José Edmilson Gomes de Moraes sabe muy bien lo que es alcanzar la gloria y también convivir con fuertes egos. A la cúspide de este deporte se subió en Corea del Sur/Japón 2002, cuando conquistó la última Copa del Mundo de Brasil, el penta, junto a Ronaldo, Rivaldo, Ronaldinho, Cafú, Roberto Carlos y Kaká, solo por nombrar a la primera línea. Enormes talentos, nombres pesados y una marca imborrable: desde entonces, Brasil nunca volvió a la cima y sufrió una y otra eliminación ante selecciones europeas.
De esa medicina hoy bebe la canarinha, que atraviesa un fuerte cambio cultural tras insistir –y finalmente lograr– la contratación de un italiano, Carlo Ancelotti, con el objetivo de enderezar el rumbo. Aunque, claro, bajo la presión creciente de obtener resultados incluso por encima de las formas. Edmilson, que estuvo en lo más alto en el anterior Mundial asiático al de la consagración argentina en Qatar, no estaba de acuerdo con la contratación de un técnico extranjero. Pero reconoce que no se encontró una mejor opción y que la de Ancelotti es buena al fin y al cabo.
“Personalmente, nunca me ha gustado tener un entrenador que no sea brasileño. Pero también intentamos uno, intentamos otro… y al final, Brasil necesitaba alguien con un poco más de experiencia de vestuario para poner reglas y sacar comodidades de algunos jugadores”, le explica a LA NACION el exdefensor de 49 años, y da paso a una charla en la que expone su visión sobre el fútbol y hacia dónde va la industria de este deporte. Pero claro, antes que nada, manifiesta preocupación por el futuro de su selección.
–Se viene el Mundial del año que viene. Brasil está viviendo un cambio cultural importante, con un técnico extranjero como Carlo Ancelotti. ¿Cómo ves ese proceso?
–Bueno, yo creo que es una persona que ha ganado todo, no solo como jugador, también como entrenador. Es un técnico que consigue defender bien, cosa que es importante para un Mundial. Los equipos que reciben pocos goles en un Mundial seguramente marcan y ganan. Ojalá pueda hacer una selección productiva y que Brasil no sufra el Mundial.
Edmilson no solo fue campeón con la selección brasileña. En paralelo, tuvo una carrera muy exitosa a nivel clubes: levantó copas en San Pablo y Olympique de Lyon, y conquistó una Liga de Campeones con Barcelona, la primera que alzó Lionel Messi con el club blaugrana. De él se le oyó afirmar que su faena en el club fue “sobrenatural”, cuando le pidieron una comparación con Lamine Yamal.
Como embajador culé en el mundo, Edmilson llegó a la Argentina para disputar el Choque de Leyendas entre River y Barça Legends, en el Monumental, junto con figuras como Ariel Ortega, el Chori Domínguez, Fernando Cavenaghi, Frank y Ronald de Boer, Juan Pablo Sorín y Gaizka Mendieta. Un nuevo rol para los exfutbolistas, que se convierte poco a poco en un producto en sí mismo. En la misma línea de lo que explicó Alejandro Chori Domínguez durante la conferencia de presentación del evento, acerca de la posibilidad de darles un espacio a aquellos exjugadores que aún no decidieron a qué dedicarse tras dejar los campos de juego, Edmilson amplía la idea y avanza sobre el abanico de posibilidades y recursos que puede generar un equipo estable de leyendas.
–¿Qué significa este rol de Legends? Porque ya es casi como un equipo en sí mismo: se organizan, salen a jugar, integran a varios jugadores y viven experiencias incluso con bastante público. ¿Cómo viven este fenómeno?
–Bueno, yo estoy desde el principio de este proyecto de Legends del Barça porque jugué en Barcelona durante dos temporadas. El club lo utiliza también para su marketing, para los patrocinadores regionales, para sus escuelas, sus aficionados, sus peñas. El Barça tiene muchas peñas por todo el mundo y nosotros, como exjugadores del Barça, somos embajadores del club. Y, por supuesto, siempre mantenemos esa ilusión de jugar.
–Tu presencia, como la de otros sudamericanos como Juampi Sorín, hace más fácil traer al Barça a Sudamérica, algo que parecía estar muy lejos de nuestro público. De hecho, como institución, hacía décadas que Barcelona no venía…
–Sí, es verdad que intentamos traer partidos para Sudamérica. No solo en Argentina: también en Brasil y otros países. Pero aún no tenemos esa cultura. Por ejemplo, estuvimos en Georgia haciendo un partido en mayo, creo, y había 55 mil personas en el estadio. Entonces, quizás nosotros, digo sudamericanos, no solo argentinos o brasileños, no valoramos tanto a la gente que hizo historia. No digo que no se respete, digo valorar. Y muchas veces el niño, el adolescente, no vio jugar a Ariel Ortega o a otros cracks que han estado dentro del campo. También muchas veces viene gente un poco más mayor, de 50 o 60 años. El Barça utiliza mucho este proyecto y este año estamos haciendo muchos partidos.
–Más allá de haber ganado mucho dinero en el fútbol, para muchos futbolistas es difícil dejar la actividad. ¿Este proyecto sirve para reinsertarlos, aunque sea por momentos, en ese cariño del público y en la vida de vestuario?
–Sí. Buscamos hacer algo que extrañamos. Yo creo que el prepararse, calentar, estar en el ambiente del vestuario…, eso se extraña. Claro que ya no tenemos el físico de antes, pero siempre está la ilusión de competir. Aunque no estemos al tope físicamente, intentamos competir para que la gente sepa un poquito lo que hicimos durante nuestra carrera.
–Seguramente lamentaste la ausencia del Barça en el Mundial de Clubes. ¿Pero cómo viste a los brasileños que pelearon hasta el final como representantes sudamericanos?
–Yo creo que el Mundial fue positivo, no solo para los brasileños, sino para todos los equipos que participaron. Al principio la gente no le daba mucha importancia a este torneo, y si bien la final la jugaron dos equipos europeos, los clubes sudamericanos estuvieron muy bien, principalmente los de Brasil, que avanzaron, ganaron dinero, y eso es importante. Al mismo tiempo, se mostraron varios jugadores, como los chicos de Palmeiras, de Fluminense… Estuvieron en la vitrina, y por eso se pueden vender por mucho más dinero del que hubieran generado sin esa exposición.
–¿Cuál es el próximo paso?
–Los equipos sudamericanos tienen que prepararse mejor para participar siempre de este torneo, porque hay visibilidad y la marca se vuelve internacional, la gente comienza a conocerla más, y ahí surgen un montón de subproductos: escuelas, tiendas, hinchas. En Sudamérica no lo mostramos tanto. Por ejemplo, la afición de River hizo una fiesta muy bonita acá, y eso hay que mostrarlo en todo el mundo.
Una visión del fútbol que va más allá del romanticismo y los noventa minutos del partido. Porque Edmilson entiende que se pueden explorar muchas más facetas de este deporte y las expone. Como campeón del mundo y como embajador de un gigante de Europa.