No hay diálogos, está animada con un programa al que cualquiera podría acceder y procede de un país sin apenas tradición cinematográfica. Nada podría haber indicado que Flow, un mundo que salvar se iba a convertir en una de las grandes sensaciones de 2024, y sin embargo ha empezado este año coronándose en casi cualquier gala de premios por la que ha pasado. Imponiéndose a otros títulos de animación como Del revés 2, Wild Robot o Wallace y Gromit: La venganza se sirve con plumas, la película sobre un pequeño gato en medio de una gran inundación llega ahora a plataformas.
Flow, un mundo que salvar llega a Filmin el próximo 16 de mayo, tan solo unos meses después de su triunfal paso por cines, donde conquistó a los espectadores más jóvenes pero también a los grandes por su conmovedora historia y su particular animación. Muchos se fijarán en que el filme de Letonia no presenta una animación tradicional, sino que está realizado a través de un programa de animación digital. Lo que pocos saben es que ese programa es de acceso abierto al público, por lo que técnicamente cualquiera podría hacer una película así. Solo que no saldría con tanta precisión, elegancia y sobre todo, corazón.
La película arranca en un territorio desconocido pero salvaje, y sigue de cerca a un pequeño gato negro que intenta sobrevivir a la catástrofe. Para ello, encuentra apoyo en otros animales que lo acompañan en un bote para huir; un perro amistoso y divertido, un lemur desconfiado y algo egoísta y una capibara leal e inteligente, además de otros como una ave secretaria que los sobrevuela y sirve de guía sobre el territorio que exploran. De esta forma, Flow, un mundo que salvar no solo funciona como un relato ecologista sobre el fin del mundo, sino que también te pone en la perspectiva de cómo perciben los animales este tipo de situaciones y cómo surge su instinto de supervivencia en cada caso.
Animación al detalle con animales auténticos
Para ello, ha sido tremendamente importante la animación escogida. Según el director de la película, Gints Zilbalodis, no querían que los animales actuaran como humanos para que así el espectador pudiera empatizar con ellos. “Si el gato se comporta como un imbécil, lo perdonamos fácilmente. No seríamos tan indulgentes si se tratara de un personaje humano”, explicaba. Para clavar los movimientos del gato se basaron en una extensísima biblioteca de vídeos de gatos online y, para comprobar cómo se desenvolverían en el agua, visitaron el zoo para ver a un tigre nadar.
Por otro lado, todo está animado a mano. Incluso cuando el gato maneja el barco los movimientos son lo más precisos posibles, imaginando cómo sería si esto ocurriera de verdad, sin rasgos antropomorfos. También los sonidos son de animales reales, no de humanos. En el caso de los perros, intentaron conseguir ladridos de la misma raza para que el sonido fuese lo más verídico posible: el shiba inu fue hecho por un shiba inu, el retriever por un retriever.
El gran reto fue la capibara: “El diseñador de sonido fue al zoo y tuvo que hacerle cosquillas en la tripa a la capibara para que hiciera algún ruido. El sonido que salió fue un chillido agudo, como el de un chihuahua, que no encajaba con la personalidad de nuestro personaje. Al final, nos decidimos por la voz de una cría de camello. El cine está lleno de ilusiones, pero a veces las ilusiones se sienten más reales que la realidad”, desvelaba Zilbalodis, quien ha visto como su sueño se ha cumplido con una película que sin duda ha sorprendido a todos y demostrado por qué el poder de la animación es infinito.