Documental exclusivo: historias de argentinos víctimas de Hamas durante el ataque del 7 de octubre

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A las seis de la mañana del 7 de octubre de 2023, una ola de misiles provenientes desde la Franja de Gaza activó las alarmas en Israel. Los habitantes de los kibutzim, a pocos kilómetros de la frontera, corrieron a los refugios; una situación que no les resultaba desconocida. Al mismo tiempo, y sin saberlo, los terroristas de Hamas lograban violar las vallas de seguridad, y entraban al territorio israelí por tierra, por aire –en parapentes– y por mar, atacando a todo objetivo que se cruzara en su trayecto, de camino a las comunidades del sur.

Ese 7 de octubre, la organización terrorista asesinó a unas 1200 personas y secuestró a otras 251, entre ellos, 21 argentinos. La desgarradora imagen de Shiri Bibas, cargando a sus dos pequeños hijos mientras era sacada de su hogar por los atacantes, dio la vuelta al mundo y se convirtió en un símbolo palpable de la crueldad de Hamas y la necesidad de hacer todo lo necesario para recuperar a los secuestrados con vida.

Mi nombre es Gingi: historia de un secuestro, recorre la breve historia de Kfir, de su hermano y sus padres, sus abuelos y vecinos del kibutz Nir Oz, y la de otros argentinos víctimas del horror, asesinados o secuestrados por Hamas, que esperan reencontrarse con sus seres queridos.

Carteles con los retratos de Shiri Bibas y sus dos hijos Ariel y Kfir, un bebé de apenas nueve meses al que algunos llamaban ‘Gingi’ (pelirrojo en hebreo).

HISTORIA DE DOS FAMILIAS

José y Silvia Cunio, ambos argentinos, emigraron a Israel en 1986 y se instalaron en Nir Oz –una comunidad agrícola a 1.4 km de la Franja de Gaza– dos años después. La pareja tuvo cuatro hijos: Lucas, los mellizos David y Eitan, y Ariel, el más chico. En 1991, llegaron al kibutz los Silberman: José Luis (apodado Iosi), otro argentino que emigró a Israel en 1976, su esposa Margit, de origen peruano, y sus dos pequeñas hijas: Shiri y Dana. La amistad entre las familias fue inmediata. Eran más que vecinos, “eran como hermanos”. Los chicos se criaron juntos y se hicieron grandes amigos, tanto así, que gracias a los Cunio, Shiri conoció a su marido, Yarden Bibas.

De izquierda a derecha: Dana Silberman, Ariel Bibas, Shiri Silberman, Kfir Bibas, Margit Shnaider y José Luis Silberman, junto a otros familiares.

Con el paso de los años, Shiri y Yarden le dieron la bienvenida a sus ‘gingis’ (pelirrojos en hebreo), Ariel y Kfir. Y por su parte, David Cunio y su esposa Sharon tuvieron mellizas –Emma y Yuli– de casi la misma edad que Ariel. El 7 de octubre de 2023, los cuatro pequeños terminaron del otro lado de la frontera israelí, siendo los secuestrados más jóvenes de Hamas. “En Nir Oz nunca había pasado nada… hasta que pasó”, recuerda José Cunio en un momento del documental. Ese sábado, después del ataque terrorista, de una amplia familia de 20 personas, solo quedaban 12.

David Cunio, su esposa y sus mellizas; Danielle Aloni, hermana de Sharon, con su hija Emilia; Ariel Cunio y su novia Arbel Yehud todos fueron secuestrados, al mismo tiempo que los Bibas. A metros de la casa de Shiri y Yarden también se llevaron a los hermanos argentinos Iair y Eitán Horn, cuyos padres habían emigrado a Israel en el año 1977.

David Cunio y su mujer Sharon, junto a sus mellizas: Emma y Yuli.Ariel Cunio y su novia Arbel Yehud, fueron secuestrados el 7 de octubre de 2023. Arbel, fue liberada de Gaza el 30 de enero.

Nir Oz fue uno de los kibutz más golpeados durante la masacre, bautizada por Hamas como “La inundación Al-Aqsa”. De sus 400 habitantes, unos cien fueron asesinados o secuestrados, muchos de ellos promotores de la paz. Los padres de Shiri Bibas murieron en su casa, una de las primeras a la entrada de la comunidad. Sharon, Danielle y sus hijas fueron liberadas el 24 de noviembre de 2023, cuando se produjo el primer intercambio de secuestrados por presos palestinos: fueron liberados 105 mujeres y niños cautivos de Hamas, entre los que no se encontraban ni Shiri ni sus pequeños.

