Gregorio Bigatti fue uno de los taxónomos que se embarcaron en el Falkor (too), el barco del Schmidt Ocean Institute, y es investigador principal del Centro Nacional Patagónico. “Mi especialidad es nombrar y describir nuevas especies, y creemos que encontraremos varias”, afirmó. En el Museo de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia, que funciona en el Parque Centenario, hay ahora 900 lotes con uno o más animalitos marinos que recolectaron en el Mar Argentino y esperan ser estudiados, pero requieren de una inversión que –según describe– en este momento llega por goteo.
Si bien los fondos para el mantenimiento y preservación de las muestras existen, la expedición científica más famosa del momento se encuentra con las mismas dificultades que el resto del sistema nacional de ciencia. Para Bigatti, no es nuevo que sus investigaciones se vean limitadas por las vicisitudes económicas de la Argentina, aunque reconoce que no había vivido algo parecido a lo que ocurre ahora, durante la administración libertaria.
“Llevo 25 años pasando por esto, pero nunca hubo un desmantelamiento como este. Los sueldos son muy bajos. Mucha gente no llega a fin de mes”, señaló el biólogo, y explicó que están en busca de más fondos para desarrollar investigaciones que analicen lo recopilado frente a las costas de Mar del Plata.
En el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), que llevó adelante la expedición junto con el Schmidt Ocean Institute, hay un ajuste que no tiene precedente, al menos durante los últimos 12 años. En realidad, todo el sector científico se encuentra en un piso histórico: este año cayó casi un 42% respecto del último año del gobierno de Alberto Fernández, de manera heterogénea, pero en la misma dirección. Esto quiere decir que no solo el Conicet, sino también la Agencia de Promoción Científica, la Comisión Nacional de Energía Atómica y otros organismos se deterioraron de manera vertiginosa en los últimos dos años. El Conicet vio caer su presupuesto un 32,5% en lo que va del gobierno de Javier Milei.
Esto, aclara Bigatti, no significa que no se pueda trabajar, tampoco que la institución científica esté en contra de la expedición, ni que en la administración anterior el trabajo fuera ideal. “El Conicet hizo el acuerdo institucional para lograr la expedición”, aclaró. En cuanto a fondos, por concurso los expedicionistas obtuvieron 2,5 millones de dólares para la operación del proyecto sobre el mar y 124.000 para conseguir equipo, que ya está en el Museo de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia. “De ese monto ya se gastaron 114.000″, afirmó Luis Cappozzo, director del museo, que explicó que están manteniendo con fondos propios del museo tanto estas como el resto de las muestras que alberga.
Cappozzo fue designado como interlocutor oficial para esta nota tanto por la Secretaría de Ciencia y Tecnología como por las autoridades del Conicet ante la consulta de LA NACION para obtener detalles de la situación.
Voceros del Conicet agregaron que son varias las investigaciones que comenzarán a partir de las muestras recolectadas en el Mar Argentino. “Estamos apoyando desde el inicio a la expedición. Lo que pasa es en realidad un ajuste general que nos golpea a todos”, remarcaron.
Varios profesionales consultados denuncian que los salarios de los becarios doctorales y posdoctorales cayeron un 35%, y que la Agencia I+D+i, que sirve como fondo de inversión con dinero internacional para impulsar dichos proyectos, está desarticulada. Estos científicos invierten al menos siete años de esfuerzo, después de la carrera, para poder convertirse en investigadores de planta.
Como lo explica Bigatti, hay mucha vocación en el trabajo que de los expedicionistas y también una dedicación consecuente. Los tripulantes desarrollan su investigación en el Centro Nacional Patagónico. “Son personas con las que vengo trabajando desde hace mucho; con las que me formé o que fueron alumnos míos”, explicó el biólogo. “Lo que vieron en el stream, la gente que trabajó allá lleva casi 30 años trabajando”, añadió. En entrevista con LA NACION, el experto habló sobre la situación actual y el futuro del proyecto en un contexto de crisis en la ciencia.
-¿Están acostumbrados a hacer expediciones o investigaciones así?
-Yo ya había ido a una campaña a la Antártida con el buque Puerto Deseado del Conicet, ya me conocía con varios por otras expediciones. Lo que nos pasó en este caso fue como un viaje con una gran familia científica. Y teníamos también esto de los equipos nuevos, con la capacidad de ver todo en vivo.
