Dua Lipa llegó unos días antes de sus dos shows del 7 y 8 de noviembre en el estadio de River Plate y aprovechó para ir a comer a dos restaurantes emblemáticos de Buenos Aires. Las comidas ocurrieron en dos barrios y dos registros: en Villa Crespo, degustó un recorrido por cortes nobles de carne Wagyu; en Palermo, dentro de un jardín con plantas nativas se dejó llevar por una carta íntegramente libre de gluten y materias primas certificadas.
En ambos casos, comió tranquila, pidió en español y agradeció a los equipos de los salones. Sin embargo, en una de las visitas se ventiló su presencia y una estampida de fanáticos se acercó para sacarse fotos con su ídola.
Una cata carnívora con Wagyu

Según pudo saber LA NACION, el operativo en la parrilla Madre Rojas (Rojas 1600, Villa Crespo) empezó el miércoles temprano, el equipo de seguridad de la cantante de “Don’t Star Now” se presentó en el local, habló de una reserva de dos mesas para cuatro y luego blanqueó que era “para Dua Lipa”.

Ya en la cena, la familia aceptó el juego de la casa: escuchar el concepto y recorrer la carta. La mesa probó de todo: pickles, tortilla de papa, chinchulines, mollejas, cortes de vaquillona y Wagyu (una carne originaria de Japón, con grasa intramuscular, textura tierna y jugosa, y sabor dulce); además, espárragos con panceta Wagyu y mix de verdes. El servicio fluyó sin interrupciones.

Cómo es Madre Rojas. En una esquina de Villa Crespo, el restaurante de Juan Ignacio Barcos —ganadero, sommelier de carnes y chef— trabaja con productores que respetan bienestar animal y biodiversidad. La carta incluye un glosario para ubicar cada corte, su productor, la alimentación del animal y la zona de origen; la ambientación es de bistró, con mesas clásicas y sillas de bar. Para comenzar, propone charcutería y entradas: cecina, bresaola y panceta curada de Wagyu; chorizo y chistorra (también de Wagyu); straciatella de temporada; morcilla con manzana verde y provoleta.

Las carnes son protagonistas: ojo de bife, cuadril madurado, asado del centro, vacío, picaña y entraña, de estancias como La Julia (General Las Heras) y La Morena (Gualeguaychú), más los cortes de Wagyu de Barcos & Sons (Entre Ríos). Para acompañar, papas fritas en grasa Wagyu, coles de Bruselas con holandesa y pangrattato, ensalada de papines con tártara y alcaparras fritas, y un pincho de Wagyu pintado con salsa demiyaki y terminado con yema, ponzu casera y ciboulette. La carta de vinos recorre regiones y estilos —blancos, rosados, naranjos, espumantes y tintos de distintos cuerpos— e incluso defiende maridajes de carnes con blancos.
Un jardín en medio de Palermo y una carta sin gluten

La reserva en Las Flores (Gorriti 5870, Palermo) se hizo a las 10 del jueves para una “persona muy importante” y Lua, la encargada, eligió una mesa en el jardín, en un rincón, rodeada de plantas y arbustos altos y tupidos de especies nativas. A las 11.30 llegó un representante de seguridad —estadounidense, con español fluido—, inspeccionó el salón y el jardín, aprobó la mesa y pidió otra para el staff de custodios. A las 13 volvió con otro agente y a las 14 entraron primero la madre y la hermana, y luego Dua y su padre. El lugar estaba casi lleno.

¿Qué comieron? La cantante pidió ser atendida en español y avisó que tenía dos horas. En la apertura, espárragos y arvejas asadas, albóndigas de osobuco y un alcaucil al hierro; también pan sin gluten con manteca de miso, que repitieron.
De principales: milanesa de lomo para el padre, arroz vegano con hongos para la madre y trucha patagónica a las brasas con emulsión liviana, encurtido de uvas y milhojas de papa para Dua y su hermana. “Aunque no lo había pedido, les mandamos las papas fritas doble cocción. A los pocos minutos, pidieron una segunda porción de esas papas”, comentaron a este medio. Para beber, agua y limonada.

La fama y los fans. Una comensal subió una foto antes de tiempo y el posteo se viralizó: el equipo, junto a los agentes de seguridad de la intérprete de “Levitating”, limitó los ingresos y la vereda se colmó con más de 100 fans con flores y regalos.

El cierre fue dulce y amable: la hermana elogió el hojaldre sin gluten del Napoleón; la artista accedió a fotos con algunas mesas y, ya en la puerta, posó para retratos grupales. Pagó el padre con tarjeta, dejaron una “excelente propina” y se despidieron del equipo; la salida fue en dos autos.
