De poeta a “copresidenta” de Nicaragua: quién es Rosario Murillo, la poderosa mujer que buscar heredar la dictadura de Daniel Ortega

admin

Rosario Murillo, de 73 años, ha labrado sobre los hombros de su esposo su camino al presidencia de Nicaragua (EFE/Jorge Torres /ARCHIVO)

Rosario Murillo sabe que se balancea como trapecista en el circo de poder que ha construido en Nicaragua. Su seguridad y su posición dependen de sus habilidades como maromera, de que las cuerdas sean fuertes y, sobre todo, que al final de las volteretas estén ahí los brazos de su esposo, Daniel Ortega, para sostenerla.

Sabe, sin embargo, que Daniel Ortega ya no tiene la fuerza de antes y que en cualquier momento no estará al otro lado del trapecio. Dora María Téllez, una histórica guerrillera nicaragüense, cree que, sin el dictador, Murillo será incapaz de sostenerse en el régimen que heredará.

Ortega cumplirá 80 años el próximo noviembre. Sus frecuentes, y a veces largas ausencias de las actividades públicas, más las enfermedades graves que extraoficialmente se le atribuyen, hacen pensar a los nicaragüenses en la suerte que correrá la dictadura una vez que su líder desaparezca.

El sábado 24 de mayo pasado, reapareció en un acto público después de 25 días de ausencia que detonaron fuertes especulaciones sobre su estado de salud y sobre la posibilidad, incluso, que estuviese muerto.

“Una fuente cercana a la familia de los dictadores me ha confirmado que el tirano, Daniel Ortega está en cama, complicado en su salud por insuficiencia renal”, escribió el periodista nicaragüense en el exilio, Emiliano Chamorro, el 21 de mayo en X (antes Twitter). Su fuente agregó que la familia Ortega Murillo evaluaba incluso trasladarlo a Cuba para recibir tratamiento especializado.

El médico exiliado Richard Sáenz Coen, por su parte, afirmó a la plataforma 100 por Ciento Noticias que Ortega padece una enfermedad renal crónica terminal, derivada de un cuadro de lupus eritematoso sistémico, diagnosticado desde hace años. Sáenz fue médico de la familia Ortega Murillo.

Rosario Murillo y Daniel Ortega se encontraron en Venezuela, en 1977. Poco después iniciarían su relación. (Foto archivo)

Una malla de protección

Contrarreloj, Rosario Murillo se prepara para un escenario “sin Daniel Ortega”. Previsoramente, ha tejido apresuradamente una malla protectora que le permita sobrevivir a la inevitable caída una vez que el dictador ya no esté para sostenerla en sus maromas de poder.

La Asamblea Nacional de Nicaragua, controlada por el régimen, aprobó una reforma a la Constitución que impone a Murillo oficialmente como “copresidenta” y que garantiza que es ella, y nadie más, quien asumiría la jefatura del Estado si Ortega desaparece. La reforma trata de adelantarse a un pleito por el poder, hasta entre la familia, una vez que el dictador muera.

Asimismo, en marzo, el parlamento aprobó otra reforma legal que otorga a la esposa de Ortega el control directo del Ejército, consolidando el modelo de poder familiar que domina el país desde hace más de una década.

Dora María Téllez considera que tantas leyes y reformas para atribuirse poder demuestran que los Ortega Murillo “están incapacitados de tener una hegemonía política construida de otra manera”.

Téllez es una antigua guerrillera sandinista que compartió armas con Ortega en los años 70, fue miembro del gabinete revolucionario en los años 80, y quien, distanciada y opuesta a la dictadura de los Ortega y Murillo, fue encarcelada y desterrada de Nicaragua.

Aunque nunca participó en combate o acción guerrillera alguna, Rosario Murillo se presentó al triunfo de la revolución sandinista de uniforme militar y con armas de guerra. (Foto archivo)

“Rosario Murillo va a heredar un guiñapo que no va a saber manejarlo, va a provocar grandes contradicciones y va a terminar perdiendo el poder. El cómo, será el punto clave, el cuándo, creo que no va a tardar mucho tiempo”, afirma.

Rosario Murillo, “La Chayo”, como se le llama popularmente en Nicaragua, nació el 22 de junio de 1951 en la vieja Managua que 20 años más tarde destruyó un apocalíptico terremoto. Su familia vivía con cierta holgura económica, pues su padre, Teódulo Murillo, era un empresario dedicado al cultivo de algodón, y su madre, Zoilamérica Zambrana, descendía de la rama familiar acaudalada del general Augusto C. Sandino.

