La figura de Elizabeth Báthory, conocida como la Condesa Sangrienta, cautivo y perturbo a generaciones. Acusada de asesinar a cientos de mujeres y de bañarse en su sangre para conservar la juventud, su historia se mueve entre el mito y la realidad, y plantea una pregunta que sigue vigente: ¿fue realmente la mayor asesina en serie de la historia o una víctima de una conspiración política y de género en la Hungría del siglo XVII?
La leyenda que rodea a Bathory la presenta como una noble despiadada, responsable de la muerte de entre 30 y 650 jóvenes, según distintas fuentes. Se le atribuye la invención de torturas refinadas y la obsesión por la belleza eterna, hasta el punto de sumergirse en sangre virginal.
Esta imagen, alimentada por relatos posteriores y la cultura popular, la convirtió en un icono del terror, equiparable a figuras como Vlad el Empalador. Sin embargo, la veracidad de estas acusaciones fue objeto de debate y revisión, tanto por la falta de pruebas concluyentes como por el contexto en el que surgieron.
Nobleza y educación en la Hungría del XVI
Báthory nació en 1560 en Nyírbátor, Hungría, en el seno de una de las familias protestantes más influyentes de la región. Sus padres, el barón George Báthory y la baronesa Anna Báthory, formaban parte de una dinastía que controlaba Transilvania y conectaba con figuras como Esteban Báthory, quien reinó en Polonia.
Según la Enciclopedia Británica, Elizabeth creció rodeada de privilegios, con acceso a una educación refinada y sumida desde la infancia en la dureza de la época: presenció castigos y ejecuciones y empezó a padecer problemas de salud como ataques epilépticos y violentos cambios de humor.
A los 13 años fue comprometida con el conde Ferenc Nádasdy, con quien celebró una boda que reunió a miles de invitados. Nádasdy, famoso como “El Líder Negro”, participó en las guerras contra los otomanos, dejando a Elizabeth al mando de sus propiedades. Este entorno marcó su formación y la exposición constante a prácticas de violencia doméstica y social, aceptadas entre la nobleza del momento.
Del rumor al escándalo: acusaciones de tortura y asesinato
La muerte del conde Nádasdy en 1604 marcó el inicio de una cadena de rumores y denuncias sobre la conducta de Báthory en sus dominios. Los relatos indicaron que empezó a torturar y asesinar a jóvenes campesinas y, a partir de cierto momento, también a muchachas de familias nobles menores.
Testimonios recogidos por la investigación encabezada por György Thurzó, bajo mandato de Matías II, retrataron escenas confinadas a los castillos de Čachtice y Sárvár: jóvenes sometidas al tormento con hierros al rojo fuego, cuchillos, o abandonadas a la intemperie desnudas. Las cifras oscilaron desde una cincuentena hasta más de 600 víctimas, aunque los estudios actuales consideran más viable una cifra menor, en torno a 50-80 jóvenes.
La intervención real se precipitó cuando las supuestas víctimas procedieron de la baja nobleza, lo que convirtió los rumores en asunto inevitable para la justicia. De acuerdo con la Enciclopedia Británica, Báthory terminó recluida en su propio castillo y sus sirvientes, considerados cómplices, fueron ejecutados tras un proceso judicial en 1611. Ella nunca enfrentó un juicio formal y murió en aislamiento en 1614.
Realidad, leyenda y reinterpretación: de crimen histórico a mito literario
El caso de Báthory atravesó un proceso de mitificación desde el siglo XVIII. Según History Tools, el sacerdote jesuita László Turoczi publicó en 1744 la primera narración ampliamente difundida que añadía ingredientes sensacionalistas: sesiones de vampirismo, baños en sangre y prácticas de brujería, elementos que no figuraban en los testimonios originales recogidos por los investigadores de la época.
Investigadores como Bartosiewicz y Thorne señalaron posteriormente la posibilidad de una conspiración alentada por intereses familiares y de la corona de los Habsburgo, quienes anhelaban la fortuna y las tierras de la condesa.
En la literatura del siglo XX, la figura de Elizabeth Báthory cobró nueva vida gracias a obras como “La condesa sangrienta” de Alejandra Pizarnik. Inspirada en la biografía de Valentine Penrose pero cargada de un tono poético y siniestro, Pizarnik reconstruyó el entorno familiar de la condesa.
Pizarnik, retomando la mirada de Penrose, optó por concentrarse en detalles macabros y aspectos psicológicos, potenciando la construcción literaria sobre la estricta revisión histórica.
Mito, poder y símbolo cultural
El caso de Elizabeth Báthory trascendió su tiempo y su realidad inmediata para convertirse en mito y símbolo. Sirvió de argumento para más de cien novelas, piezas teatrales y referencias en la cultura pop.
Algunos estudiosos insisten en la posibilidad de que el relato que la condenó respondiera tanto a la misoginia como a intereses políticos y económicos de sus rivales. Para otros, los testimonios y las pruebas materiales halladas resultan irrefutables, aunque el número real de sus víctimas y el detalle de sus crímenes sigan envueltos en la penumbra de la duda.
La leyenda de la “Condesa Sangrienta” ilustra la compleja relación entre la violencia, el poder y la construcción del mito femenino, y puso en escena el debate sobre cómo la literatura, la política y la tradición oral pueden transformar un caso real en uno de los relatos más perdurables del horror universal.