Una marea de banderas palestinas recibía este domingo en Madrid a los ciclistas de la Vuelta a España, cuya última etapa tuvo que ser cancelada después de que el recorrido se viera invadido por manifestantes que protestaban por la ofensiva de Israel en Gaza y por la participación de un equipo de este país en la carrera.
Las protestas se venían sucediendo desde hacía semanas en las distintas ciudades y pueblos a los que llegaba la Vuelta, donde los gritos de “Palestina libre” y “genocidio” se mezclaban con los aplausos a los ciclistas.
La cancelación de la última etapa de la carrera generó una polémica partidista en España, en parte por las declaraciones del presidente del gobierno, Pedro Sánchez quien, antes de que la carrera llegara a Madrid y se desbordara el recorrido, expresó su “admiración a un pueblo como el español que se moviliza por causas justas, como la de Palestina”.
La oposición de derecha y de extrema derecha le acusó de alentar la violencia y de aprovechar la ocasión para hacer política.
“Lo que ha sucedido hoy en Madrid es fruto y resultado del odio y la violencia que llevan siendo adelantadas de forma irresponsable durante los últimos días por dirigentes de la izquierda, por dirigentes del Gobierno y especialmente hoy por el presidente, Pedro Sánchez”, dijo el alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, del conservador Partido Popular.
Mientras, el ministro de Exteriores de Israel, Gideon Shaar, culpó a Sánchez de “alimentar” las protestas y de “alinearse con Hamás”.
Sin embargo, ese océano de banderas palestinas que se vio en las calles de Madrid refleja en la calle lo que una reciente encuesta del Real Instituto Elcano ponía en cifras: el 82% de los españoles califica de “genocidio” lo que Israel está haciendo en Gaza, pese a que el gobierno israelí insiste en que están respondiendo a los ataques del 7 de octubre de 2023 contra su territorio y luchando para acabar con la amenaza “terrorista” de Hamás.
Y no solo eso. Lo que ocurrió el domingo también pone de manifiesto una relación histórica que viene de muchas décadas atrás.
En opinión de Luz Gómez, catedrática de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), la solidaridad de muchos españoles con Palestina es “transversal a las distintas sensibilidades políticas o ideologías, porque no es una cuestión de izquierdas o de derechas”.
Este apoyo, de hecho, está muy relacionado con la propia historia de un país que no reconoció el Estado de Israel hasta 1986.
Francisco Franco, el dictador que gobernó España entre 1939 a 1975, mantuvo una relación muy estrecha con los países del sur y el este del Mediterráneo.
España sufría entonces un fuerte aislamiento internacional por el apoyo que el régimen de Franco había prestado a las potencias del Eje durante la Segunda Guerra Mundial. Las Naciones Unidas, de hecho, negaron el ingreso de España a la organización hasta 1955, y muchos países occidentales retiraron a sus embajadores de Madrid.
Franco encontró en los países árabes, muchos de los cuales estaban accediendo a la independencia en esos años, “un respiradero en el plano internacional”, señala Haizam Amirah Fernández, director ejecutivo del Centro de Estudios Árabes Contemporáneos (CEARC).
Los países árabes se convirtieron en un poderoso aliado que finalmente le otorgó el apoyo necesario para entrar en la ONU y la progresiva normalización del régimen franquista en el panorama internacional.
Amistad con los países árabes
Durante estos años, muchos jóvenes árabes, entre ellos muchos palestinos, viajaron a España para estudiar en sus universidades. Esto sucedió gracias a las facilidades que les otorgaba el régimen franquista y también al relativo bajo costo de la vida en el país, en comparación con otras naciones occidentales.
Muchos de ellos, de hecho, acabaron formando una familia en España y decidieron quedarse.
Además, según Luz Gómez, los españoles, al no haber participado en la Segunda Guerra Mundial, “nunca se han sentido especialmente responsables de lo que supuso la creación del Estado de Israel como una posible salida al Holocausto y a la situación de los judíos europeos que habían sufrido el nazismo y el fascismo”.
De esta forma, cuando en España llegó la transición y finalmente la democracia, los palestinos, a diferencia de lo que sucedía con otros países, eran un pueblo conocido y respetado, y como prueba de ello está la visita que Yasir Arafat hizo a España en 1979.
En ese mismo Madrid que este domingo clamaba por el fin de la guerra en Gaza, 46 años antes, casi día por día, Arafat, el histórico líder de la OLP (Organización para la Liberación de Palestina), recibía en Madrid el abrazo de Adolfo Suárez, el primer presidente del gobierno de la recién estrenada democracia.
España se convertía así en el primer país occidental que recibía al histórico líder palestino, entonces un paria internacional.
Cuestión transversal
A pesar de las recientes polémicas, el apoyo a la causa palestina y a la solución de los dos Estados -uno palestino y otro israelí que convivan en paz como vecinos- no ha sido históricamente una cuestión partidista en España, explican los expertos.
