En el corazón de Bulgaria, a unos 180 kilómetros de la capital Sofía, se levanta una residencia que condensa casi un siglo de historia monárquica, política y cultural. Se trata de la emblemática Villa del Zar, situada en el apacible pueblo de Banya, conocida por sus aguas termales y su entorno boscoso. Esta propiedad, que perteneció a la familia real búlgara y fue el primer hogar de Simeón II tras su regreso del exilio, ha salido recientemente al mercado inmobiliario, desatando un intenso debate entre el simbolismo de la historia y las lógicas del mercado.
Construida en 1929 por deseo del zar Boris III, padre de Simeón II, la villa fue concebida como residencia de verano tras una visita en la que quedó fascinado por las cualidades curativas de las aguas minerales de la región. El proyecto fue encargado a los arquitectos Ivan Vasilyov y Dimitar Tsolov, responsables también de algunos de los edificios más relevantes de Sofía, como la Biblioteca Nacional y el Banco Central. El resultado fue una majestuosa edificación de dos plantas y más de mil metros cuadrados, rodeada por un terreno de una hectárea, adornada con robles, coníferas y álamos.
Durante décadas, la villa fue el lugar de descanso de la familia real, hasta que en 1946, tras la abolición de la monarquía mediante referéndum, el inmueble fue expropiado y destinado a usos estatales. Bajo el régimen comunista, pasó por diversas funciones, entre ellas, sede del Museo Militar de Sopot, hasta quedar abandonada y fuera del acceso público. No fue hasta 2020 cuando el Tribunal Constitucional búlgaro ordenó la restitución de ciertas propiedades a los herederos reales, entre ellas esta residencia, por considerar ilegal la nacionalización realizada en la posguerra.
Ahora, más de dos décadas después de que Simeón II regresara a Bulgaria y se instalara precisamente en esta casa, desde donde incluso sigue empadronado y ejerce su derecho al voto, la vivienda ha sido puesta a la venta en un portal especializado en propiedades de lujo. El anuncio no detalla un precio fijo, aunque Vanitatis apunta a que el precio de salida se ha estipulado en 1,3 millones de euros. Algunos expertos, no obstante, aseguran que el valor real podría ser muy superior, alcanzando incluso los 25 millones si se consideran su relevancia histórica, su estado de conservación y su potencial turístico.
El pueblo se posiciona en contra
Pero la venta no ha pasado desapercibida en Banya. El movimiento ciudadano ‘Juntos por la ciudad de Banya’, encabezado por Martin Stoyanov, ha iniciado una campaña para evitar que esta joya arquitectónica y patrimonial pase a manos privadas. El citado medio ha informado que la posición de Stoyanov hes muy crítica con la familia real, a la que acusa de haber permitido el deterioro progresivo del edificio desde su restitución. “Es verdaderamente lamentable que este lugar emblemático de nuestra ciudad, se haya deteriorado sin ningún cuidado durante los últimos 25 años. Los ciudadanos de Banya están muy decepcionados y esperan que la propiedad sea restaurada a su estado original, reflejando su estatus e importancia histórica”, ha afirmado.
La organización ha remitido una carta formal al Gobierno búlgaro pidiendo que el Estado adquiera la villa para reconvertirla en un instituto cultural. El objetivo, argumentan, sería preservar el patrimonio nacional y transformarlo en un centro de actividades culturales y turísticas. “Creemos que el Estado debe adquirirlo y gestionarlo para proteger el interés público. Proponemos que la Villa Real de Banya sea transformada en un instituto cultural estatal, promoviendo la historia y tradiciones culturales de Bulgaria”, exponen.
Los vecinos de Banya recuerdan que, antes de su devolución a la familia real, la villa funcionaba como un punto de interés turístico, recibiendo visitantes búlgaros y extranjeros. Hoy, sin embargo, permanece cerrada, y quienes acuden a verla se marchan decepcionados. No se sabe con certeza si Simeón II ofreció primero la venta al Estado, pero el hecho de que haya sido publicada en una web privada parece descartar esa opción o indicar que no hubo interés por parte del Ejecutivo.