Desde su rincón en Barcelona, Natalia respira argentinidad. Cada mañana escucha a María O´Donnell por internet y lee los diarios digitales de La Nación, Clarín, Olé y Página 12. A su marido, Matías, le pasa igual, aunque en su caso suele seguir cuentas de Argentina por X para estar al tanto de las novedades. Durante el día se comentan las noticias, con el mismo código, el mismo humor. A ninguno de los dos les interesa leer las primicias de España, aunque inevitablemente les lleguen. Ellos necesitan y quieren seguir la actualidad argentina.
Muchos no entienden. `¿Por qué te fuiste entonces?´ es un interrogante que suele recibir Natalia por parte de algunos compatriotas, como si cambiar de tierra implicara la renuncia a sus orígenes e intereses, así como a ciertos derechos.
“Me han hecho comentarios como: `¿Qué onda la argentinidad de Mati?´ por verlo en una foto de Instagram con la camiseta de la selección. Como si hubiera ahí una contradicción. O cuando uno de mis amigos se `ofendió´ porque yo -futbolera- no había visto un partido de la selección de la Copa América porque acá eran las dos de la mañana. Dijo: `Mi amiga argentina se hubiese puesto el despertador u organizado juegos para mantenerse despierta o hubiese estado tan nerviosa que no se dormiría hasta el partido´. Cuando emigrás, tu argentinidad se pone un poco a prueba o en tela de juicio”, reflexiona Natalia, mientras repasa su historia.
“Cuando volvimos para las fiestas a Buenos Aires, sentimos un poco la sensación de `che, tratemos de no comparar tanto´,`no quedemos como cipayos´. No queríamos herir susceptibilidades. Mati usó shorts y remeras de Argentina todos los días. Hacíamos constantes referencias a videos de Capusotto, chistes en la red X. Ahora lo repaso hasta con algo de pena y gracia por esa `cola de paja´. No tenemos que probar nuestra argentinidad ante nadie. Ni sentir que ahí se debate o se define el amor de los demás hacia nosotros. Son aprendizajes también”.
Una muerte que despierta a otra realidad: “¿Qué mundo estaba defendiendo?”
Lo que gatilló la decisión fue la muerte del padre de Natalia. Matías siempre había querido hacer una experiencia en el exterior, ella, en cambio, se negaba e incluso lo criticaba: `¿Dejar a la familia?´, `¿No pelearla desde adentro?´. Y antes era peor: para la Natalia de los veintipico los que se iban eran casi traidores.
Pero cuando Matías ingresó a su vida su mirada comenzó a cambiar. Él regresaba al hogar destruido, consecuencia de hacer tres guardias por semana, dormir en alguna camilla de hospital y rotar entre cinco lugares diferentes para aspirar a un sueldo digno, pero que no alcanzaba para imaginar la casa propia: “Me quedaba sin argumentos en cada discusión sobre el país, la economía y la particular situación de los médicos en Argentina. Pero aún así yo no me quería ir”, rememora Natalia.
Todo cambió el día en que su padre murió tras una mala praxis en el hospital Álvarez, el lugar donde deseaba operarse y en el que había trabajado toda su vida: “Tenían que extraerle el riñón izquierdo donde tenía un tumor y le intervinieron el derecho. A los veinte días de la cirugía, falleció en su casa producto de las complicaciones derivadas del error quirúrgico. Hubo peritaje médico que nos dio la razón pero no pudimos avanzar en las acciones legales contra el médico/hospital”.
“Esa situación familiar fue para mí un mazazo que me hizo repensar todo”, continúa Natalia. “¿Qué mundo estaba defendiendo, sosteniendo? ¿Qué mundo y perspectiva le estaba ofreciendo a mi hija de 7 años? En medio de este proceso de duelo, se sumó una renovación de alquiler imposible y mi situación laboral que llevaba años de desgaste y desmotivación. Entonces un día sentí internamente que era el momento. Ya no buscaba ni necesitaba la aprobación de los demás. Quería un cambio, un aire fresco. Experimentar”.
Una despedida sin culpas, un arribo a Barcelona con apoyo clave y el chat de mamis: “Y sí… pensé. Es la mismísima raza humana”
Ezeiza fue difícil. Pero a pesar del mar de emociones que atravesaba a cada uno, Natalia lo recuerda como una escena de resiliencia familiar. Hubo risas, abrazos, besos, llantos.
`¿Cómo voy a dejar a las abuelas sin su nieta?´, `¿Y si nos necesitan? ¿Cómo vamos a abandonarlas?´. Natalia abordó aquel avión sabiendo que la culpa era la que en el pasado, ante diversas situaciones, no le había permitido avanzar. Por fin había internalizado que no estaba haciendo nada contra nadie, no le debían nada a nadie y que estaban timoneando su propia vida: “Eso me permitió transitarlo de forma más liviana, sin la pesadez de la culpa. Al final, siento que todo depende del cuentito que nos contamos a nosotros mismos. Si yo era capaz de quitarle drama al tema, sacarle el `para siempre´, correrme de la mirada/opinión de los otros, mayor serían las probabilidades de vivir con plenitud esta nueva etapa de la vida”, afirma.
