David Rieff: “La corrección política va a destruir la cultura occidental”

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David Rieff, escéptico con la cultura del presente.

No puede ser más contundente el historiador David Rieff cuando habla del wokismo, o eso que conocemos como “corrección política”, como política de las identidades y, un poco para el pensamiento progresista. Dice Rieff, por ejemplo: “El fracaso en contener la inflación, la drástica escalada de la guerra en Ucrania, la invasión china de Taiwán, otra pandemia y el cambio climático: todo ello amenaza en potencia el orden capitalista. ¿Que Pop, la mascota de Rice Krispies, se rebautice como mujer trans? No es más que un buen negocio“. Como si dijera: hablemos de cosas serias.

Y de cosas serias se ocupa, por ejemplo, en su libro más reciente, Deseo y destino. Escribe, por ejemplo: “La ideología de la DEI -Diversidad, Equidad e Inclusión- presta el servicio esencial de conferir legitimidad moral a un sistema capitalista en Occidente que, tras la decadencia del cristianismo y el vaciamiento del Estado nación, la precisaba con urgencia“.

Y más, mucho más. De esta crítica se trata este libro que no escribe un representante de la “batalla cultural” ni un líder de la nueva derecha. David Rieff es analista político, es autor de no ficción y, bueno, es el hijo de la enorme ensayista Susan Sontag, a quien en el libro cita como “mi madre” (¿cómo le iba a decir? ¿La profesora Sontag?). Su libro está dedicado al escritor y cineasta argentino Edgardo Cozarinsky. Desde Barcelona, donde justamente participa de un homenaje a Cozarinsky, Rieff habla por zoom, en castellano, con Infobae.

-¿Qué fue lo que vio y que lo llevó a escribir en términos tan críticos sobre las políticas identitarias, lo que ese conoce como woke?

-Fui viendo cuestiones sobre la identidad, la aparición de una nueva izquierda cultural sin gran originalidad en términos económicos.

David Rieff en su diálogo con Infobae desde Barcelona, septiembre de 2025.

-En el libro hablás de cambiar algo para que no cambie nada… y decís que si hay una identidad de la que no se habla es la de clase. Pero uno podía pensar que lo woke era lo progresista…

-Se presentan como el movimiento emancipatorio de la época, pero es una emancipación que no enfrenta ni al capitalismo ni a nada, sólo busca una representación más amplia. Es decir: “bueno, voy a seguir trabajando en el Banco Tal, pero con mi identidad trans respetada”. Es una política de izquierda sin alternativa económica. Creo la política identitaria ha triunfado durante una década por eso: porque no presenta un desafío fundamental sistema capitalista actual. Esto no es decir que no se oponga al sistema actual, lo hace, pero en términos culturales, no económicos.

-Pero…

-Y, bueno, el capitalismo puede vivir muy amigablemente con eso. Claro que ahora, con Donald Trump, algo cambió. Parte de la contrarrevolución de Trump tiene que ver con destruir la política identitaria, el sistema woke. Y muchas empresas importantes se pueden plegar a ese intento. Es una contrarrevolución cultural.

-¿Por qué ahora habría esa contrarrevolución? En el libro mostrás cómo las empresas y hasta la CIA se adaptaron a lo woke pero Trump y Milei proponen más capitalismo y batalla cultural.

-Creo que la política identitaria woke, al menos en Estados Unidos, ha sido demasiado extremista, sobre todo con el fenómeno trans. Hoy hay una resistencia a la ideología trans en ese país, y creo que también en otros, como Inglaterra o Australia. Los dirigentes de la centroizquierda se han identificado con movimientos de emancipación trans y han sido demasiado radicales para el electorado. Creo que han, entre comillas, abierto la puerta a que regresara la derecha. Lo notable es que, en muchos casos, la derecha se sirve de la misma retórica que el woke.

-Es decir…

-Dicen “no me siento seguro” con tal cosa o “me siento amenazado” con tal otra. Por frases, retórica. Es una idea woke, la victoria de una visión por la que la violencia real y la metafórica tienen el mismo peso.