-¿Qué hizo usted dentro del barco?
-Temas de fisiología, reproducción, monitoreo, temas de pesca, pero se hicieron muchas cosas más. Y trabajo con unos gusanos marinos que se llaman nemertinos, que están muy poco estudiados en el país y en esta campaña juntamos entre diez y quince gusanos diferentes, que podrían ser nuevas especies.
-¿Cuántas nuevas especies encontraron?
-Durante la campaña vimos un montón de cosas, juntamos 900 lotes, que a veces un lote es un coral con varios bichitos. Esto lo tenemos que procesar. Está todo en el Museo de Ciencias Naturales, y esto lo tenemos que ir trabajando, pero para eso necesitamos dinero. Los subsidios los cortaron desde el final de 2023 y los fondos que ganamos por concurso también están congelados.
-¿Qué les falta?
-Esto es como hacer una casa, los materiales son lo que recolectamos, pero necesitamos manos y recursos. Nuestro trabajo no se va a frenar, pero vamos a ir mucho más lento. Dependemos de los fondos que tengamos en la Argentina, en especial en temas de taxonomía: hay pocos especialistas en el país y casi todos o la gran mayoría estábamos en esa expedición.
-Entonces el proyecto de investigación continúa…
-Ahora estamos trabajando con muy pocos fondos. Fondos privados como los de la Fundación Azara nos permiten trabajar, pero lentamente [donaron 3.000.000 de pesos que ayudaron a la conservación de las muestras]. Hace poco estuvimos hablando con el Schmidt Ocean Institute y nos dijeron que nos darían una mano. Desde el Conicet no nos están dando fondos.
-¿Schmidt Ocean Institute está enterado de los ajustes a la ciencia?
-Desde Schmidt Ocean Institute entienden lo que nos está pasando. También quedaron impresionados con el boom que hubo acá. No había pasado en ningún lugar del mundo que tanta gente se interesara en el stream. En la Argentina, se vio que la gente apoya, quiere seguir siendo culta y tener tradición científica. Ellos por eso nos dicen que nos van a dar una mano. Tomar las muestras es muy costoso y dejar de procesarlas significa un sinsentido.
-Con el furor que generó el streaming, ¿pensaron que podrían tener más oportunidades de seguir su trabajo después de la expedición?
-Nosotros sabíamos, cuando íbamos de expedición que íbamos a volver a esto. Son momentos para aprovechar y trabajar lo más posible. Después volvemos y hacemos lo que podemos con fondos chicos.
-¿En qué países la ciencia funciona?
-En Europa, en Estados Unidos y en general en nuestra región, en casi todos los países, la ciencia funciona. Acá esto lleva unos años, y eso que fuimos pioneros. Nosotros somos referentes en la región. Tenemos una tradición científica muy buena; gente muy formada. Pero para que rindan más, necesitás invertir para que rindan esos recursos humanos.
-¿De su laboratorio se fueron personas?
-De mi laboratorio no se fue nadie, pero tenemos muchos menos becarios que nunca. Tenemos tres becarios en un grupo de 15 personas y no tenemos ningún técnico. Encima tenemos una ley de financiamiento para la ciencia que no se está cumpliendo. Nos parece raro que no se cumpla una ley y no pase nada. Nosotros seguimos cobrando nuestro sueldo, y obviamente Conicet nos da nuestro trabajo, pero los fondos para trabajar en los proyectos científicos están parados y así nos manejamos.
-¿No tienen previsibilidad?
-Es así, y que no puedas planificar de hoy a la semana próxima es desalentador. Son muchos ciclos que no terminan de despegar. Tenés que planificar en medio de los pocos recursos que tenemos. Nos vamos asociando en red con otros países para seguir avanzando. Tenemos que hacer [estudios] genéticos, que algunos se hacen afuera; anatómicos y morfológicos. También hay estudios de captura de carbono y ADN ambiental.
-¿Por qué es necesario para el país hacer esto?
-Para hacer estudios de todas estas especies, hay que saber el nombre, y para eso hay que describirlas. Eso tiene mucho valor. Estos animalitos son la base de la cadena alimentaria marina que luego termina en los platos nuestros o como algo a exportar. Pueden surgir recursos comestibles, compuestos para la salud; todos estos usos que podamos tener aún se desconocen. También nos sirve para saber la salud de los ecosistemas. Y, sobre todo, conocer nuestro mar es parte de la soberanía.