De cuasi a mini: ¿cuántos cuerpos celestes acompañan realmente a la Tierra, además de la Luna?

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La Luna es el principal satélite natural de la Tierra, pero recientes observaciones revelaron que el planeta está rodeado por varios cuerpos celestes que enriquecen su entorno orbital (Freepik)

La imagen tradicional de la Tierra acompañada únicamente por su Luna fue enriquecida por recientes hallazgos astronómicos. Aunque esta continúa siendo el único satélite natural permanente del planeta, la Tierra se encuentra rodeada por una multitud de objetos que, en ocasiones, comparten su trayecto alrededor del Sol o quedan atrapados de manera temporal por su gravedad.

Esta compañía celeste, formada por cuasi-lunas y mini-lunas, complica la respuesta a una pregunta aparentemente simple planteada por National Geographic: “¿Cuántas lunas tiene realmente la Tierra?”.

Para entender este fenómeno, es esencial distinguir entre los distintos tipos de cuerpos en órbita. La Luna, claramente visible y protagonista de las noches terrestres, permanece como el único satélite natural permanente.

No obstante, existen las cuasi-lunas, que no orbitan la Tierra directamente, sino que comparten su órbita solar. Por su trayectoria, parecen rodear el planeta, aunque siguen su propio recorrido alrededor del Sol. Además, las mini-lunas son pequeños asteroides que la gravedad terrestre captura de forma temporal: orbitan el planeta durante breves periodos hasta que escapan de su atracción.

El entorno de la Tierra está habitado por pequeños objetos que, aunque no permanentes, comparten trayecto y dinámica con nuestro planeta en el sistema solar (Imagen Ilustrativa Infobae)

Cuasi-lunas: número y características

Hasta el momento, se identificaron al menos siete cuasi-lunas, aunque los astrónomos consideran probable la existencia de más, aún no detectadas. El descubrimiento más reciente, denominado PN7, fue registrado por el Observatorio Pan-STARRS en Hawái a finales de agosto.

Este objeto, de tamaño comparable a un edificio, acompaña a la Tierra desde mediados de los 60 y se prevé que abandonará su configuración actual en 2083. Estas cuasi-lunas presentan tamaños variables: desde nueve metros hasta 300 metros de diámetro y su presencia resulta tan efímera como impredecible.

Kamoʻoalewa, identificada en 2016, permaneció como cuasi-luna durante cerca de un siglo y probablemente mantendrá ese estatus por otros 300 años. Ben Sharkey, astrónomo de la Universidad de Maryland, destacó que estos hallazgos obligan a replantear la visión tradicional de un sistema solar estático y ordenado.

Estos asteroides mantienen trayectorias paralelas a la órbita terrestre, desafiando las nociones tradicionales sobre los cuerpos que pueden acompañar a un planeta (Europa Press)

Mini-lunas: detección y estimaciones

La detección de las mini-lunas es aún más compleja debido a su menor tamaño. Se registraron únicamente cuatro hasta hoy; la más reciente, de tamaño similar a un micro escolar, fue capturada por unos meses antes de escapar.

Según Grigori Fedorets, de la Universidad de Turku, la mayoría de estas mini-lunas son pequeñas como rocas, lo que dificulta su observación.

Aunque actualmente no hay ninguna identificada orbitando la Tierra, análisis recientes sugieren que en cualquier momento podría haber al menos una de varios metros de diámetro e incluso hasta seis acompañando temporalmente al planeta.

Debate científico y clasificación

La clasificación de estos objetos generó un debate abierto en la comunidad científica. No se definieron criterios oficiales para determinar qué debe considerarse “luna” de la Tierra. Algunos, como Sharkey, se preguntan si una nube de polvo constituiría una sola luna o cientos de miles, dada la cantidad de partículas.

Se trata de pequeños asteroides capturados temporalmente por la gravedad de la Tierra, permaneciendo en órbita durante semanas o meses antes de continuar su viaje espacial (NASA/JPL-Caltech)

Esta incertidumbre se extiende incluso a cuerpos como Kamoʻoalewa, apenas del tamaño de una noria. La ausencia de reglas claras para identificar estos acompañantes temporales pone de manifiesto la dificultad de establecer límites nítidos entre satélites, cuasi-lunas y mini-lunas.

Origen y estudio de los acompañantes temporales

El origen de estos objetos permanece en investigación. Una de las hipótesis principales sostiene que algunos serían asteroides cercanos a la Tierra, desplazados desde el cinturón principal entre Marte y Júpiter por influencia gravitatoria.

Otra posibilidad es que ciertos cuerpos sean fragmentos desprendidos de la Luna tras impactos. Análisis de Kamoʻoalewa mostraron características similares a las rocas lunares, lo que sugiere posible origen lunar; incluso, la mini-luna más reciente apunta en esta dirección. También se baraja la teoría de que se trate de restos de una antigua población de asteroides cercana a la Tierra.

Según Sharkey, no hay razón para descartar explicaciones múltiples, ya que estos acompañantes pueden tener orígenes diversos.

Las investigaciones apuntan a que estos objetos pueden tener múltiples procedencias, desde asteroides desviados hasta fragmentos desprendidos de la propia Luna, lo que abre nuevas líneas de análisis para la ciencia planetaria (NASA GODDARD/ERNIE WRIGHT)

Tecnología y futuro de la detección

El progreso tecnológico resultó clave para detectar estos pequeños cuerpos. Telescopios como Pan-STARRS identificaron objetos tan reducidos como PN7, y el próximo Observatorio Vera C. Rubin ampliará el catálogo de cuasi-lunas y mini-lunas.

Fedorets señaló que el estudio de estos objetos reaviva el interés por la mecánica celeste, disciplina que en el pasado transformó la percepción humana del universo. Aunque el hallazgo de mini-lunas no representa una revolución copernicana, demuestra que el cosmos permanece en constante cambio, con la gravedad reconfigurando el entorno cercano a la Tierra de manera continua.

A pesar de la presencia de estos visitantes efímeros, la posibilidad de que la Tierra capture una luna permanente es extremadamente remota. Fedorets sostiene que solo un encuentro cercano con un cuerpo de tamaño planetario podría cambiar este escenario, algo ya imposible en la historia actual del sistema solar.

Así, la Tierra sigue siendo el único planeta del sistema solar con un único satélite natural permanente, aunque su espacio inmediato esté poblado por una multitud de acompañantes transitorios. Cada uno de estos cuerpos, según la visión recogida por National Geographic, aporta una compañía que suaviza la soledad cósmica del planeta y recuerda que, aunque la Tierra solo disponga de una luna oficial, nunca viaja completamente sola por el espacio.

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