Teódulo Murillo adoraba a Rosario por la inteligencia que mostraba. Se sentía orgulloso de su hija que pronto demostró tener interés por los libros y la poesía, a tal punto que a los once años la envía a Europa para estudiar un secretariado ejecutivo en Inglaterra y Suiza. Aunque no fuese una carrera universitaria, el curso le proporciona un bagaje cultural importante, pues no solo le da la experiencia de conocer la vida europea de esos intensos años sesenta sino también de aprender otros idiomas, inglés básicamente y algo de francés.

Trabajo en La Prensa

En unas vacaciones que vuelve a Nicaragua, Murillo se embaraza de su primera hija, Zoilamérica, y se casa a los 15 años con Jorge Narváez Parajón. Al año siguiente se embaraza de su segundo hijo, Rafael, y así, embarazada, y con la preparación obtenida en los cursos europeos, llega en 1968 al diario La Prensa para cubrir la vacante de secretaria-asistente del director del periódico, doctor Pedro Joaquín Chamorro Cardenal.

Entre 1968 y mediados de los 70, Rosario Murillo trabajó como secretaria del director de La Prensa, Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, a la derecha de camisa oscura.(Foto: archivo)

El matrimonio con Narváez no funcionó y se separaron. En La Prensa, Murillo conoce a quien sería su segundo esposo, el periodista Anuar Hassan.

“La relación con Murillo comenzó cuando ella llegó a La Prensa en 1968”, relató Hassan en una entrevista para el libro El Preso 198: Un perfil de Daniel Ortega. “Me llamó la atención, vi a la nueva secretaria de Pedro, porque llegó en sustitución de otra muchacha, otra secretaria. Andaba embarazada. Pasó el tiempo, pues. No sé por qué renació algo y entablé relación con ella, primero por dentro de la redacción por teléfono, algunas llamadas para algo y me iba con ella a su casa porque de La Prensa a la casa de ella eran como cinco cuadras. La iba a acompañar, la dejaba. Y, así pues, ya inicia el noviazgo”.

Hubo boda y al poco tiempo estaba naciendo un nuevo bebé, Anuar Joaquín Hassan Murillo, el tercer hijo de Murillo. “Ya cuando se declaró divorciada, yo me casé con ella en el 69. Y bueno, nos vinimos a vivir aquí, a esta casa precisamente, a finales del 69 con los dos niños. Pasamos así, una pareja más o menos sin problemas. Ni económicos ni de ningún tipo, hasta que hubo algunas cuestiones ahí, discusiones. No me gustaron algunas situaciones de ella ya como para el 70 y, a mediados del 72, me separé, nos separamos, como en agosto o septiembre”, señaló el periodista, quien falleció a los 83 años, el 23 de marzo pasado.

A raíz de la separación, el niño que procrearon pasa a vivir con los padres de Murillo. A las 00:35 de la madrugada del 23 de diciembre de 1972 un terremoto de magnitud 6.2 en la escala Richter destruyó Managua en 30 segundos. La casa de dos pisos de don Téodulo y doña Zoilamérica se vino abajo. Una pared le cayó al bebé Hassan Murillo. Fue el único muerto en esa casa. Tenía un año y medio de vida.

Uno de los interrogantes actuales es por qué Murillo ha mostrado tanta saña contra La Prensa, el diario en el que trabajó, y en particular contra la familia Chamorro, dueña del periódico. El edificio del diario fue tomado policialmente, su redacción perseguida y exiliada, y al menos cuatro miembros de la familia Chamorro fueron apresados, condenados y luego desterrados por razones políticas.

La vestimenta de Murillo se caracteriza por el uso de abundantes anillos, pulseras y collares, que le sirven como talismanes protectores. (Foto: archivo)

Encuentro con Ortega

Para 1977, Rosario Murillo tiene 26 años y está embarazada de su cuarto hijo, Carlos (Tino). Su pareja entonces es Carlos Vicente “Quincho” Ibarra, a quien conocía desde que fueron vecinos en León. Ambos trabajaban con el movimiento guerrillero Frente Sandinista y, por las presiones de la dictadura de Somoza, se asilaron en la embajada de Venezuela en Managua. Luego salieron de Managua a Panamá, y de Panamá a Venezuela.

En Venezuela, y embarazada, Murillo se encuentra con Daniel Ortega. Sucedió en la casa natal de Simón Bolívar, en Caracas, cuando ambos estaban de visita. Ella salía y Daniel Ortega entraba, de botas vaqueras, flaco y bigotudo. Años más tarde, Murillo recordaría al Ortega de ese encuentro por “su flacura, su magnetismo, para mí electrizante”.