Amirah Fernández recuerda que fue un gobierno socialista, el de Felipe González, el que reconoció finalmente al Estado de Israel en 1986, un requisito que exigía la entonces Comunidad Económica Europea (hoy Unión Europea) para el acceso de España al grupo.
Pero, también, que fue un gobierno conservador, con Mariano Rajoy a la cabeza, quien votó en la Asamblea General de la ONU a favor de Palestina fuera reconocida como Estado observador no miembro.
El año pasado, finalmente, España reconoció de forma oficial al Estado palestino, “una cuestión de justicia histórica con las legítimas aspiraciones del pueblo palestino”, según dijo Sánchez entonces, y “una necesidad urgente para lograr la paz”.
De esta forma, y pese a las críticas de los últimos días del conservador Partido Popular y de la ultraderecha de Vox, el barómetro del Real Instituto Elcano desvela que ese apoyo español a los palestinos es transversal en España: para el 62% de los encuestados que se definían como de derechas, Israel está cometiendo un genocidio en Gaza, cifra que se eleva al 85% de los encuestados de centro y el 97% de los de izquierda.
“Esto refleja que la española es una sociedad que, en su conjunto, cuando ve una barbaridad, lo expresa, lo mismo que hizo en 2002, cuando fue una de las más combativas contra la guerra ilegal en Irak”, señala el director de CEARC.
La gran diversidad de los movimientos de solidaridad con Palestina existentes en España, volcados en inquietudes tan distintas como las cuestiones jurídicas y de derechos humanos, la asistencia médica, las relaciones académicas o las cuestiones comerciales, favorecen esta transversalidad y hacen que “entronque con otras cuestiones que también interesan a los ciudadanos por otros motivos”, añade Gómez.
De esta forma, “tocan teclas muy diversas de la sociedad, muy diversos grupos, y esto hace que los que quieren demonizar y tratar por todos los medios de debilitar el movimiento de solidaridad con Palestina les resulte muy difícil, porque no hay un punto único, un núcleo al que dirigir, la mirada”, señala la catedrática de la UAM.
Esta transversalidad no se ha reflejado tanto en los últimos años en el arco político, ya que algunas figuras destacadas del conservador Partido Popular han negado que Israel esté cometiendo un genocidio en Gaza y han defendido que los israelíes están tratando de evitar que ocurra otro ataque como el del 7 de octubre.
Mientras, la extrema derecha de Vox se ha alineado públicamente con las posturas israelíes, y su líder, Santiago Abascal, visitó al primer ministro Netanyahu en abril de 2024.
La relación con Israel
La estrecha relación con el mundo árabe situó a España en un lugar privilegiado para ejercer de mediador entre palestinos e israelíes.
Esto permitió que la capital española fuera elegida por el presidente de EE.UU. George Bush (padre) como sede de la Conferencia de Paz de Madrid en 1991, encuentro que se considera la antesala de los Acuerdos de Oslo.
España ha tenido desde entonces una relación cordial y normalizada de colaboración con Israel, con intercambios comerciales, de seguridad y de inteligencia.
En 2015, la Ley de nacionalización de los sefardíes, los descendientes de judíos expulsados de la Península Ibérica en el siglo XV, permitió otorgar la nacionalidad a muchas personas (no hay cifras exactas pero se calcula que pueden ser hasta 150.000).
Algunos han visto esta ley como un gesto hacia Israel, ya que no se ha puesto en marcha una norma parecida para otorgar la nacionalidad a los moriscos, los musulmanes de Al Ándalus convertidos forzosamente al catolicismo, que fueron expulsados de España con posterioridad.
La relación con Israel, sin embargo, se ha deteriorado en los últimos años, especialmente con el último gobierno de Benjamin Netanyahu, una coalición de derecha, nacionalistas religiosos y ultraortodoxos.
La postura del gobierno español, que anunció a principios de este mes 9 medidas de presión a Israel “para frenar el genocidio de Gaza”, según dijo Sánchez, entre las que se encuentran un embargo de armas, han acabado de tensar la cuerda.
El presidente del gobierno español también ha pedido expulsar a Israel de todas las competiciones deportivas mientras no “cese la barbarie”, y la televisión pública del país ha anunciado que no participará en el tradicional festival de la canción de Eurovisión si se permite a Israel tomar el escenario.
La respuesta israelí ha sido feroz. Su gobierno ha tildado al español de antisemita e incluso ha llegado a decir que España quería cometer un genocidio con los israelíes.
El domingo, tras lo ocurrido en la última etapa de la Vuelta, el ministro de Exteriores de Israel, Gideon Saar culpó a Sánchez, de “incitar” a las “multitudes propalestinas” y causar la cancelación de la carrera.
“Hace unos días, el presidente del Gobierno español lamentó no tener una bomba atómica para ‘frenar a Israel”, escribió Saar en un comunicado. “Hoy ha animado a los manifestantes a salir a las calles”, haciendo que “la multitud propalestina oyera los mensajes de incitación e hiciera explotar la carrera ciclista”.
“Sánchez y su Gobierno: ¡vergüenza para España!”, concluyó el comunicado.