Más allá de la indudable destreza actoral que Guillermo Francella despliega en cada uno de los roles que encara en el film Homo Argentum, dirigido por Mariano Cohn y Gastón Duprat, que se estrena el 14 de agosto, no sería el mismo sin la pormenorizada caracterización de cada uno de los personajes.
Se trata de dieciséis historias protagonizadas por el actor, a propósito de rasgos insoslayables de los argentinos, narrados con la incómoda mirada habitual de los directores.
Y en esa ardua tarea, la de pergeñar los atuendos para cada uno de esos hombres de ficción -y no tanto- sobresale la labor de la diseñadora de vestuario Connie Balduzzi.
Formada en la legendaria Parsons School of Design de Nueva York, Balduzzi tiene en su haber más de cien comerciales, algunos filmados por directores de la talla de Armando Bo, Santiago Mitre y Juan Taratuto con quien también trabajó en las recordadas películas No sos vos, soy yo y ¿Quién dice que es fácil?. Además, hizo lo propio en films de producción internacional, por caso Operation Finale protagonizada por Ben Kingsley, y en Focus: Maestros de la Estafa y Colonia, donde ofició como supervisora de las prendas que vistieron nada menos que Will Smith y Emma Watson, respectivamente
A esos hits en su trayectoria se añade la serie Maradona: sueño bendito y el background con el dueto de Cohn y Duprat que se remonta a la miniserie Nada, con la participación de Robert De Niro, y la comedia Bellas Artes, para luego diseñar el vestuario de la tercera y cuarta temporada de El Encargado, que se estrena este año.
Connie Balduzzi estuvo a cargo del vestuario del film “Homo Argentum”, protagonizada por Guillermo Francella, y de serie “Nada”, con Luis Brandoni, y “Bellas Artes”, con Oscar Martínez
“Me di cuenta de que algo estaba pasando con los anteojos”, advirtió Balduzzi cuando, por primera vez, se encontró con los directores. Y fue entonces que ese fetiche se volvió un requisito estético implícito, aunque fundamental, para determinar el estilo de cada personaje. Alcanza con revisar algunas de sus creaciones que ya quedarán en la historia grande del diseño de vestuario argentino, como los atuendos de Manuel Tamayo Prats, el riguroso crítico gastronómico y dandy porteño por antonomasia que Luis Brandoni interpreta en Nada, lo mismo la calculada austeridad que hace todavía más elegante al director de museo Antonio Dumas (Oscar Martínez) en Bellas Artes.
Sin duda, a ellos ahora se suman la impronta sporty vintage del rol del cura Franco Olivieri en Las ventajas de ser pobre, el barroquismo de ostentación berreta del empresario cripto en Experiencia enriquecedora, y el esnobismo progre con joyas grandilocuentes del director de cine Iván Gutiérrez en Un film necesario, tres de las minipelículas que conforman el Homo Argentum de Francella.
“Si todas las preguntas que les hago a los directores se pueden entender a través de la ropa, está buenísimo”, indica Balduzzi mientras dialoga con LA NACION en su departamento de la zona del Botánico de Buenos Aires, cuyas paredes están plagadas de referencias vestimentarias, ya sean las siluetas diminutas ahí plasmadas o las ilustraciones antiguas dispuestas como un estandarte, apuntaladas además por la biblioteca de libros de moda que incluye literatura sobre el tema en español e inglés, donde se destacan los coffee table books a cerca Dior y zapatos, entre otros.
Es que Balduzzi se vale de esas herramientas, pero sobre todo de su experiencia de más de treinta años en el oficio. Procura, además, algo nada menor en este contexto para la industria local, al convocar a marcas y diseñadores argentinos para que sus creaciones sean vistas en la gran pantalla. Lo confirman el calzado de Terrible Enfant, la indumentaria masculina de González y las joyas de Cabinet Óseo.
–¿Cómo encaraste el trabajo en Homo Argentum?
–Al principio eran más de dieciséis personajes, de hecho, muchos fueron mutando. Tuvimos tres meses de preproducción, donde trabajamos con los chicos y con el production designer para ver cómo iban a desarrollarse esos personajes y las historias.
–¿Y cómo se dio el ida y vuelta con los directores para terminar de definirlos?
–En toda la construcción de los personajes participaron Marcelo Pont (director de producción), Vero Español (directora de arte), Mariano (Cohn), Gastón (Duprat) y yo. También estaba la gente de maquillaje y peinado. Y el diseño es un proceso que se da hasta último momento, por eso siempre me cubro. Eso lo traigo de la publicidad, y tengo un plan b o un plan c, porque nunca sabés lo que puede llegar a pasar. No lo suelto y lo tengo hasta que llega el rodaje. Para mi hay cuatro instancias a nivel desarrollo…
–¿Cuáles son esas etapas?
–Primero, está lo que te imaginás y lo que se imagina el director; segundo, lo que fusionás entre el director y el diseñador. Después, cuando se lo mostrás al actor, pasa a otra instancia y, por último, cuando lo construís, se lo probás y toma vida. Necesito que el actor lo sienta, lo lleve y le ayude a construir realmente el personaje. No tiene sentido que le ponga algo que pueda interferir. Hay cosas que quedan selladas, pero cuando llegás al set y se pone al lado de los otros personajes y del entorno en el que tiene que estar, quizás hay algo que modificar.
–Los roles de Homo Argentum representan lugares comunes, de personas que existen en la realidad y que generan incomodidad, ¿cómo se traduce eso en la ropa?
