Grabado en 1936, “Cross Road Blues” es un blues crudo sobre un hombre varado en una intersección oscura suplicando un aventón. Hasta entonces, Robert Johnson, el creador de esta canción, era considerado un joven músico sin talento. Sin embargo, luego de ausentarse por un tiempo, cuando regresó al circuito, los músicos que lo habían conocido como un guitarrista sin luces quedaron pasmados. Su habilidad era ahora sobrenatural, compleja y sin precedentes para la época.
El mismo Son House, una de las figuras del Blues más importantes del género por entonces, relató cómo Johnson, que en un principio solo tocaba la armónica y era un guitarrista muy pobre, había desaparecido por un tiempo para regresar con una habilidad extraordinaria, que había adquirido milagrosamente en un corto periodo.
A partir de esa anécdota minúscula, la leyenda más popular del blues nació a su alrededor. Desesperado por su falta de talento, Johnson había llevó su guitarra a una encrucijada de caminos (crossroads) en la intersección de las carreteras 49 y 61 en Clarksdale, una ciudad típica del Delta del Mississippi, a medianoche. Allí, se encontró con una figura magnánima, negra y misteriosa (el diablo), que tomó su guitarra, la afinó, tocó unas notas de blues sobrenaturales y se la devolvió, sellando un pacto. A cambio de su alma, Robert Johnson se convertiría en el maestro de blues más grande de todos los tiempos. Su estilo único, el uso de slide y sus letras con referencias demoníacas (como en “Cross Road Blues” o “Me and the Devil Blues”), alimentaron la creencia popular y el mito fáustico.
Mississippi en llamas
Por entonces, el Delta del Mississippi era una región fuertemente agraria. La vida en Clarksdale estaba dominada por la economía del algodón, y la mayoría de la población afroamericana trabajaba en grandes plantaciones, como aparcera o jornalera, en condiciones muy precarias. Y con la llegada de la Gran Depresión de los años 30, las condiciones empeoraron aún más. La caída de los precios agrícolas y la crisis económica generalizada exacerbaron la pobreza, especialmente entre la población negra, que vivía marginada.
Mississippi ya operaba bajo la legislación de Jim Crow, un paquete de 22 leyes contra el mestizaje que directamente prohibían los matrimonios entre las personas blancas y de “otras razas”, lo que significaba una estricta segregación racial en todos los aspectos de la vida: escuelas, transporte, establecimientos públicos y vivienda. Esto se traducía en opresión, falta de oportunidades y violencia para la comunidad afroamericana, todo lo cual contribuyó al desarrollo del Delta Blues.
A pesar de las dificultades, o quizás debido a ellas, Clarksdale se consolidó como un epicentro de un estilo de honda tristeza, surgido de las experiencias de la vida en las plantaciones, el trabajo duro, la pobreza, la migración y la lucha contra la opresión. La música era una forma de expresión, lamento y esperanza para los trabajadores. Un retrato del Sur profundo de Estados Unidos, pero que al mismo tiempo hervía con la intensa creatividad y el sonido atemporal del blues.
Muchos de los pioneros del género vivieron o actuaron en la ciudad o sus alrededores, incluyendo figuras icónicas como Muddy Waters, quien vivió en una cabaña de los alrededores o el propio Robert Johnson, también conocido como el “Rey del Delta Blues”, protagonista de aquella legenda del cruce de caminos donde vendió su alma al diablo.
El diablo en el cuerpo
Nacido en Hazlehurst, Mississippi, la vida de Johnson se mantiene hasta hoy envuelta de misterio, con solo dos fotos publicadas y un total de 29 canciones registradas en solo dos sesiones de grabación, en Texas, en los años 1936 y 1937.
Su estilo magistral con el slide y sus complejas composiciones influenciaron a innumerables músicos de blues y rock, incluyendo a Eric Clapton y los Rolling Stones. Pero lo que decididamente lo convirtió en mito fue su muerte temprana en 1938, con apenas 27 años de edad, inaugurando el infame “Club de los 27”, que vino a reforzar la idea de que su vida y su música estaban atadas a un pacto oscuro.
Desde entonces, “Cross Road Blues” se convirtió en uno de los temas más versionados en la historia del blues y el rock. La versión más popular es seguramente la interpretada por Cream -la banda liderada por Eric Clapton-, publicada en el álbum Wheels of Fire (1968) como “Crossroads”, una potente versión de rock eléctrico. Se destacan además las versiones de Elmore Jame, “Standing at de Crossroad”, grabada en 1954 y 1960-61, como una de las primeras versiones eléctricas adaptada al estilo del blues de Chicago y una versión más cruda de Johnny Winter, “Crossroads”, incluida en el álbum Still Alive and Well (1973).
Pero la leyenda siguió dando qué hablar y hasta se adaptó a la pantalla grande. Existe una película de 1986 titulada Crossroads (conocida en español como Encrucijada o Cruce de caminos), que está fuertemente inspirada en la leyenda de Robert Johnson y su “Cross Road Blues”.
Dirigida por Walter Hill, la película sigue a Eugene Martone (Ralph Macchio), un joven y talentoso guitarrista clásico fanático del blues que se obsesiona con encontrar una supuesta “canción perdida” de Robert Johnson. Para ello, se une a un viejo y malhumorado bluesman, Willie Brown (Joe Seneca), quien lo habría conocido. A partir de una trama sencilla, el film evoca el momento en el que el “Rey del Delta Blues” entrega su alma al diablo en el cruce de caminos para obtener su asombroso talento con la guitarra.
También hay un documental en Netflix, Devil at the Crossroads (El diablo en la encrucijada), que indaga en la vida de Robert Johnson y la leyenda del pacto con el diablo. Incluido en la serie “ReMastered”, en lugar de limitarse a contar al detalle la legenda, el documental busca desentrañar la verdad histórica detrás de la figura enigmática de Robert Johnson a partir de la escasa información biográfica disponible y las múltiples leyendas nacidas alrededor del artista, cuya brevísima carrera y muerte temprana lo convirtieron en mito y legenda.
A través de entrevistas con familiares, historiadores de la música y músicos contemporáneos como Keith Richards, una de las voces más destacadas, el documental intenta discernir si la historia de su talento sobrenatural se debe a un pacto infernal o, más probablemente, a un período de intensa y solitaria práctica de la guitarra.

En última instancia, el valor de El diablo en la encrucijada no reside en probar o refutar el mito del cruce de caminos, sino en reafirmar la importancia de Robert Johnson, el hombre detrás de la leyenda. A pesar de haber dejado apenas 29 canciones grabadas, su estilo con la guitarra y las letras cargadas de angustia y misticismo lo cimentaron como una figura clave en la historia del blues.
