Antes de salir de casa, un par de mates, un huevo cocido, medio sándwich y unos panes con manteca para confundir al cuerpo y que no se entere si está recibiendo desayuno o almuerzo. Que no pida mucho más hasta pasadas las 16 horas, porque de 12 a 15 a los comensales se les abre el apetito y el ajetreo no dará tiempo ni para tener hambre.
Ramiro Jiménez tiene 32 años, viene de Rosario y le dedicó su juventud al atletismo de maratones de alto rendimiento. Entrenaba religiosamente desde que era adolescente, pero una lesión grave en su tobillo cuando tenía 22 años le puso fin al sueño deportivo y, sin una carrera profesional a la vista, decidió migrar a Buenos Aires para reiniciar su vida. Conseguir trabajo no le resultó fácil en la metrópoli, tras varios intentos de emplearse formalmente y algunos portones en la cara, la única manera de hacer dinero que encontró fue pasear perros.
—Era el laburo perfecto, estaba acompañado de unos 6 o 8 perros todo el día, un sueño para cualquiera, pero la dicha me duró poco.
La caminata diaria con los perros terminó por arruinar el débil tobillo magullado y el salario de ‘paseaperros’ se hizo insuficiente para llegar a fin de mes cuando nació su hija. “Tenía que moverme por algún lado, consideré algunas opciones como mozo, pero ni en pedo podía mantener varias horas de pie, tampoco me lo recomendaba el doctor, entonces me abrí una cuenta en Pedidos Ya sin muchas expectativas. Y bueno aquí estoy hace ya cinco o seis años”.
La indumentaria lista. Casco, guantes impermeables, jogging, buzo, campera, y una inconfundible mochila color flúo que se convierte en casi una extensión del cuerpo para que todos a metros de distancia puedan verla e identificar a qué se dedica exactamente su portador.
Son las 11.35 horas e inicia un nuevo sábado como repartidor en Capital Federal. Prende la moto Bajaj Rouser NS 125. En sus marcas, listos, fuera.
El primer trayecto es desde su casa en Liniers y le toma unos 30 minutos llegar a su punto de inicio de la jornada. El sistema por turnos y zonas de la plataforma indica que Ramiro debe localizarse en Palermo y tendrá un margen de unos 7 kilómetros cuadrados —entre Chacarita y Recoleta aproximadamente—, para buscar y entregar sus pedidos. Él eligió ese punto de la ciudad porque, según dice, es una zona con más demanda.
🔔 ¡Tienes un nuevo pedido! Orden #534645 Buscar en Mostaza, centro comercial Alto Palermo, se lee en la notificación del celular precedida del sonido de una campanilla.
Se tarda unos 10 minutos entre la logística de llegar, estacionar su motocicleta frente al shopping y buscar el pedido empacado en una bolsa de papel reciclado. Dos cheeseburguers con panceta y papas fritas ya van en camino a la mesa de unos extraños: 1200 pesos de propina, no está mal para empezar el día.
Ramiro dice que le gusta su trabajo, tanto así que se muestra agradecido porque le permite tener flexibilidad en tanto tiene la mañana libre para llevar a su hija a la escuela, dejar preparada la comida para la noche y de vez en cuando ejercitarse un poco en el gimnasio.
“Lo que me facilita el trabajo es la moto, sin ella yo no soy nada, paso más tiempo con ella con mi novia, me acompaña para un lado y para el otro, sin ella yo no podría trabajar, literalmente, porque no hay manera que recorra en bicicleta los 150 kilómetros que recorro en un día normal como repartidor”.
🔔 ¡Tienes un nuevo pedido! Orden #372816 Buscar en Kefi – Restaurante Griego, Humboldt 1920.
Una ensalada lista para comer con cubiertos de plástico está a menos de 10 minutos de llegar a su destino. Ramiro llega a la puerta del edificio donde vive la solicitante, timbra una vez, nadie responde; timbra dos veces, sigue sin recibir respuesta; le deja un mensaje de texto, la llama y nada; espera siete minutos minutos más, y decide que no esperará más: “Ya está, es tiempo que yo pierdo, yo hago mi trabajo lo mejor que puedo y para mí esto es irrespeto, porque en este tiempo yo pude haber hecho otro pedido. Tiempo perdido es plata perdida”.
No pasó medio segundo luego de que Ramiro se volviera a poner su casco cuando al fin abrió la puerta la comensal, una joven de unos 23 años que ya tenía el almuerzo del día asegurado. Le pide disculpas por la demora y le da 500 pesos de más por la espera. Él esperaba una propina mejor.