–Creo que son estereotipos de personajes que vemos. Cada accesorio fue agregado para ayudar a complementar y que se termine de entender. Lo diferente y el desafío de este proyecto es que, cuando tenés una historia más larga y ves la transición de roles, es más fácil contar ese background; en cambio, acá eran historias muy cortitas, donde quizás necesitaba que algunas cosas llamaran más la atención para poner el énfasis en ese personaje. Hubo detalles más sutiles, pero otros que sí se vieron. Por ejemplo, cuando filmamos el personaje de la historia Aquí no ha pasado nada y Mariano terminó de ver el detalle de los zapatos, unos náuticos estilo Tod’s, sentí que había dado justo en lo que buscaba. También pasó en la temporada tres de El Encargado, con las gemelas, las nietas del personaje del coronel.
–Hablás de esos detalles que se ven y otros que no tanto. ¿Alguno que recuerdes en particular?
–Sí, los accesorios elegidos para el personaje del director de cine en Homo Argentum, fue una propuesta mía. Quise mostrar algo diferente y, si bien al principio no estaban muy convencidos, después fluyó. Además del colgante de la muela de plata que usa ese rol, le puse un pectoral formado por vértebras. En las cosas que puedo aportar, sin que sea lo obvio, me parece que está bueno. Y el personaje de Experiencia enriquecedora tiene un tipo de reloj y una cadenita con una medallita. Son cosas que si el espectador las ve y le ayudan a reforzarlo está buenísimo, y si no las ve, también funcionan. Recuerdo que cuando hice Nada, al personaje de Antonia (Majo Cabrera) le quería colgar algo en el cuello, entonces le pregunté a la actriz qué se usa en Paraguay. Ella me contó que cuando una mujer tiene un hijo le suelen regalar un dije que tiene forma de un papiro con el nombre. Lo conseguí y ahí le pregunté a Cohn y Duprat cómo se llamaba la niña, porque nunca se menciona, pero el personaje lo iba a tener.
–Ese fuera de campo o el detrás de escena que los espectadores no ven, ¿te sirve para el vestuario?
–Sí, me sirve a mí y a los actores. Van surgiendo preguntas, como si necesitara tener una historia atrás para –por ejemplo– decir “bueno, este es un arquitecto, de determinada clase social, tiene estas cosas y sus padres eran así”. Es parte de la sociología de los personajes. Cuando leo algo, es como si pintara un cuadro, y lo primero que necesito es una paleta de colores. Busco imágenes como referencias para armar un collage, sino, no puedo empezar. Me sirve para poder imaginar siluetas, contrastes y diferenciarlos. A raíz de eso puedo comenzar a distribuir los colores, después hay cosas que desentonan y otras que no.
–Eliseo de El Encargado, Manuel de Nada y Antonio de Bellas Artes, son personajes referenciados en la vida real. ¿El punto para encontrar el verosímil lo fuiste modificando con los años?
–La verdad la termino encontrando junto con el actor. Soy como un instrumento que colabora en la construcción que él hace. Si le doy algo que no lo va a saber utilizar, no tiene sentido que lo tenga y si lo puede utilizar lo termina de hacer verosímil. Muchas veces, cuando ya sabes que el actor no quiere algo, no tiene sentido insistir, eso sí lo fui aprendiendo con los años. También tiene que ver con que el presupuesto no lo manejaba como lo sé manejar hoy. Me doy cuenta de que no me sirve de nada querer convencer al actor y forzarlo porque quizás hace que el personaje no sea creíble. Tengo que encontrar el equilibrio entre lo que le doy y lo que necesita.
–¿Qué personaje te quedó para atesorar?
–El primero que hice con Cohn y Duprat, Manuel Tamayo Prats (Luis Brandoni), es el que voy a atesorar. Todo ese proyecto fue una joya. Me acuerdo del primer encuentro cuando les presenté las propuestas. La cantidad de pruebas que le hice a Brandoni, todo lo que le confeccionamos y él colaboró un montón.
–De la chica que estudiaba en Parsons, en Nueva York, a tu rol actual en megaproducciones, ¿se va cerrando el círculo de lo que imaginabas o todo te fue sorprendiendo?
–Creo que todo me sigue sorprendiendo, todos los días. Eso es lo que tiene de bueno. La adrenalina está por más que se repita el actor o el director. Lo sistemático me hace poder transitarlo.
–A diferencia de la moda, salvo con algunos hitos que quedaron para la historia, el cine persiste en el tiempo, lo podés volver a mirar…
–Eso es lo interesante: tratar de hacerlo atemporal. Cuando hice Bellas Artes, por ejemplo, busqué a Oteyza, porque es un diseñador que se encarga de reforzar lo que es la moda española, no la de hoy, sino la capa que se usó siempre. Eso hace que, al ver la serie, el personaje parece super moderno, pero quizás va a trascender. No sé si está bueno mezclar al cine con la moda, a menos que sea el El diablo se viste a la moda.
–Claro, no hacés moda, no trabajás tendencias, más allá de que te formaste para eso.
–No, hago todo lo contrario (risas). Por eso a mí me interesa traer diseñadores que me ayuden a construir los personajes. Muchas veces me preguntan dónde pueden comprar lo que ven. Pasó con los anteojos de Nada o las cosas que usa Leo (Koldo Olabarri), y el personaje de la secretaria en Bellas Artes. Y cuando hice Operation Finale, que era de época, me llegaban mails preguntando. Está buenísimo poder contestarle a la gente.