Así como algunos inventores lograron quedar en la historia y trascendieron por sus descubrimientos, otros quedaron en las sombras en el anhelo de lo que pudieron ser.
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Una de esas historias es la de Stanley Meyer, un hombre estadounidense que se encargó de crear un motor para autos que funcionaba con partículas de agua a modo de combustible.
Su invención prometía revolucionar a la industria de la movilidad mundial, reemplazando la necesidad de combustibles fósiles para el movimiento vehicular y logrando impulsarlos con algo tan accesible como el agua.
La idea, en el marco teórico revolucionaria, tenía incluso inversores belgas interesados que se reunieron con él el 20 de marzo de 1998. La reunión, que suponía un punto de inflexión en la industria, terminó tempestivamente.
Meyer tenía 57 años cuando, tras un brindis con sus prometedores inversores, salió de la sala de reuniones agarrándose el cuello y exclamando con dificultad: “Ellos me envenenaron”. Minutos después se desplomó en el suelo y, cuentan quienes presenciaron la escena, falleció en el acto.
Stanley Meyer nació en Ohio, Estados Unidos, en la misma ciudad donde perdió la vida. Según narra el documental producido por la BBC, el inventor se caracterizaba por su carisma y capacidad de persuasión. “Nosotros creábamos nuestros juguetes. Siempre estábamos construyendo algo”, narró Stephen Meyer, su hermano.
Creativo de nacimiento, tuvo un breve paso por la Universidad Estatal de Ohio y por el ejército de los Estados Unidos. Su idea de inventar una celda de combustible a base de agua se produjo en la década del ‘70 y a raíz de la crisis del petróleo que se vivía en el gigante norteamericano.
Sus pruebas e investigaciones dieron sus frutos porque logró dar en la tecla, ya que consiguió crear el motor que consistía en “romper la molécula del agua a partir del impacto de impulsos eléctricos en celdas conformados por tubos con diferentes frecuencias“.
En otras palabras, creó una célula de combustible de agua para absorber cantidades mínimas de agua, que posteriormente eran divididas en moléculas en sus respectivos elementos H y O. De esta manera, los átomos de hidrógeno eran quemados, seguidos por un liberación de emisiones limpias. A su vez, esta teoría consistía en romper la molécula del agua a base de impulsos positivos de kilovatios, en frecuencias de entre 10 y 15 kiloherzios.
El marco teórico fue llevado a la práctica y Meyer incluso fabricó un vehículo impulsado por agua: el Water Powered Car. Su “motor a agua” participó en una carrera en Australia y recorrió cerca de 300 kilómetros, mostrando así que era un invento prometedor y revolucionario.
Al mismo tiempo que la comunidad científica lo veía con malos ojos, parte de ella lo consideraba el segundo mejor inventor del siglo, detrás de Tomás Edison. Luego de la fatídica reunión con los inversores belgas, el examen toxicológico no pudo determinar circunstancias que confirmaran un asesinato.
Sin embargo, días después su auto impulsado por agua desapareció de la casa del inventor junto con instrumentos y planos de su fabricación. Durante años, la incógnita del vehículo se mantuvo en todo el mundo hasta que, reportan medios locales, apareció en Canadá en el año 2014. El estado general del vehículo nunca fue informado.