Luego, ese mismo 1977, se volvería a encontrar con Ortega en Costa Rica, donde habían recalado ambos, y oportunamente la dirigencia del Frente Sandinista, a la que pertenecía Ortega, envía a estudiar Cine a Cuba a Carlos Vicente “Quincho” Ibarra, la pareja de Murillo. Ortega se instala en la casa de Rosario Murillo y desde entonces son pareja.

Ambos se mantuvieron en Costa Rica, trabajando para el Frente Sandinista, y tras la caída del dictador de entonces, Anastasio Somoza Debayle, Ortega y Murillo regresan a Nicaragua, él como miembro de la nueva Junta de Gobierno, y ella sin funciones definidas.

Con sus credenciales de poeta, Murillo buscaba ser la ministra de Cultura del gobierno revolucionario, pero no lo logró porque no tuvo el respaldo de su esposo y porque ese espacio estaba ocupado por una figura icónica en Nicaragua: el poeta y sacerdote jesuita Ernesto Cardenal, con quien Murillo pronto entró en conflictos.

“Cuando se perdieron las elecciones ya no había Ministerio de Cultura porque la Rosario Murillo había acabado con él”, dijo el fallecido poeta Cardenal en sus memorias. “Ella siempre quiso ser ministro de Cultura, pero siendo su marido presidente era bastante feo. Logró que dejara de haber Ministerio de Cultura y que en vez de él hubiera un Instituto de Cultura, y eso ya lo pudo dirigir”.

A finales de los años 80, Murillo dijo que dejaba su papel de Primera Dama, y abandonó los trajes formales y vivió una etapa de bohemia estilo hippie. (Foto: archivo)

Durante los años 80, Murillo tuvo un papel más bien marginal en el gobierno. Ella estaba incomoda porque no se le colocaba en el lugar que ella creía merecer. En algún momento, incluso, renunció a rol de primera dama, y decidió tomar distancia de Ortega y llevar una vida “más bohemia”.

“Daniel tenía con Rosario un modelo de relación abierta que era cómodo para los dos. Daniel le permitía a Rosario que hiciera lo que le daba la gana y Rosario también a Daniel. Eso encubría muchas cosas”, explica Dora María Téllez.

Sin embargo, en la década de los 90, se sobrevinieron en la vida de Daniel Ortega tres acontecimientos que lo golpearon fuertemente y que sirvieron, para que Murillo tomara control sobre su vida. Uno, la derrota electoral de 1990. Ortega quedó cuasi solo y abatido. Desde entonces Murillo comenzó a dirigir sus campañas electorales. Dos, un infarto en 1994, que activó sus miedos y vulnerabilidades. Murillo asume el control de sus dietas y medicinas. Y tres, la más importante y decisiva: la acusación por abuso sexual y violación que hace en 1998 Zoilamérica Ortega Murillo, hija biológica de Murillo e hijastra de Ortega. Rosario Murillo da la espalda a su hija y acuerpa a su esposo.

“Rosario mejoró su correlación con él. Ella había tenido una relación con un Daniel en una posición mucho más elevada que la suya, que era una posición dependiente y a veces marginal. Sentía que no era tomada suficientemente en cuenta, que Daniel no la colocaba en el lugar correspondiente, y cuando aparece lo de Zoilamérica, la correlación cambia completamente. Y ella comienza a cobrar esa cuenta, el respaldo que le da a Daniel Ortega, hasta que empareja la correlación y la termina superando”, valora Téllez.

En 2007, después de tres derrotas electorales consecutivas, Daniel Ortega logra regresar al poder gracias a la división de sus adversarios políticos y las concesiones que le hace el principal líder liberal de entonces, Arnoldo Alemán, quien en un intercambio de favores baja el techo para ganar en primera vuelta de 45 por ciento de los votos a 35 por ciento. Ortega nunca había podido superar el umbral del 43 por ciento de los votos y, en 2006, gana con solo el 38.07 por ciento de los votos.

Así, regresa al poder de la mano de Rosario Murillo, quien asume la vocería oficial, pero con atribuciones de primer ministro. Buena parte del gabinete despachaba con ella. Murillo trabaja pieza por pieza hacia su meta: la Presidencia de la República. Cada vez va cobrando mayor protagonismo, y arrinconando la gestión de Ortega. Las gigantografías que ella misma da a hacer y que antes ensalzaban a Ortega, ahora lo hacen con la pareja, y para 2017, en la segunda reelección continua de Ortega, ella aparece en la boleta como candidata a vicepresidente por imposición de Daniel Ortega.

“Bruja” y “hechicera”

Rosario Murillo ha mostrado una espiritualidad polémica en un país como Nicaragua donde el 80 por ciento de la población se considera cristiano, y el 56 por ciento de ellos dicen profesar la religión católica. Una treintena de anillos le cubren los dedos, otras veinte pulseras sus muñecas y una decena de collares de múltiples colores cuelgan de su cuello. Nada es solamente decorativo. Cada piedra, cada símbolo, cada color tiene una misión.

