
Investigadores de Concordia University desarrollaron un modelo de ciudad sostenible inspirado en el principio de la ciudad de 15 minutos. Este concepto permite a los residentes acceder a servicios esenciales y alimentos frescos a distancias cortas, siempre con energía solar como base.
La propuesta integra agricultura urbana y transporte eléctrico, mostrando resultados concretos en la reducción de emisiones y en la autosuficiencia alimentaria, de acuerdo con los datos recogidos por Concordia University.
El modelo, liderado por la profesora asociada Caroline Hachem-Vermette junto a Faisal Kabir y Mahnoor Fatima Sohail, busca responder a los desafíos de la urbanización acelerada y la alta dependencia del automóvil que caracteriza a numerosas ciudades norteamericanas.
La iniciativa, enmarcada en el programa Volt-Age de Concordia University, se basa en la creación de barrios de uso mixto en los que la energía, la movilidad, la utilización del suelo y las funciones sociales se integran para acercar las necesidades diarias a los habitantes.
“Queremos ver cómo podemos integrar energía, movilidad, uso del suelo y funciones sociales para acercar las necesidades diarias a los residentes y reducir los desplazamientos que consumen combustibles fósiles”, afirmó Hachem-Vermette, según Concordia University.

Resultados y datos clave de la aplicación piloto
La implementación piloto se llevó a cabo en el barrio West 5 de London, Ontario, Canadá, bajo el programa de electrificación Volt-Age. Los resultados muestran que, al destinar solo el 13,8% de las azoteas, el 10% de las fachadas y el 15% de los terrenos a la agricultura urbana, el vecindario logra la autosuficiencia en hortalizas de hoja y otros vegetales. La red de transporte eléctrico alimentada por paneles fotovoltaicos integrados en las veredas permitió reducir las emisiones de carbono en un 98% respecto a sistemas convencionales.
El análisis económico reveló que el periodo de retorno de la inversión para la red de transporte solar es de apenas 2,8 años, con un coste de electricidad limpia de aproximadamente USD 0,92 por kilovatio hora. Según los cálculos del equipo, cada 0,19 unidades de producción local de alimentos compensan una unidad de emisiones de CO₂.
Este impacto ambiental positivo se valida gracias al seguimiento de variables como áreas cultivables en azoteas, fachadas y terrenos, distancias peatonales entre residencias y servicios, rendimiento de los cultivos, demanda alimentaria per cápita, eficiencia de los paneles solares, capacidad de las baterías de vehículos eléctricos y tasas de reducción de CO₂.
Además, se introdujo una métrica de decisión que permite a urbanistas y responsables políticos comparar diferentes configuraciones de barrios de manera sencilla y precisa. “El objetivo siempre fue hacer de este un modelo relativamente simple y transparente, porque al implementar barrios de uso mixto, los miembros de la comunidad son participantes importantes”, señaló Kabir.

Impacto social, proyección y aportes a la sostenibilidad
El modelo destaca por su impacto social significativo: la producción y el intercambio de alimentos entre vecinos fortalecen los lazos comunitarios y aumentan la resiliencia social.
La experiencia en West 5 demostró que la colaboración en torno a la agricultura urbana y la energía compartida fomenta una red de apoyo entre los residentes. Concordia University considera este enfoque fundamental para alcanzar una sostenibilidad duradera.
Hacia adelante, el equipo de investigación planea ampliar el modelo para incorporar otros servicios urbanos, incluyendo lugares de trabajo, escuelas, centros de salud e instalaciones recreativas, así como conexiones regionales.
La visión apunta a ciudades concebidas como redes interconectadas de barrios de uso mixto, donde se comparten recursos y servicios. Las estrategias estudiadas contribuyen a varios Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU: hambre cero, energía limpia, ciudades sostenibles y acción climática, de acuerdo con Concordia University.
La producción local y la distribución de alimentos no solo aportan beneficios ambientales y económicos, sino que también refuerzan el tejido social, generando comunidades más unidas y preparadas para afrontar desafíos futuros.
