El público le dedicó la ovación más prolongada del Festival de Venecia hasta el momento a la película sobre un luchador de artes marciales mixtas con problemas de adicción. Johnson se conmovió y lloró.
Dwayne Johnson está acostumbrado a las noches espectaculares. Los estrenos glamurosos y el estruendo de los aplausos son habituales para la superestrella de películas de acción de 53 años.
Pero la noche del lunes, Johnson vivió algo que no había experimentado, porque
The Smashing Machine
, que se estrena en el Festival de Cine de Venecia, no se parece a ninguna película que haya hecho. The Smashing Machine, un drama naturalista sobre un peleador de artes marciales mixtas que se enfrenta a la incertidumbre y la adicción a las drogas, revela que Johnson es capaz de hacer mucho más que sobrevivir explosiones y fruncir el ceño ante Vin Diesel.
Los críticos han valorado positivamente su interpretación, y algunos predicen que podría resultar en la primera nominación al Oscar para Johnson. Durante el estreno, cuando el público le dedicó la ovación más prolongada del festival hasta el momento, Johnson se emocionó hasta las lágrimas.
En la fiesta posterior a la película, Johnson se mostró más sereno, pero no menos agradecido. Mientras gente que le felicitó como Seth Rogen y Julian Schnabel socializaban, me dijo que esta era la segunda vez que asistía a un gran festival de cine, después de que
Southland Tales
fuera vapuleada por la crítica en Cannes hace casi 20 años.
«Esta noche es un poco distinta», dijo sonriendo. «Pero si quieres algo mucho, tienes que manifestarlo».
Es posible que no hayas creído que esto era algo que Johnson anhelaba, porque por mucho tiempo él tampoco estuvo seguro. Ese mismo día, en la conferencia de prensa de The Smashing Machine, Johnson admitió que había empezado a perder el rumbo en Hollywood. Después de actuar en sagas eternas como Rápido y furioso y Jumanji y otras películas de acción como Black Adam y Alerta roja, se preguntaba si aún podía hacer mucho más.
«La verdad es que hace unos años miré a mi alrededor y empecé a pensar: ‘¿Estoy viviendo mi sueño o estoy viviendo los sueños de otros?'», dijo.
Si Johnson había vinculado demasiado su imagen pública a la de un héroe de acción, The Smashing Machine es una transición inteligente: recurre a algunos aspectos de su personaje en la lucha libre y también abre la puerta a un trabajo dramático más complejo. Dirigida por Benny Safdie, Johnson interpreta a Mark Kerr, un luchador de artes marciales mixtas que se dio a conocer en los primeros tiempos del Ultimate Fighting Championship. Cuando vemos por primera vez a Kerr en 1997, nunca ha perdido un combate, aunque es claro que cada una de sus peleas le ha pasado factura.
Los cabezazos y las patadas en el cráneo abundan, y Kerr, un tipo optimista que suele decir «Un día sin dolor es como un día sin sol», ha desarrollado una adicción a los opiáceos solo para volver al ring. Su novia de toda la vida, Dawn (Emily Blunt), le pide que deje de consumirlos, pero su relación es tan tempestuosa que podría amenazar cualquier intento de sobriedad. Y aunque su amigo Mark (interpretado por Ryan Bader, peleador de artes marciales mixtas en la vida real) le ofrece apoyo moral, ambos tienen los ojos puestos en un combate por el título de la UFC que podría conducirlos a un enfrentamiento brutal.
Quizás creas saber adónde va todo esto, pues no faltan películas en las que personajes triunfadores se enfrentan a sus demonios personales en la búsqueda de la grandeza. Pero The Smashing Machine y la actuación de Johnson resultan más idiosincrásicas de lo esperado. La película se desenvuelve en un tono de observación pasiva que parece casi como escuchar a escondidas a unos amigos cercanos. Además, Johnson se resiste a las decisiones interpretativas grandilocuentes y vistosas, conteniendo a Mark para que los gestos más sutiles –como forzar una sonrisa a pesar del dolor– sean aún más impactantes.
¿Aceptarán los votantes del Oscar esta transformación? Por lo general les gusta cuando una estrella muy conocida está dispuesta a ampliar su registro, aunque Johnson entraría en una contienda por el premio al mejor actor que estará repleta de otros grandes nombres como Leonardo DiCaprio (Una batalla tras otra), George Clooney (Jay Kelly), Timothée Chalamet (Marty Supreme) y Michael B. Jordan (Pecadores).
Aun así, Johnson ha señalado que no se trata de un caso aislado: aunque el próximo año aparecerá en una adaptación de Moana en su versión acción real, quiere seguir hallando papeles que lo desafíen, en lugar de optar por los más populares.
«La taquilla en nuestro negocio, como sabemos, es muy ruidosa y puede ser muy rotunda y puede encasillarte en una categoría, en un rincón: Este es tu camino, esto es lo que haces y esto es lo que la gente quiere que hagas», dijo en la conferencia de prensa. Aunque no se arrepiente de haber hecho esas películas, «tenía un deseo vital y una voz que me decía: ‘¿Y si hay más? ¿Y si puedo?'».
Johnson dijo que hasta esta película le había dado demasiado temor aceptar un papel que le exigiera mostrarse tan poco pulido en pantalla.
«Muchas veces, nos resulta más difícil –o al menos a mí– saber de lo que eres capaz cuando te han encasillado», dijo. «A veces hace falta que gente a la que quieres y respetas, como Emily y Benny, digan que eres capaz de hacerlo».
Kyle Buchanan
es reportero de cultura pop y también es The Projectionist, el columnista de la temporada de premios del Times.