Recesión y pérdida del poder adquisitivo ponen en jaque a las panaderías de barrio y profundizan la crisis de las pymes

La industria panadera argentina atraviesa uno de sus peores momentos en décadas, con el cierre de 14.000 establecimientos en los últimos 18 meses y una caída del 85% en la venta de facturas, según alertó Martín Pinto, presidente del Centro de Panaderos Bonaerense. La producción total se redujo a la mitad, mientras la demanda de pan sufrió un derrumbe del 50% en el mismo período.
Esta contracción se refleja en el uso de la capacidad instalada: apenas seis de cada diez máquinas funcionan regularmente en las panaderías, que restringen su oferta a unos pocos productos básicos y operan mayoritariamente bajo pedido. La mayoría de los hornos permanece apagada para mitigar los costos energéticos y evitar pérdidas, describen empresarios del sector que hoy apenas producen la mitad de lo que podrían.
El fenómeno no se limita al área metropolitana. En Tucumán cerraron unas cincuenta panaderías y la región registró una baja del 20 al 25% en sus ventas totales, mientras que en Córdoba dejaron de funcionar alrededor de cuarenta locales. En ambos casos, los referentes provinciales coinciden en señalar la misma dinámica: recortes de menú, caída del consumo y una informalidad que supera el 50% en el sector, erosionando la competitividad de los comercios registrados.
A esto se suma la disparada de los insumos. De acuerdo con la OMS de precios de materias primas, el kilo de harina aumentó de 3.500 a 15.000 pesos, la levadura de primera marca pasó de 700 a 2.500 pesos el medio kilo y la grasa trepó de 18.000 a 28.000 pesos, mientras los servicios públicos se encarecieron por encima de la inflación oficial. Estos incrementos, aseguran, resultan imposibles de trasladar por completo a precios de mostrador sin sacrificar la viabilidad de los negocios.
Pese al esfuerzo por sostener los puestos de trabajo, el empleo en el sector se resiente: algunos establecimientos sufren recortes de turnos y reducción de personal, aunque todavía se resisten a los despidos masivos para no perder mano de obra calificada. Sin embargo, la prolongada recesión y el deterioro del poder adquisitivo tornan incierto el futuro de miles de familias que dependen de esta actividad.
Frente a este escenario, las cámaras panaderas reclaman al Gobierno nacional y a las provincias la implementación de políticas de apoyo a las pymes, reducciones impositivas y líneas de crédito específicas que permitan reactivar la demanda y garantizar la salubridad y trazabilidad de los productos. De lo contrario, advierten, se corre el riesgo de perder no sólo una fuente de empleo sino también un símbolo de la identidad gastronómica argentina.