Herbert George Wells es considerado el padre de la ciencia ficción. Con obras que aún se leen en la actualidad, el escritor británico marcó un antes y un después en el género. No obstante, a lo largo de su vida también fue reconocido por su visión del futuro, en muchos casos casi profética. La creación de la bomba atómica y otros avances tecnológicos se materializaron décadas después de que el autor los describiera en sus novelas.
Wells supo anticipar con asombrosa precisión algunos de los acontecimientos más relevantes del siglo XX. En 1933, seis años antes del inicio de la Segunda Guerra Mundial, publicó Esquema de los tiempos futuros. Allí, el escritor pronosticó el estallido de una larga guerra en Europa oriental que arrastraría a otras naciones. Las descripciones detalladas de bombardeos aéreos y ataques con gas tóxico reflejaron situaciones que, pocos años después, se volverían dramática realidad. Para muchos fanáticos de su obra, éste fue solo el inicio de sus predicciones cumplidas.
Además, en 1914, Wells acuñó el término “bomba atómica” en su novela El mundo se libera. En ese libro, señaló que esas armas podrían explotar gracias al poder de la radioactividad. Años más tarde, el físico húngaro Leo Szilard reconoció que la idea de la reacción en cadena nuclear —clave para el desarrollo de estas armas— le fue inspirada por aquella obra.
En 1933, Szilard diseñó el primer concepto funcional de esta reacción, y posteriormente trabajó en el Proyecto Manhattan, de investigación y desarrollo, responsable de fabricar la primera bomba atómica de la historia, bajo la dirección del mayor general Leslie Groves, del Cuerpo de Ingenieros del Ejército de los Estados Unidos, y del físico nuclear Robert Oppenheimer, responsable del laboratorio de Los Álamos, donde se diseñaron las bombas nucleares.
Precisamente, Wells también anticipó uno de los grandes dilemas del siglo XXI: la proliferación nuclear. Según este autor, la única forma de evitar que las naciones se destruyeran entre sí con armamento atómico era establecer un gobierno global unificado. Esta advertencia aparece en varios de sus textos políticos y de divulgación científica. Entre otras inquietudes, también imaginó conflictos biológicos en La guerra de los dos mundos, donde se describe una plaga enviada por extraterrestres.
Sus aciertos más sorprendentes no terminan allí. En Los primeros hombres en la Luna, novela publicada en 1901, Wells describe una expedición espacial encabezada por los personajes Mr. Bedford y el Dr. Cavor. La historia anticipa, con notoria precisión, detalles que se harían realidad con el alunizaje del Apollo 11 en 1969, como la ingravidez, la escasez de oxígeno o la complejidad del viaje de ida y vuelta.
Otro ejemplo notable es La isla del doctor Moreau, de 1896. En ella, Wells plantea la creación de híbridos entre humanos y animales mediante vivisecciones y manipulación genética. Aunque la obra se considera una crítica distópica a ciertos avances científicos, hoy existen embriones interespecies conocidos como “quimeras”, utilizados en laboratorios para investigación médica.
La tecnología, que hoy forma parte del paisaje cotidiano, era prácticamente inimaginable en la época de Wells. En La guerra de los mundos, los invasores marcianos llegan a un suburbio de Londres con un arsenal de armas futuristas. Entre ellas se destaca el Heat-Ray (rayo de calor), un dispositivo que emitía rayos de energía capaces de incinerar edificios y quemar la piel de las personas al contacto.
En otra de sus novelas, Cuando el dormido despierte, publicada en 1899, aparece lo que se considera la primera descripción literaria de una puerta automática. Detalles como este demuestran la capacidad visionaria del autor para imaginar un mundo guiado por la innovación.
Con aciertos ya concretados y frases que aún esperan cumplirse, los seguidores de Wells siguen explorando sus obras, que permanecen vigentes y continúan sorprendiendo por su lucidez anticipatoria.