UN FESTIVAL POR LA PAZ

Varias de las víctimas del 7 de octubre eran incansables activistas por la paz en Medio Oriente, como Vivian Silver, una de las fundadoras de Women Wage Peace, asesinada en el kibutz Beeri, a unos cinco kilómetros de la Franja de Gaza. Allí mataron al 10% de los habitantes, incluida la argentina Jazmín Kofman y a casi toda su familia.

Esa misma madrugada, a tres kilómetros de la frontera, estaba llegando a su fin el festival Nova, donde todavía bailaban alrededor de 1500 jóvenes, en su mayoría, israelíes. La música dejó de sonar abruptamente a las 6.30 de la mañana entre el caos provocado por los terroristas, que acabaron asesinando a 364 personas –más de un 10% del total de los asistentes– y secuestrando a otras 44. Victoria Heller, argentina sobreviviente de la masacre que ahora reside en Eilat, recuerda en el documental que todavía vive con miedo: “Cuando pienso en esa situación o cuando me llevo a recordar esos momentos, la presión que se genera en el cuerpo es muy difícil. Ya no volvés a ser igual, nunca”.

En el Festival Nova fueron asesinadas 364 personas –más de un 10% del total de los asistentes– y secuestraron a otras 44.

Un argentino-israelí también tuvo a su cargo una de las tareas más difíciles después del 7 de octubre. Ricardo Nachman es Director de la Unidad de Medicina Forense de Israel, uno de los encargados de identificar a las víctimas y tomar datos fehacientes para determinar la causa de su muerte y demostrar los crímenes de guerra cometidos por Hamas. “No son monstruos, los monstruos no existen. Son personas que han demostrado el lado más oscuro, cruel y diabólico del ser humano. Todo lo que pasó, todo lo que hicieron, todo lo que están haciendo ahora, todo lo que la familia Bibas vivió, todo lo que muchas otras familias vivieron”, recuerda el especialista, cuyo instituto recibió más de 8400 sacos con restos humanos para su identificación.

UNA PLAZA QUE RECLAMA POR LOS SECUESTRADOS

El 7 de octubre de 2023 todo cambió. Los kibutzim del sur, nacidos a principios del siglo XX e inspirados por los ideales sionistas de construir un estado judío, sobre la base de ideas socialistas de igualdad y comunidad “y un profundo optimismo con respecto a la posibilidad de paz en el futuro”, como asegura Kevin Ary Levin, sociólogo y especialista en Medio Oriente, fueron los más golpeados por los ataques y, en muchos casos, perdiendo hasta un tercio de su población.

Con esta masacre de civiles y los secuestros de 251 personas, comenzó la guerra con Israel y el reclamo constante del regreso de los cautivos. “La sociedad israelí salió a las calles a reclamarle a Hamas; un reclamo que se extendió al gobierno israelí para que no escatime medios y que no sea otra la prioridad que devolver con vida a los secuestrados, incluso la liberación de presos palestinos, encarcelados por actos terroristas. Acá el objetivo es salvar vidas”, subraya Alejandro Mellincovsky, representante del Foro de Familias de Secuestrados y Desaparecidos.

Así surgió la plaza de los secuestrados en Tel Aviv, un lugar de encuentro no solo para las familias, sino para toda la población. Cientos de personas ven la transmisión en vivo del funeral de los rehenes Shiri Bibas y sus dos hijos, Ariel y Kfir.

La sociedad civil empezó a movilizarse multitudinariamente, semana tras semana. El reclamo era y es siempre el mismo: el retorno con vida de todos los cautivos. Así surgió la plaza de los secuestrados en Tel Aviv, un lugar de encuentro no solo para las familias, sino para toda la población.

Las negociaciones con Hamas se reanudaron recién en 2025. El 1° de febrero de este año liberaron a Yarden Bibas y unas semanas después a Iair Horn. También entregaron los cuerpos de Shiri, Ariel y Kfir. En Gaza, todavía permanecen secuestrados tres argentinos: Eitan Horn, Ariel y David Cunio, además del cadáver de Lior Rudaeff, otro argentino asesinado el 7 de octubre. Sus familiares, amigos y seres queridos siguen yendo a la plaza reafirmando su reclamo con el correr de los días, de los meses, de los años… porque, como dice Ruth Chmiel Strum, madre de Iair y Eitán Horn: “La esperanza nunca hay que perderla.”

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