Y así, con una bienvenida liviandad, Natalia y los suyos desembarcaron en Barcelona para comenzar una nueva etapa en la zona de L’Eixample, a tres cuadras de La Pedrera de Gaudí: “Nos sentíamos un poco turistas pero creo que fue buena esa sensación inicial para hacer una transición y adaptación más suave y natural. También ayudaba la época del año. Empezaba ya el buen tiempo y la ciudad estaba radiante”.
Durante esos primeros tiempos fue clave el aporte de Soledad, una amiga argentina de Natalia, y de Facundo, amigo de Matías, médico al igual que él. Cada uno aportó herramientas emocionales y prácticas fundamentales para allanar un camino que descubrieron complejo y en donde tuvieron que cultivar la paciencia y la actitud positiva.
“Por otro lado, sabíamos que al principio lo distinto podía parecernos `raro´ pero es también lo que nos enriquece. Fuimos aprendiendo sobre sus fiestas, el 23 de abril, por ejemplo, es el día de Sant Jordi, una de las fechas más importantes de la cultura catalana en el que se regalan libros y rosas”, describe Natalia. “Y habíamos escuchado mucho sobre la forma de ser de los catalanes. Que son cerrados a las nuevas relaciones, más secos, más fríos, antipáticos. Lo cierto es que desde que llegamos nos hemos sentido a gusto. Es cierto que no son afectuosos en el saludo ni son tan conversadores. Pero son cálidos a su manera, cordiales y respetuosos”.
“El chat de mamis y papis del grado es menos intenso que el de Buenos Aires pero igual nos atraviesan los mismos temas, las mismas problemáticas y preocupaciones. Al poco tiempo de entrar al chat leí: `¿Cuánto dinero le están dejando al Ratolí Pérez?´. Y sí… pensé. Es la mismísima raza humana. A veces escriben en catalán, otras en castellano. Pero nunca sentimos que nos dejan afuera. Por el contrario, entramos en un grado/grupo que suele armar salidas. Con las mamis, por ejemplo, fuimos a cenar, después a tomar unos tragos con partidos de `futbolín´ (así le dicen al metegol). Recuerdo volver a casa y decirle a Mati: re bien, al final no eran marcianos”.
La belleza del Mediterráneo y la magia de ir a pie: “El despertar, desayunar e ir al colegio lo hacemos a un ritmo más tranquilo”
Redescubrir la belleza del Mediterráneo fue una de las sorpresas más gratas, en especial en verano, con su agua templada. Natalia creyó que la fascinación se apaciguaría, pero hasta hoy le sigue pareciendo surrealista tomar el colectivo junto a su hija y bajar a una playa con barcitos, guardavidas y baños bien cuidados.
También se acostumbraron a dejar el auto de lado – y sus preocupaciones asociadas – y caminar a todos lados. La cercanía geográfica entre lugares y el nuevo horario escolar, crearon un nuevo ritmo en la familia argentina, que abrazó que los chicos en España entren a las 9 al colegio, a diferencia de la Argentina, donde se ingresa a las 8 o a veces antes: “Aunque parezca insignificante, a esa hora de la mañana es un cambio notorio. El despertar, desayunar e ir al colegio lo hacemos a un ritmo más tranquilo”.
“Y, por supuesto, aquí siempre es un buen momento para tapear. Entre el jamón ibérico, las olivas (aceitunas), las papas bravas, el pan con tomate, el vermut y la cerveza, el team salado le ganó la pulseada a mi histórico y clásico amor por las meriendas de café con leche, tostadas y mermelada. Ahora a las 5/6 de la tarde, ya no buscamos la cafetería sino que apuntamos directo a la caña con algo saladito para picar”.
`Recuperé mi autoestima como médico´ y lo que significa calidad de vida
Un día, Matías llegó a casa y confesó algo impactante: `Recuperé mi autoestima como médico´, le dijo a su mujer, y Natalia apenas pudo contener las lágrimas. A pocas semanas de su llegada, su marido se había incorporado al instituto Clavel, un centro de referencia en el mundo de la neurocirugía. Su hija, Micaela, mientras tanto, se había sumado a Escola Lys, un colegio pequeño con mucha impronta catalana. Ella, como madre y esposa, había quedado como `pivot emocional´, preocupada por contener sus adaptaciones, al tiempo que repensaba su futuro laboral, que hasta entonces se había desarrollado en el mundo del periodismo.
Las palabras de su esposo fueron clave. Para Natalia, quien conocía su camino colmado de esfuerzos, su amor propio recuperado fue una señal de que habían tomado la decisión correcta. Por fin, su marido había hallado otro ritmo de trabajo, otro enfoque de la medicina, otros recursos. Y ellos, como familia, habían recuperado los fines de semana, a diferencia de Buenos Aires, donde ambos trabajaban los domingos.
“A eso también habíamos venido. A disponer de más y mejor calidad de tiempo”, afirma Natalia. “Y sé lo mucho que él deseaba poder trabajar sin tener que hacer tres guardias por semana, a puro café y empanadas al paso, durmiendo en donde podía, ocupándose de muchas más cosas de las que como médico le correspondían. Acá empezó a sentirse valioso”.