Daniel Ortega y Rosario Murillo tienen nueve hijos, entre propios y adoptados, y una cantidad indeterminada de nietos (Foto 19 Digital)

Ese mismo sello esotérico inundó toda la gestión de gobierno. Sembró por toda Nicaragua cerca de 200 “árboles de la vida”, unos armatostes metálicos multicolores que usa como talismanes protectores, y marcó con sus símbolos los espacios oficiales.

Ha sido discípula del controversial gurú indio Sathya Sai Baba y entre la población, y en innumerables artículos periodísticos, se le ha llamado “bruja”, “diabla”, “hechicera”, o “sacerdotisa” y ella nunca se ha desmarcado de esas categorías. Al contrario, en 1990 intentó realizar desde el gobierno un congreso internacional de brujos en Nicaragua, el cual no se hizo porque Daniel Ortega perdió el poder en las elecciones de ese año frente a Violeta Barrios de Chamorro.

Una fuente muy cercana a la familia Ortega Murillo dice que Daniel Ortega le aseguró a Murillo que ella sería la candidata a presidente en las elecciones generales del 2021. Sin embargo, al final, apareció de nuevo Ortega en la boleta bajo el argumento que el régimen estaba enfrentando una crisis de sobrevivencia después de la rebelión popular que se produjo en Nicaragua en el 2018.

Rebelión en el 2018

En abril de ese año, el modelo autocrático populista que empujaban los Ortega Murillo hizo aguas. Unas reformas a la seguridad social detonaron una rebelión ciudadana sin precedentes en la historia de Nicaragua. Cientos de miles de personas salieron a las calles a pedir la renuncia de Daniel Ortega.

El régimen solo se sostuvo por la violenta represión que ejerció la Policía apoyada por un ejército paramilitar, a quienes se les ordenó disparar a matar. Según Ligia Gómez, secretaria política del Frente Sandinista en el Banco Central de Nicaragua, la orden de Murillo para sofocar la rebelión fue tajante: “Vamos con todo”. La Comisión de Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) de la OEA, contó 355 personas asesinadas por la violencia desatada de ese año.

En 2018, Nicaragua vivió multitudinarias marchas de protesta que pedían la renuncia de Ortega.  AFP PHOTO / MARVIN RECINOS

A partir de ahí, Nicaragua vive un estado de sitio de facto. Cualquier crítica al régimen se castiga como “traición a la patria”: cárcel o destierro pérdida de nacionalidad. Para las elecciones del 2021 no se le permitió a la oposición participar, y siete candidatos que pretendieron inscribirse para disputarle la presidencia a Ortega fueron encarcelados.

La Asamblea Nacional trabaja casi exclusivamente para aprobar, generalmente por unanimidad, con carácter de urgencia y sin debate, leyes que radicalizan y dan forma al régimen, que ya es, sin ambages, dictatorial y dinástico.

Para cumplir su promesa sin abandonar su puesto como jefe de Estado, Ortega ordenó reformas en la Constitución Política que crean las figuras de “copresidente” y “copresidenta”, y remachan a Murillo como sucesora una vez que Daniel Ortega muera. “Ahora estamos mejor que en 2018”, afirmó Ortega en su reaparición del 24 de mayo pasado.

Dora María Téllez piensa todo lo contrario. Para ella la dictadura de Ortega es un cuerpo en descomposición, y Murillo ha creado peligrosos enemigos internos, que le pasarán factura una vez Ortega muera. “Rosario es una persona tiránica, con su propia gente, con su familia, con su entorno, con los ministros, con los funcionarios. Es una persona impositiva, voluntarista. Tiene un método de ´ordeno y mando´. Liquidadora de las instituciones. Durante algunos meses (después de la muerte de Ortega) va a tener cierto respaldo, porque se va a pregonar la unidad en torno a la compañera Rosario, pero meses después se va a ver una pérdida de capacidad de convocatoria y cohesión en torno a ella”, señala.

Deja un comentario

Next Post

Díaz reclama a Feijóo que pida perdón por la dana y las muertes en residencias de Madrid

San Sebastián, 30 may (EFE).- La vicepresidenta segunda, ministra de Trabajo y líder de Sumar, Yolanda Díaz, ha reclamado este viernes al líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, que «rinda cuentas» durante el próximo congreso del Partido Popular y «pida perdón» por los fallecidos en Madrid durante la pandemia y […]

NOTICIAS RELACIONADAS

error: Content is protected !!