La noche en Santiago del Estero fue apenas la última escena de una película que Boca viene escribiendo solo, sin necesidad de un villano. La derrota ante Atlético Tucumán, que selló la eliminación en la etap de dieciseisavos de final de la Copa Argentina, estiró a diez la serie de partidos sin ganar y alcanzó una marca histórica: igualó la peor racha del club en sus 120 años de vida. Pero eso no es solo una estadística; es el resultado de una cadena de errores, decisiones equivocadas, conflictos internos y desconcierto general. Boca no es víctima de una mala racha. Es autor de su propia catástrofe.
El origen de esta crisis está más atrás, con la humillante eliminación en la Copa Libertadores a manos de Alianza Lima en la Bombonera, definida por penales y con un arquero de emergencia en una tanda caótica, en la que los propios jugadores decidieron sobre la marcha el orden de los ejecutantes. Fue uno de los golpes más duros en la historia del club, que dejó a Boca sin competencias internacionales y con la sensación de un ciclo agotado. El 27 de abril, la derrota por 2 a 1 contra River en el Monumental fue apenas el comienzo de la seguidilla. Esa tarde, Fernando Gago eligió un planteo de cinco defensores y un solo delantero, una apuesta que no dio resultado y marcó la pérdida definitiva del apoyo dentro del club y del vestuario. A partir de eso, la dirigencia lo sostuvo en el cargo durante dos meses, pero el DT ya no contaba con respaldo real. Cuando finalmente lo echaron, el equipo ya había perdido el rumbo.
En vez de apostar por un entrenador que tuviera pergaminos, el club optó por la vía más cómoda: Mariano Herrón, hombre de confianza de Juan Román Riquelme y director técnico de la reserva, asumió el mando con un interinato que se extendió más que lo conveniente. Apenas asumió, Herrón armó un equipo con los futbolistas predilectos del presidente, entre ellos, Alan Velasco, el refuerzo de los 10 millones de dólares que aún no estuvo a la altura de lo que se pagó por él. El amigo del presidente dirigió en tres partidos: Boca empató con Tigre, avanzó por penales frente a Lanús en una noche caliente en la Bombonera (con gritos de “que se vayan todos” desde las tribunas) y perdió contra Independiente.
Entre la salida de Gago y la llegada de Miguel Russo pasaron 31 días. Cuando el nuevo entrenador condujo su primera práctica, faltaban nueve días para que el plantel viajara al Mundial de Clubes, y dos semanas para el debut, ante Benfica. Todo empezó a las apuradas, con decisiones improvisadas y poco tiempo para depurar el plantel y reforzarlo. La dotación viajó completa, incluido Marcos Rojo, cuya salida parecía un hecho. Pero como Marco Pellegrino estaba lesionado (el club lo contrató sabiendo que no estaría disponible para el primer partido) y Ayrton Costa tenía demoras con la visa, Rojo volvió a ilusionarse con ser titular. Cuando Costa resolvió el visado, el defensor mundialista fue relegado al banco, lo que generó molestias. Días más tarde se bajó del cruce con Auckland City por una molestia física, discutió con Russo y desde entonces quedó marginado.
Mientras tanto, el equipo fue de más a menos en la cancha. Contra Benfica, Ander Herrera se lesionó en el primer tiempo y terminó expulsado por protestar desde el banco, algo raro en un jugador que suele ser tranquilo. En ese mismo partido, Nicolás Figal también recibió una tarjeta roja evitable sobre el final, dejando diezmado al equipo para el enfrentamiento con Bayern. Ya en el cierre de la fase de grupos, con el clima interno contaminado, Russo apostó por Edinson Cavani, que no tenía ritmo desde hacía dos meses. Se trató de una de las peores actuaciones del uruguayo, y ese mal momento se mantiene hasta ahora. El delantero acumula apenas tres goles en sus últimos 17 partidos. El último, ante Atlético Tucumán este miércoles, llegó demasiado tarde, después de varias oportunidades desperdiciadas.
Leandro Paredes, ya con un acuerdo cerrado, seguía de vacaciones. Incluso vio el partido frente a Benfica desde un palco en Miami. Y Boca sintió su ausencia. Porque no tuvo a Herrera. Y porque Milton Delgado, figura del ciclo anterior, casi no tuvo participación: en seis partidos bajo el mando de Russo jugó apenas un minuto. Otro misterio sin explicación. También llamó la atención la continua modificación de la posición de Malcom Braida, que pasó de extremo derecho a extremo izquierdo y luego a volante por la izquierda, sin rendir bien en ninguna de ellas. Y la insistencia con Velasco, que lleva más de mil minutos sin convertir y apenas registra una asistencia.
EL DESCUENTO DE CAVANI QUE NO ALCANZÓ
En la última del partido, el uruguayo tomó un rebote tras una gran jugada de Merentiel y puso el 1 a 2 ante Atlético Tucumán. #CopaArgentinaEnTyCSports pic.twitter.com/Mq2Z8TWx1d
— TyC Sports (@TyCSports) July 24, 2025
La interna se tensó aun más con el caso Carlos Palacios. El chileno acusó una molestia en una rodilla antes del viaje a Santiago del Estero para el compromiso por Copa Argentina, y Russo decidió no convocarlo. Palacios publicó un mensaje en el que negó problemas extrafutbolísticos, pero luego borró el posteo. Lejos de apagar rumores, los encendió. Y el entrenador, consultado en conferencia, eludió dar explicaciones.
La eliminación frente a Atlético Tucumán dejó a Boca sin una de las vías para meterse a la Copa Libertadores. Afuera, la imagen fue igual de complicada: al regresar al hotel, el plantel fue recibido con insultos por algunos hinchas. Ya de vuelta en Buenos Aires, evitó el contacto con la gente y salió por la pista. El jueves tuvo día libre, una decisión que no cayó bien entre los simpatizantes xeneizes. Ahora, con apenas dos entrenamientos en medio, Boca se enfrentará con Huracán el domingo, obligado a ganar para cortar una racha que igualó un récord histórico: pasó diez partidos sin triunfos en 1957 y en 2021, en este último caso, en el final del segundo ciclo de Russo. Nunca, entonces, llegó a 11.
Tampoco el banco de suplentes aporta soluciones, sino más confusión. A Russo, de 69 años, se lo ve desmejorado y se lo escucha perdido. Tras la eliminación de Copa Argentina, afirmó que Boca jugó bien y que el primer gol del Decano había llegado tras un “foul grande” a Leandro Paredes, que en realidad no existió.
Recién este jueves, Mauricio Serna, integrante del Consejo de Fútbol, esbozó una autocrítica a tono con la realidad: “El balance no es positivo. Estamos muy preocupados, pero también ocupados en cómo mejorar. Hay rendimientos que no están en su mejor momento. Sabemos que el presente no ha sido bueno, por más que en este último partido hubo pasajes de buenas sensaciones; no alcanza. Hubo opciones, pero no podemos quedarnos con eso ni ponerlo como pretexto. La realidad es que está costándonos demasiado”.
Boca se complicó solo con errores futbolísticos y dirigenciales, y perdió el rumbo. Por ahora, no parece ver el fondo de una crisis que lo tiene de rodillas.