“Y esta variable tiempo es la que también me hace repensar mi futuro profesional. Después de años de trabajo en relación de dependencia, sigo resignificando mi deseo laboral. Soy periodista y coach ontológica y quiero abrirme camino aquí. Aún es un pendiente que me genera algo de ansiedad. Pero lo cierto es que opté por priorizar mi rol de contenedora en estos primeros tiempos de adaptación”, continúa.
“La tan mentada `calidad de vida´ para algunos puede estar más ligada a lo económico, a la seguridad, a la educación. En nuestro caso creíamos que con unos pequeños ajustes de nuestra dinámica y estructura familiar ya nos íbamos a sentir más cómodos, con otra `calidad de vida´. Y así está siendo. Tenemos más tiempo para estar juntos, hacemos escapaditas y experimentamos cómo es la vida en esta otra parte de nuestro inmenso mundo donde hay mucho de lo familiar pero también mucho de lo nuevo que nos fascina y enriquece”.
De muerte, renacer y aprender: “El futuro me empezó a parecer ciencia ficción”
Hoy, Natalia observa el horizonte cálido de Barcelona con una sonrisa esperanzadora. En su vida, la muerte golpeó su realidad con fuerza, pero también la invitó a transformar su camino para siempre. No se trató únicamente de despedir a un padre amado, sino de un despertar hacia una realidad que en el pasado le costaba ver: querer a la propia tierra no significa no ser libre de crear el presente que sea necesario para ser feliz.
Y en la búsqueda de la felicidad, no es necesario desdibujar a la Argentina. El país, como le sucede a Natalia, puede seguir presente en cada mañana de radio o cada diario de su suelo.
“Lo cierto es que nosotros valoramos aspectos de la vida en Barcelona y también otros de la vida en Argentina. Y es más, sentimos que nuestra argentinidad es más visible acá y la llevamos con nosotros cada día en todo momento. En el hospital, Mati es `el argentino que no parece argentino´ (porque es tímido), lo mismo Mica en el colegio y nosotros como familia. `¿Qué tal, argentinos?´, `Hola, argentina´, suelen identificarnos. Y a mí me encanta. En Argentina lógicamente no sucede. Acá nuestra singularidad está atada al ser argentino y las referencias al país son permanentes. Es decir que nuestra argentinidad brota más aquí que allá. También es un orgullo y cierta responsabilidad implícita el sentir que tenemos que `hacernos quedar bien´. Así vivimos nuestra relación con Argentina a la que seguimos de cerca porque es nuestro hogar”, dice Natalia.
“Emigrar implica un desafío en tantos niveles que es un aprendizaje constante. Tal vez en la previa no se dimensiona o no es posible anticipar todo lo que vendrá en términos de experiencia y asimilación. Desde descubrir nuevos productos en el supermercado y aprender a comprar hasta comprender otros modos de ser y aprender a comunicarse mejor”, continúa.
“Desde lo individual, cada uno de nosotros va aprendiendo y hallándose en nuevos roles, enfrentando muchas veces a la propia matriz mental y cultural. Y en tanto familia, también aprendemos todos los días a vivir y convivir dentro de una nueva rutina, con nuevos desafíos y obstáculos”.
“En lo personal, después de la muerte de mi padre y pasar los 40, opté por priorizarme a mí y a mi núcleo familiar, entendiendo que la vida es ahora. Tan trillado como suena, el futuro me empezó a parecer ciencia ficción. Dado que la vida es, para mí, una coproducción entre lo que hacemos y aquello que simplemente sucede, el cómo atravesamos nuestro tiempo termina siendo el mayor desafío y la más linda oportunidad”.
“Creo que hay una especie de círculo que se va cerrando o heridas que van cicatrizando cuando un familiar cercano viene de visita y vive un ratito con vos tu `nueva vida´. En nuestro caso, ya vinieron a visitarnos mi suegra y mi mamá y creo que el tiempo compartido con ambas fue de mayor calidad que tal vez el tiempo `ordinario´ que compartíamos allá. Esto también es un aprendizaje. Los vínculos se resignifican y muchas veces en modo superador. Pero esta nueva perspectiva sólo la da el tiempo”.
“Nosotros llegamos pensando en integrarnos, adaptarnos, enriquecernos con lo nuevo. Claro que tomamos mate, buscamos las mejores empanadas, cada tanto comemos carne argentina y hago una chocotorta. Creo que nuestro mejor estado está en esa zona mixta entre lo propio y lo otro, donde nuestra vida encuentra su mejor sentido”, concluye.
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Destinos Inesperados es una sección que invita a explorar diversos rincones del planeta para ampliar nuestra mirada sobre las culturas en el mundo. Propone ahondar en los motivos, sentimientos y las emociones de aquellos que deciden elegir un nuevo camino. Si querés compartir tu experiencia viviendo en tierras lejanas podés escribir a [email protected] . Este correo NO brinda información turística, laboral, ni consular; lo recibe la autora de la nota, no los protagonistas. Los testimonios narrados para esta sección son crónicas de vida que reflejan percepciones personales.