En el cambiante panorama de las tendencias en citas, cada cierto tiempo surge un fenómeno que gana notoriedad en redes sociales. El más reciente es el “shrekking”, una práctica que consiste en salir a propósito con alguien considerado “por debajo de los propios estándares” con el objetivo de mantener una posición de control en la relación.
En pocas palabras, se trata de una tendencia que toma su nombre del personaje animado Shrek, ya que en las redes sociales se popularizó la idea de “andar con Shrek” como metáfora de estar con alguien percibido como poco atractivo o de menor estatus.
El término, que circula con fuerza en plataformas digitales, se asocia a la idea de minimizar riesgos de rechazo y reforzar la autoestima mediante la creación de una jerarquía artificial en la pareja.
Sin embargo, detrás de esta aparente ventaja psicológica, se ocultan dinámicas de dominación, inseguridad y desequilibrio emocional que, según investigaciones citadas por el psicólogo Mark Travers en su análisis para Forbes, convierten al shrekking en una de las tendencias más tóxicas del momento.
Factores psicológicos detrás del shrekking
De acuerdo con Travers, el shrekking funciona como un mecanismo defensivo frente a la vulnerabilidad que implica relacionarse con alguien percibido como un igual o incluso como alguien fuera de alcance. Al salir con una persona considerada “inferior” en esta jerarquía subjetiva, se reduce el temor al rechazo y se mantiene la ilusión de control.
Una investigación publicada en el Journal of Personality and Social Psychology examinó cómo la autoestima y la construcción relacional influyen en el riesgo que asumen las personas al acercarse emocionalmente a una pareja.
El estudio determinó que quienes cuentan con una baja autoestima relacional y mayor independencia tienden a involucrarse en comportamientos que generan intimidad, mientras que quienes basan su autoconcepto en sus relaciones suelen evitar esos riesgos por miedo a perder estabilidad.
Bajo esa lógica, elegir parejas percibidas como menos valiosas se convierte en una estrategia para proteger la propia imagen y evitar vulnerabilidad.
Primer riesgo: la atención a las alternativas
El shrekking no solo se relaciona con la búsqueda de seguridad, también modifica la forma en que las personas se vinculan con la atracción y el compromiso.
Cuando uno de los integrantes se siente deliberadamente superior, la validación y el control pasan a ocupar un lugar central, desplazando la intimidad genuina.
Un estudio de 2024 publicado en Archives of Sexual Behavior analizó cómo el poder percibido dentro de una relación impacta en el comportamiento de apareamiento.
Los investigadores concluyeron que quienes se perciben con mayor poder son más propensos a mostrar interés en alternativas románticas, impulsados por la idea de tener un mayor “valor de pareja”.
En estas condiciones, el control no solo eleva la sensación de seguridad, también puede incentivar dinámicas de distanciamiento emocional e infidelidad.
El análisis de Travers destacó que incluso cuando el desequilibrio es sutil, los efectos sobre la relación resultan significativos. El poder percibido predice de forma consistente una mayor atracción hacia otras personas, lo que mina la confianza y debilita los cimientos del vínculo.
Segundo riesgo: dominio y control en la relación
El sentimiento de estar “fuera del alcance” de la pareja genera una dinámica condescendiente en la que se espera gratitud y complacencia del otro. Aunque esta posición pueda resultar inicialmente atractiva para quien la ejerce, con el tiempo puede transformarse en formas dañinas de dominancia.
Un estudio publicado en Social and Personality Psychology Compass encuestó a más de 1800 participantes al inicio de la pandemia y realizó seguimientos a los 10 y 22 meses.
Los resultados mostraron que las personas con mayor poder en sus relaciones, sumado a altos niveles de estrés, tendían a desarrollar conductas más dominantes.
Según el psicólogo, este hallazgo subrayó cómo los desequilibrios de poder pueden intensificarse con factores externos, generando un terreno fértil para el control excesivo.
En estas circunstancias, patrones aparentemente menores, como tomar siempre las decisiones o marcar el ritmo de la vida en pareja, pueden consolidarse hasta convertirse en dinámicas de dominio que deterioran la igualdad y la confianza.
El poder como factor determinante
El poder actúa de manera silenciosa pero decisiva en las relaciones románticas. Según Travers puede transferirse sin intención, cuando uno de los miembros asume más responsabilidades o impone sus preferencias en la rutina diaria.
Cuando el equilibrio se rompe, la relación se convierte en un espacio donde uno de los integrantes carga con un exceso de responsabilidad y el otro cae en la dependencia. Este contexto no solo refuerza inseguridades, también condiciona la percepción de sí mismo y del otro en una escala competitiva.
El análisis remarcó que prácticas como el shrekking alimentan una ilusión de seguridad basada en la comparación y el control, pero terminan debilitando el respeto y la confianza mutuos. Clasificar a la pareja en un nivel jerárquico impide verla como un igual y obstaculiza la construcción de vínculos sólidos.