Piedras nacionales (como el granito) e italianas (como el Carrara) se recuperan en una isla de cocina contemporánea y elegante para la marmolería De Stefano, con cuidado por las técnicas artesanales y respeto por la herencia. Tres columnas verticales hechas de cestería, con una técnica originaria del norte argentino, impactan en el Museo de Arte Decorativo. Un plato de cerámica cobra nueva vida en un azul y celeste profundos, que resignifican la iconografía indígena latinoamericana, para una muestra de Louis Vuitton en Milán. Cada una de estas imágenes tiene la misma firma de autor: Cristián Mohaded.
Su ánimo inquieto y espíritu libre lo han llevado por múltiples caminos. Pero al diseñador industrial, creador prolífico, artista (y tanto más) no le gusta hablar de éxito. Es difícil no hacerlo: fue el primer argentino en presentar en Milán una colección exclusiva para Louis Vuitton, su silla Twist #2 (realizada junto a Ricardo Blanco) integra la colección permanente de Arte Decorativo en París, fue nombrado “Young American Talent” en 2015 por Maison & Object Americas y en 2022 recibió el Premio Konex al Diseño Industrial. Trabajó con marcas internacionales como la lujosa Loro Piana y Roche Bobois, y El Espartano y De Stefano en terreno local. La lista sigue.
Mohaded dirá que tuvo frustraciones y que de eso también se trata todo. Aquí sí tiene razón. En el terreno pedregoso, y a veces sofocante, del diseño industrial contemporáneo, el catamarqueño se abre paso con su curiosidad inagotable. Fiel a su identidad y su origen, mira todo como si fuera la primera vez y se abre a las posibilidades inagotables de su creatividad. En algo de todo esto se funda su misterio, entre el arrojo y la cautela, la ambición como impulso y el detalle como método. Quizá el éxito de Mohaded sea éste: haberse mantenido fiel a sí mismo.
-Sos referente de muchos jóvenes, por tu trabajo individual y con marcas de gran prestigio, me imagino que se te acercan, te piden consejo, ¿cómo llevas eso?
-Me gusta mi trabajo, soy apasionado pero también soy muy mental. Tengo una mirada diferente del diseño. Lo que aconsejo es ser fieles a lo que los moviliza. El desafío para mí siempre pasó por buscar el camino más complejo, trabajar como diseñador. Hoy el rol del diseñador está un poco más expuesto, pero nunca estuvo dentro del circuito empresarial. En 2012, muchos diseñadores tenían que formar su empresa para trabajar como diseñadores.
-Vos elegiste otro camino.
-Entendí que lo que a mí me gustaba era la creatividad, y sentía que no quería ser un empresario. Mi desafío pasaba por ese lado. Me iba a Europa y me quedaba buscando ferias, iba y volvía. Tratando de que me conozcan. Por momentos fue frustrante, pero el crecimiento se hace de a pasitos. También de colocar los ladrillos para que se sostengan bien. Empecé a ver que la diferencia era que yo venía de otra parte y tenía otra forma de pensar y vivir el diseño. Pero la frustración es parte del diálogo.
-Hoy estás en otro lugar.
-Ya no tengo que demostrar nada a nadie. Cuanto más relajado estoy, mejor es cada proyecto. Pero sí creo en la disciplina. No puedo ir para atrás y eso implica cierta estructura.
-¿Cómo fue estar en Milán y presentar tu colección para Lois Vuitton?
-Intento hacer mi trabajo con la menor expectativa posible. Pero trabajar con marcas así, con otro formato, con otro marketing, otra historia, es muy distinto. Fui abierto a recibir todo lo que encuentre, y el público argentino y latinoamericano estaba orgullosa de poder poner en valor lo nuestro.
-¿Cómo ves al diseño industrial en Europa hoy?
-En Europa hay un recambio de diseñadores y creo que soy parte de ese cambio, a nivel de conceptualizar qué es el diseño hoy. Hoy ya no hay solo italianos en las marcas de diseño, hay diferentes lenguajes, una apertura. El cliente necesita otras miradas y sentidos. La gente se aburre de las fórmulas. Yo tengo ganas de seguir creciendo y aportando al mundo del diseño.
-¿Como trabajas con marcas de tanta historia?
-Cuando trabajo con marcas con tanto peso primero necesito entenderlas. Así que investigué, visité locales para ver qué consumen sus clientes, cómo son las narrativas. Después está la fórmula de tu trabajo: mi trabajo ya tiene un lenguaje propio, que tiene que ver con la idea de poner los pies acá y contar las narrativas e historias de dónde soy. Poner lenguaje, colores, materiales o situaciones que te anclen al proyecto. Es un blend entre mi historia y la marca. Es, en el fondo, también mi mirada sobre Louis Vuitton. Hay un ADN que no puedo cambiar, y quiero ser respetuoso con eso.
-¿Cuál es el vínculo de tu trabajo con la naturaleza y con tu Catarmarca natal?
-Creo que fue espontáneo, más que la naturaleza creo en el vínculo con el entorno. Yo miro a mi alrededor y veo un edificio, una montaña, las calles rotas, los adoquines, una pared con graffiti. Observo las cosas y eso me atraviesa, me atrae. Más allá de la belleza de lo clásico y de qué es bello para uno, veo una sensibilidad.
-Leí que hablabas de “descontextualizar el material”, ¿en qué sentido lo pensás?
-Tiene que ver con cómo se construye algo. Todo puede cambiar en un milímetro, y eso se me planteaba en los trabajos. A nivel visual hay algo interesante. Me pasó con unas escobas que vi en un local, investigué el material y el sistema constructivo. Es buscar el lado B, en la pregunta está el motor.
-¿Y cómo es tu trabajo frecuente con artesanos?
-También nace de la curiosidad. Voy a el festival del poncho, por ejemplo, y es un aprendizaje ver a esa persona con el material. Y ahí está el foco. La mirada no está en el objeto sino en el aprendizaje y sabiduría, y una admiración por lo que esa persona puede hacer.
-¿Qué lugar ocupan las tradiciones en el diseño industrial? ¿Quiénes fueron tus referentes?
-Ricardo Blanco y Diana Cabeza, por su mirada y valentía. También me gustaban Philippe Starkc, Ron Arad, Vico Magistretti… los veía con admiración. Creo que tiene que ver con la forma, no eran los más clásicos sino que tenían cierta picardía en el diseño, se la jugaban un poco más. Un Alejandro Sarmiento, que en la argentina proponía otro diseño, con un reúso de materiales, o los hermanos Campana en Brasil.
-¿En qué punto se encuentran el arte y el diseño en tu trabajo?
-Para mí el diseño fue circunstancial. Estudié química, pero siempre fui muy visual y atraído por todo lo que tiene que ver con lo artístico. El lenguaje tiene que ver con ese objetivo, muestras que hice como “Territorio Híbrido” o “Protomorfosis” tienen que ver con una postura de dónde entiendo que está el valor de algo. “Protomorfosis” tuvo mucho de investigación y naturalidad en el concepto. Las piezas me fueron dadas por la naturaleza. Ramas de calabaza que son únicas, una más larga, otra más corta, son irrepetibles. Tiene que ver con el origen: que sea una mesa no lo define como un diseño. Me formé como diseñador y, al ser aplicado, tengo esa herramienta y por eso puedo dar respuesta. Después viene la capa industrial. Son capas, filtros que vas poniendo a tu trabajo. El diseño es como un híbrido, tiene que ser funcional pero a la vez una pieza artística, cómo manejas eso a la hora de trabajar es lo que te define.