisc de Criterion Collection más vendido.
Revistas prestigiosas como American Film y Film Comment comenzaron a publicar críticas cada vez más eufóricas, lo que atrajo a una nueva oleada de espectadores. A medida que más información sobre la producción llegó al público, más fanáticos del cine comenzaron a valorar la película. Blade Runner fue adoptada como una cinta de culto.
Las nuevas versiones
En 1990, ocurrió un evento crucial. Para una proyección en el Festival de Cine de Santa Mónica, Warner Bros. envió accidentalmente una versión alternativa de la película: una copia de trabajo que nunca debió salir de los archivos del estudio. Esta versión carecía de la voz en off original y del final feliz. El público quedó cautivado.
El redescubrimiento de la película fue, según Ridley Scott, un testimonio de “la locura de Hollywood”. El entusiasmo generado impulsó a Warner Bros. a lanzar oficialmente el Director’s Cut en 1992, año que coincidía con el décimo aniversario del estreno. Scott eliminó completamente la voz en off, introdujo la enigmática secuencia del sueño del unicornio y evitó el final feliz de la versión original.
Estos cambios intensificaron el tono ambiguo y distópico de la película. La pregunta implícita sobre si el propio Deckard era un replicante se volvió central. Los temas de identidad, memoria y humanidad surgieron con mayor claridad. Esta versión fue fundamental para replantear Blade Runner como una exploración matizada de la fragilidad humana en un mundo distópico.
En 2007, Scott obtuvo otra oportunidad de reeditar la película con el Final Cut, la única versión donde ejerció control artístico completo. Incorporó escenas de efectos recién filmadas y cambios digitales. Esta edición consolidó definitivamente el estatus de Blade Runner como obra maestra.
Del olvido a la inmortalidad
En 1993, apenas 11 años después de su fracaso inicial, la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos seleccionó Blade Runner para su preservación en el Registro Nacional de Cine por ser “cultural, histórica y estéticamente significativa”. El reconocimiento institucional validó lo que los fanáticos supieron durante años.
La película marcó la introducción del género ciberpunk en la cultura popular. Su innovador diseño de producción y su atmósfera visual influyeron en obras posteriores como Matrix. La banda sonora de Vangelis, aunque inicialmente criticada, se volvió inseparable de la identidad de Blade Runner. El monólogo final de Roy Batty (Rutger Hauer) sobre “lágrimas en la lluvia” se convirtió en uno de los momentos más memorables del cine.
Gracias al éxito rotundo en VHS, los fanáticos tuvieron múltiples versiones de Blade Runner para analizar y opinar a lo largo de los años. La película se transformó en algo más que un clásico de culto. En 2017 llegó Blade Runner 2049, una secuela directa dirigida por Denis Villeneuve. Esta continuación también fracasó en taquilla con pérdidas estimadas en 80 millones de dólares.