Los enemigos del arte contemporáneo tendrán una nueva ocasión para rabiar por los 12,1 millones de dólares que alcanzó en Sotheby’s un inodoro al ofrecerse al mejor postor junto con otras obras cotizadas en Sotheby’s de Nueva York. No es el mingitorio de Duchamp, sino una versión del retrete de oro macizo de Maurizio Cattelan, titulado America, donde miles de personas han podido hacer sus necesidades con clase, ya que estuvo exhibido en el baño de un museo y se podía usar.
El valor alcanzado luego de que los ricos del mundo se disputaran este trono fue determinado inicialmente en diez millones de dólares por el valor del material con que está hecho, unos 100 kilogramos de oro macizo de 18 quilates. Pero es una pieza que además tiene historia: ha sido ofrecida en préstamo a la Casa Blanca para Donald Trump y también fue robada. Esta es su segunda edición.

El catálogo de la prestigiosa casa de subastas defiende “la genialidad de la obra de Cattelan” que -dice- “reside en su cuestionamiento de la noción de valor. Si durante siglos se ha cuestionado el arte por la supuesta intangibilidad de su valor, aquí el artista invierte esa crítica, creando una obra cuyo valor subjetivo queda desbaratado por su valor absoluto y objetivo. Al hacerlo, Cattelan —el provocador por excelencia— se infiltra en el propio sistema del mercado y en las instituciones que durante tanto tiempo han sostenido el mundo del arte”.
America es una más de las tantas piezas con las que Cattelan viene poniendo en crisis el sistema del arte. Su primera exposición, por ejemplo, era un cartel en la puerta de la galería que decía “enseguida vuelvo”. Otra vez, colgó un caballo embalsamado debajo de la cúpula de ingreso en la Tate Gallery. En su retrospectiva en el Guggenheim de Nueva York, en 2011, colgó sus obras del techo “como si fueran salames”. En Buenos Aires, en 2018, hizo un cementerio para vivos. Bueno, no lo hizo él, sino los artistas locales que se sumaron a su convocatoria. Afirma que ya no produce obras nuevas. Y tampoco da entrevistas. Pero en aquella oportunidad a LA NACION contestó algunas preguntas y confirmaba su deseo de no volver al arte: “Sigo en crisis. Siento ganas de cambiar de aire, de ambiente”. La Revoluzione siamo noi, de 2000, es una pieza interesante: se representa a sí mismo enfundado en el traje de fieltro de Joseph Beuys (el artista chamán alemán que decía que todo hombre es un artista). La obra se presenta colgada de un perchero de tienda.

Su última aventura global fue Comediante, la banana pegada con cinta en la pared durante Art Basel Miami en 2019. Sus tres ediciones se vendieron por alrededor de 120.000 dólares en la feria. El 20 de noviembre de 2024 se remató una edición más en 6,24 millones de dólares en Sotheby’s. Era solo una banana y no una pieza de oro macizo, con tantas historias.
Volviendo al toilette, América se convirtió en un fenómeno cultural cuando se instaló en el baño del Museo Guggenheim de Nueva York en 2016. Se animó a los visitantes a usar el baño como cualquier otro: ¡más de 100.000 personas hicieron cola para atravesar esa experiencia! El museo, elegante, invitaba a experimentar “una intimidad sin precedentes con una obra de arte”.
Un año más tarde, Cattelan quiso que se sentara en su obra el mismísimo Donald Trump. En 2017, la oficina del entonces presidente solicitó al Guggenheim de Nueva York el préstamo del cuadro de Van Gogh Paisaje con nieve (1888), para la Casa Blanca. El museo se negó, sugiriendo que, en su lugar, Trump podría solicitar prestado el dichoso inodoro de oro macizo. Esta provocativa respuesta no hizo gracia y fue ignorada.
Otro capítulo data de 2019, cuando fue exhibido y posteriormente robado del Palacio de Blenheim en Oxfordshire, Inglaterra, lugar de nacimiento y residencia ancestral de Sir Winston Churchill, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. La pieza estaba instalada y en uso en el mismo cubículo donde Churchill tantas veces meditó los destinos del mundo. Los ladrones entraron por la ventana una madrugada y causaron estragos en la propiedad al dejar los caños de agua sueltos. Cattelan, con su característico humor, fue entonces el primer sospechoso. “Siempre me han gustado las películas de robos y por fin estoy en una. ¿Acaso los ladrones de esta obra son los verdaderos artistas?”, declaró en aquel entonces. Pero no. Los cinco responsables ya fueron juzgados, pero la obra no apareció. Se cree que la vendieron por kilo.
Desde hace semanas, el inodoro de lujo está instalado en un baño del Edificio Breuer de Nueva York, que abrió sus puertas en noviembre como la nueva sede de la casa de subastas Sotheby’s, con 281 años de historia.

Fuera de chiste, la operación de Cattelan es interesante. Revierte la del francés Marcel Duchamp, que con Fuente (1917) dio inicio al arte contemporáneo: el artista es quien decide qué es arte, con solo señalarlo y ponerlo sobre un pedestal. Cattelan lo hace al revés: crea una escultura con un material noble y la pone a trabajar con su función más terrenal, quitándole toda sacralidad como obra de arte.
El récord de subasta del artista se estableció en 2016 cuando su obra Him o Él (una cabeza de Adolf Hitler con el cuerpo de un niño arrodillado en posición de oración) se vendió por 17,2 millones de dólares. “América es la obra maestra de Maurizio Cattelan. Refleja, tanto en sentido figurado como literal, el mundo del arte y confronta las preguntas más incómodas sobre el arte y los sistemas de creencias considerados sagrados por las instituciones del mercado y el museo”, se entusiasma David Galperin, director del departamento de Arte Contemporáneo de Sotheby’s Nueva York.