-Vos hacés alguna relación con el protestantismo…

-Entre la idea protestante de la fe, que no hay intermediario entre vos y Dios, y la subjetividad radical del wokismo. A ver: yo soy biológicamente, anatómicamente masculino en todos los sentidos, en todos los aspectos. Pero yo te digo: “soy mujer”. Y vos, mi interlocutor, tenés que aceptarlo. Mi visión subjetiva de la realidad es más importante que un hecho biológico. Para mí, hay un vínculo bastante evidente entre la idea protestante que el individuo puede definir su relación con Dios -que no haya un sacerdote para interpretar ni nada- y la idea de esa subjetividad: “me identifico así y el resto del mundo lo tiene que aceptar”. Esto parece muy protestante. Y se extiende a otros países por la influencia cultural de Estados Unidos, que existe todavía.

-¿Desde el lado, digamos, progresista?

-Es la moda intelectual, ahora con gente como Judith Butler o Wendy Brown. Esa hegemonía está liderada por personas que se identifican como críticos muy severos del “imperio”, así, entre comillas. ¿Cuánto va a perdurar esto? No lo sé, y no veo el woke como algo que vaya a ser adoptado en China, en Vietnam o en la India. Me parece poco probable.

-¿Por qué?

-Porque resulta extraña la idea de que la sociedad tenga que adaptarse al individuo. Es todo el contrario para ellos: allí es la comunidad la que pone las normas y tenés que someterte. No veo cómo podrían llevar esa visión subjetiva al futuro, porque finalmente, en términos económicos, el centro del mundo se está mudando hacia Asia.

-En el libro decís que el esplendor de la cultura occidental ya pasó.

-Sí, hay muchas razones para eso y creo que el woke es parte del fin. Hoy nadie cree en la gran cultura, en Occidente todos quieren contar sus autobiografías. Y no es posible reconciliar este deseo con la gran cultura, porque para dialogar con la gran cultura tenés que someterte al pasado, y nadie quiere hacerlo. Quieren cantar las canciones de sí mismos, como hubiera dicho Walt Whitman.

-¿Cómo es lo del pasado?

-En la gran cultura el pasado vale más que el presente. Y ahora, para nosotros, el presente vale más. Es imposible hacer cultura seria en este contexto porque, finalmente, vos entrás en una conversación que existió antes de tu nacimiento y que va a existir después de tu fallecimiento. Para la cultura woke, el pasado es simplemente el prólogo de nuestra época. Hay que sentir una cierta ternura ante esto porque es un narcisismo tan ingenuo… Es un momento muy autocentrado, muy ingenuo, muy narcisista… Y finalmente la cultura va a mudarse a Shanghái o no sé a dónde.

-Decís que el único modo de la cultura que tolera esta época es lo kitsch. ¿Por qué?

-La idea de que la cultura nos lleva a un mundo mejor es una visión completamente narcisista y autocentrada de la cultura. La cultura es un epifenómeno de la vida material. Por lo menos eso creo yo, que no soy marxista pero soy materialista. Creo que la corrección política, el woke, va a destruir la gran cultura occidental y posiblemente, en el futuro, a varias otras. ¿Y luego qué va a suceder? Tendremos la cultura popular sin haber deseado hacerlo. El resultado del woke será asegurar la victoria Taylor Swift.

-No entiendo cómo el woke destruye.

-Van a destruir la gran cultura sin reemplazarla con algo emancipatorio. Porque, finalmente, como el movimiento woke no cambia nada en la economía, entonces lo que produce dinero va a prevalecer y lo que produce más dinero es la cultura popular kitsch. Esa es la cultura más exitosa en términos materiales. Entonces será la victoria del dinero, finalmente. Dinero con justificaciones o pretextos morales: que la experiencia de escuchar a Bach no es democrática, por ejemplo. Todos pueden disfrutar de Taylor Swift o del rap o no sé qué. Hoy, en las facultades de humanidades hay un énfasis sobre la cultura popular. Podés hacer un doctorado estudiando Bruce Springsteen o a Beyoncé.

-¿Eso está mal?

-No, está muy bien, pero no me jodas con la idea de que es una emancipación auténtica. Eso es nada más que una distracción, una. broma amarga.

-Vuelvo a la relación con el pasado porque no puedo dejar de preguntarte cuánto pesa en vos ser el hijo de Susan Sontag.

-He aprendido mucho de mi madre, pero probablemente soy la persona menos competente para definir mis vínculos con su obra. Lo que me ha afectado mucho es su posición contra la metáfora. Porque un aspecto principal del wokismo es la metaforización de la experiencia. En este sentido, sí, una parte de mi análisis tiene una deuda importante a la obra de mi madre. En otros aspectos, un poco menos. Yo me intereso mucho más por la Historia. Ella era más una persona de ideas eternas.

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