Drop: amenaza anónima, un thriller intrigante que lleva al extremo las ansiedades de una primera cita

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Drop: Amenaza anónima (Drop, Estados Unidos / 2025). Dirección: Christopher Landon. Guion: Jillian Jacobs, Chris Roach. Fotografía: Marc Spicer. Edición: Ben Baudhuin. Música: Bear McCreary. Elenco: Meghann Fahy, Brandon Sklenar, Violett Beane, Jacob Robinson, Reed Diamond, Gabrielle Ryan. Calificación: Apta para mayores de 13 años con reservas. Distribuidora: UIP. Duración: 95 minutos. Nuestra opinión: buena.

Cuando un espectador se sienta a ver una película de ficción se establece un pacto implícito, conocido como “suspensión del descreimiento”. El espectador se entregará a las reglas del universo que la película establece; pero el film deberá cumplir con una lógica propia, por más disparatada que sea, para que el público pueda disfrutar su estadía en ese mundo.

Drop: Amenaza anónima está siempre al borde de obligar al espectador a abandonar el contrato. Sin embargo, es tan divertida, que invita a seguirla hasta el final, cuando el desenlace ponga a prueba al público más voluntarioso.

La premisa de la película dirigida por Christopher Landon lleva a otro nivel los nervios, dudas y demás ansiedades típicas de una primera cita. Violet (Meghann Fahy) es una terapeuta, viuda y madre de un niño que acepta ir a cenar con Henry (Brandon Sklenar), un fotógrafo, al que conoció en una aplicación de citas. Después de muchas dudas y cambios de vestuario, Violet llega al restaurante para encontrarse con Henry. Pronto empieza a recibir en su teléfono mensajes extraños, que al principio le causarán incomodidad y luego se convertirán en una verdadera pesadilla.

Hasta ahí la descripción de la trama, porque la gracia de Drop: Amenaza anónima está en las combinaciones de suspenso y sorpresa que se van desencadenando. Al guion de Jillian Jacobs y Chris Roach no le falta ingenio, y hay algo fascinante en una historia que se desarrolla (casi) toda en un mismo espacio, durante un tiempo acotado.

Resulta muy potente la concentración del thriller en un elegante restaurante, ubicado en la cima de un rascacielos de Chicago, lleno de gente comiendo y tomando cócteles con despreocupación, mientras corre un reloj que apura a la protagonista, sin que se revele con exactitud cuanto tiempo le queda para tomar una decisión muy difícil y darle fin a la amenaza que se cierne sobre su hogar.

La violencia en el film está concentrada en la situación en la que se ve envuelta Violet, el contenido de los textos recibidos y en cómo se van cerrando sus opciones para salir de esta circunstancia. También en la revelación de la historia de abuso sufrido por la protagonista, volviendo a un tema que se volvió un comodín en el thriller y el terror de los últimos años.

Pero la violencia física se materializa solo en la primera escena y hacia el final, en lo que parece una decisión basada en lo que el realizador y/o los productores suponen que espera el público. Empezar con una escena violenta que recién cobrará sentido luego, es una forma de “tranquilizar” al espectador que busca emociones fuertes, dándole una muestra de lo que vendrá. El final opera en un sentido parecido: ofrecerle un poco de acción y sangre (aunque tampoco tanto), al público que estuvo atento a más de una hora de diálogos y tensión.

Sin embargo, lo mejor de Drop: Amenaza anónima es lo que sucede en ese restaurante. Son la cantidad de emociones que pasan por las atractivas caras de los protagonistas; las claves plantadas para el observador astuto y las pistas falsas para mantener el misterio; incluso, los toques de humor para comunicarle al espectador que sí, todo lo que está pasando probablemente no resista un análisis lógico.

Justo cuando la acción abandona ese lugar y el final parece estirarse, la película demanda un esfuerzo por parte del espectador, para no abandonar el contrato. Eso puede resultar difícil, pero el disparate final que lleva a la resolución, sin dudas un toque de humor consciente, no quita lo disfrutado hasta entonces y el descreimiento da lugar a una sonrisa.

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