“Todo expresidente es un gran jarrón chino en un apartamento pequeño; se supone que tiene valor y nadie se atreve a tirarlo a la basura, pero en realidad estorba en todas partes”. Cuando Felipe González habló de la incomodidad que provocaba él mismo en el socialismo español luego de dejar la Moncloa no imaginaba que su ocurrencia encontraría en Cristina Kirchner y en su encierro en un departamento (no precisamente pequeño) una versión literal de una situación que se repite en casi todos los sistemas políticos.
El peronismo no se atreve por ahora a notificarle a Cristina el final de su liderazgo. Quizá no lo haga nunca
Hasta que tenga un reemplazo tangible en el peronismo, aún condenada y a la vez juzgada por casos de corrupción, la expresidenta sigue siendo la jefa de la oposición. Si alguna duda queda acerca de la tolerancia argentina a la costumbre de robar desde el poder, esa inquietud puede ser despejada visitando el santuario de San José 1111.
El peronismo no se atreve por ahora a notificarle a Cristina el final de su liderazgo. Quizá no lo haga nunca. En lugar de ese rompimiento ocurre una larga ceremonia que tiene más de adiós que de apoyo.
Los deudos de su vieja jefatura que van a visitarla posan junto a ella atravesados por el temor a ser considerados traidores si eluden el compromiso. Pura biblia peronista; nadie se atreve a tirar la primera piedra en tanto todos son solidariamente cómplices de la dirigente condenada e inhabilitada.
Cristina sigue en el mando sentada sobre la aceptación de la corrupción. Por ahora también está amparada por el temor de muchos peronistas a quedar en la Historia como los primeros en abandonarla durante su prisión.
Hay un tercer motivo, tal vez más relevante que los anteriores: bajo su sombra no creció otra cosa que su propio poder. Ella misma se encargó de no organizar su descendencia y de impedir que alguna idea distinta a sus ocurrencias reemplace el catecismo populista que hace 22 años sustituyó al credo reaganiano del menemismo.
Máximo Kirchner nunca fue otra cosa que un hijo y ahora, en la pendiente, sufre el desprecio de las víctimas de su arrogancia cuando usufructuaba el poder de sus padres para beneficio propio y de La Cámpora.
Máximo, en libertad, sí sufre la visible pérdida de influencia en el peronismo bonaerense. Es todo un mensaje a Cristina; un aviso claro de que el mando que todavía ostenta se diluye día a día.
El gobernador tiene un problema adicional a Cristina. No solo debe decidir cuándo y cómo avanza sobre la jefatura de su mentora
La expresidenta recibió tres notificaciones amargas en menos de un mes. La peor ocurrió el 26 de octubre, cuando comprobó que más del 40 por ciento del electorado eligió seguir acompañando a Javier Milei y el peronismo perdió su capacidad para atraer votantes desde el otro extremo. Tres semanas después, la Justicia avanzó en la incautación de sus bienes para recuperar parte de lo que sustrajo. Y un día después se le recortó el régimen de visitas en su lugar de reclusión domiciliaria.
El adicional de votos que le permitió un triunfo resonante al presidente libertario fue aportado por votantes que trataron de ponerse a salvo de un eventual regreso del kirchnerismo y reaccionaron luego de la inquietante victoria de Axel Kicillof en las elecciones locales de la provincia de Buenos Aires.
El gobernador tiene un problema adicional a Cristina. No solo debe decidir cuándo y cómo avanza sobre la jefatura de su mentora. Como todo el resto del peronismo, Kicillof parece más empantanado que la propia expresidenta en recetas que ya fracasaron.
Hace ya varios años que el kirchnerismo perdió la capacidad de ofrecer soluciones para temas centrales como el control del gasto y del tamaño del Estado, la reconversión del sistema productivo, el avance de los delitos comunes y el aumento de las bandas organizadas de narcotraficantes. Esos temas remiten al fracaso que sintetizan los resultados de sus cuatro mandatos presidenciales.
En cambio, Cristina habla desde hace casi una década casi exclusivamente de la situación judicial que la afecta, siempre de manera tal de presentarse como víctima. Por su parte, el peronismo se retrata como una organización que solo se preserva a sí misma y garantiza sus fuentes de financiamiento. Aunque involucró a todos, la casta que denunció Milei incluye principalmente a quienes más años ejercieron el poder durante este siglo.
Tres semanas después de la derrota en las elecciones de medio término, la expresidenta vio como la tolerancia que tienen sus compañeros respecto de su jefatura no se extiende a los jueces que la condenaron.
La incautación de los bienes y su cuantificación (sólo los que fueron registrados) expresa la dimensión de la fortuna construida por un matrimonio que solo se dedicó a gobernar y hacer política en los últimos 35 años. No es difícil saber cómo se hicieron millonarios los Kirchner y una corte de testaferros y recaudadores para la corona.
Mientras el kirchnerismo insistía con las denuncias de persecución ahora extendidas al regreso a la cárcel de Julio De Vido, el paso judicial que siguió fue aplicarle a Cristina restricciones a su prisión domiciliaria.
Es falso que una medida más restrictiva le pueda cortar derechos políticos a Cristina
Detrás de los discursos de autovictimización que reclaman un trato privilegiado está la realidad de que las reglas del tratamiento penal a los condenados son largamente más rígidas y duras que las que se aplican a Cristina.
¿Puede un reo en una cárcel recibir a quien desee y cuando se le ocurra? ¿Puede un condenado contar con teléfonos celulares para comunicarse libremente? Esta última pregunta tenía una respuesta afirmativa durante el gobierno de Alberto Fernández, cuando los jefes narcos, por caso, mandaban a matar rivales desde sus oficinas en las cárceles. Eso ya no es así y es uno de los motivos por los cuales se redujo la violencia en Rosario.
Es falso que una medida más restrictiva le pueda cortar derechos políticos a Cristina. Se supone debería estar sometida a un tratamiento penal más allá del enorme beneficio que implica poder cumplir el encierro en un cómodo departamento antes que en una celda.
El recorte de derechos es todavía más concreto pero a la vez fundado en el fallo que la condenó: está inhabilitada a perpetuidad para ejercer cargos públicos para proteger al Estado de un eventual caso de reincidencia.