El debate internacional por la regulación laboral para los ‘colaboradores’ —el estatus legal gris que las empresas suelen otorgarles a los repartidores para vincularlos a la compañía sin las obligaciones sociales que tienen los trabajadores formales— está a la orden del día en los sitios de reunión y o de carga de teléfonos para domiciliarios, como el del Market de Pedidos Ya sobre la calle Gurruchaga.
Cuatro hombres de mediana edad, incluido Ramiro, convertidos en amigos por compartir el oficio de recorrer de arriba abajo Buenos Aires en sus motos de bajo cilindraje, conversan sobre el reciente accidente leve que sufrió su colega Noelia (una estudiante de filosofía de 22 años que de vez en cuando activa su cuenta para hacerse algunos pesos). Fue recibida en el grupo a modo de protección, debido a que son pocas las mujeres repartiendo, solo un 13%, frente a 74% de varones (otro 13% no respondió la encuesta interna de Pedidos Ya).
—No sé sabe si ‘La Noe’ volverá a esto, quedó asustada después de lo que le pasó…
—Che, no sé si vale la pena para ella… en cualquier momento te roban o un colectivo te manda a la mierda, nadie responde nunca.
La joven, según contaron, fue chocada sobre la calle Guatemala por un auto que no la socorrió, se cayó de la moto y sufrió algunos golpes en la pierna y codo izquierdo, nada de gravedad. Pero su moto sí quedó con secuelas, una luz y una defensa rotas, y una abolladura que su arreglo saldrá por lo menos en 60.000 pesos, ese día se había ganado 6.000 pesos. Ya había entregado el paquete y no tenía ningún servicio activo en la aplicación móvil, entonces Nohelia corrió con los gastos del accidente. Por suerte a ella no le pasó nada más allá de unos rasguños.
Sin embargo, según Pedidos Ya “los repartidores tienen a disposición un seguro que no solamente cubre el período en el que prestan servicio –independientemente de si tienen una orden activa o no–, sino que contempla un tiempo adicional para los traslados para repartir y el regreso hacia sus hogares. Este cubre accidentes personales, responsabilidad civil, reintegro de gastos médicos, lucro cesante, entre otros”.
🔔 ¡Tienes un nuevo pedido! Orden #299811 Buscar en La Sanguchería 10-25, Charcas 4514.
La falta de ART (Aseguradoras de Riesgos del Trabajo) es uno de los reclamos que intenta elevar ante el Congreso Nacional el Sindicato de Base de Trabajadores de Reparto por Aplicación, Sitrarepa. También piden que las tarifas para los repartidores suban, que se actualicen conforme a la inflación y que se establezcan vínculos contractuales formales para contrarrestar la vulnerabilidad a la que están expuestos y garantizar los derechos laborales como a cualquier trabajador.
Juan Manuel, de 41 años, otro de los congregados en el círculo de repartidores que esperaban la añorada notificación, opina que una regularización no le conviene y dice que el sindicato no lo representa. Según su apreciación, en un mundo hipotético en el que los deliverys sean trabajadores formales con contrato y prestaciones sociales, la cantidad de repartidores se reduciría ampliamente para que las empresas puedan garantizar los salarios, lo que resultaría en miles de repartidores desocupados.
—Perdés unas, pero ganás otras. Ahora, si vos querés ganar dinero suficiente te matás todo el día en la calle al sol y al agua, pero lo lográs, si yo tuviera un jefe, un horario y viendo como están los salarios hoy en día en el país, no creo que nos beneficie.
Juan Manuel es un repartidor curtido, tan curtido como sus mejillas que se le ven ajadas por el viento, frío y sol de los siete años que lleva montado en bici y en moto recogiendo y entregando comida. Admite que preferiría tener un empleo más estable, pero dice estar conforme con los 650.000 pesos en promedio que junta cada mes. Además, le gusta la camaradería que se arma cada tanto entre colegas.
🔔 🔔 🔔 ¡Tienes un nuevo pedido! Orden #534645 Buscar en Burger Joint, Jorge Luis Borges 1776.
Hacia las 22 horas Ramiro ya completa 21 entregas y casi 10 horas ganándose la vida como un repartidor en la ciudad de Buenos Aires, muy por encima de sus compañeros de “PeYa”, pues el 70 por ciento de los inscritos en la app se conectan entre 2 y 3 horas al día, según los datos recogidos por la empresa multinacional.
Ya casi se termina el sábado, pincha en el botón de apagar para no recibir más servicios, fue una jornada extenuante. Ha pasado la mayoría del día rodeado de comida, pero tiene hambre, ahora quisiera llegar a casa y pedir su propio delivery, estar del otro lado de la pantalla y elegir entre opciones de hamburguesas, shawarma, fritas, empanadas y otras delicias de medianoche, pero no. En un tupper en la heladera hay fideos con tomate para recalentar.