En 1975, en una gran estancia en la zona donde confluyen las provincias de La Rioja, San Juan y San Luis, se construyó un alambrado en línea recta de 50 kilómetros. La estancia cerraba un costado de una propiedad que limitaba con vecinos. En la zona no había alambrados y la gente del lugar, como el paraje en general, estaba tal como Facundo Quiroga los había visto.
El alambrado fue construido por un alambrador de Villa Mercedes (San Luis) que llevaba muchos peones. Fue trasladado con su gente, ya que no tenía camioneta, y se lo dejó en el campo, donde levantó un gran campamento con víveres, caballos, mulas, carros y el tractor de la estancia a su servicio. Además, disponía de armas de fuego para cazar que, según el panorama, también podían servir como resguardo. Un alambrador, en estos casos, debía ser capaz y corajudo, ya que aquello era más que un simple trabajo.
El campamento era sumamente criollo, con mucha disciplina y, aunque la tarea era dura por lo terrible del clima, lo pasaban muy bien, trabajando con gran devoción y espíritu de exploración y novedad.
La gente de la zona comenzó a acercarse al alambrador —apodado “Negrito”—, ya fuera al campamento, a la línea en construcción o invitándolo a sus ranchos a comer, con grandes cumplidos y ceremonias. El alambrador, que tenía entre 39 y 40 años, se parecía a un actor de cine por su porte y bigotes. Estaba en la plenitud de sus fuerzas, al frente de un grupo de al menos ocho hombres, y era buen mozo, lo que provocaba la admiración de la gente, a pesar de que el alambrado pudiera perjudicarlos.
La gente siempre le hablaba de Martina Chapanay. La tenían tan incorporada en sus vidas que parecía que aún anduviera por esos campos. Le aseguraban al alambrador que, de haber estado viva, lo habría hecho secuestrar para tenerlo de amante.
Recuerdo
Martina Chapanay nació en San Juan el 15 de marzo de 1794 y murió en 1887. Era hija del cacique Chapanay y de una madre sanjuanina. Se crió en la zona de Laguna de Guanacache y, circunstancialmente, vivió un tiempo en la ciudad de San Juan. Su padre le transmitió todos sus conocimientos. Martina se interesaba fervorosamente por aprender lo que hacían los hombres más diestros. Era una señorita adulta, sin novios, siempre junto a su padre. Sin embargo, en una oportunidad, Facundo Quiroga envió a un tal Agustín Palacios para reclutar hombres, y ella se enamoró de él. Lo acompañó en todas las batallas hasta que su compañero murió en una de ellas. Desde entonces quedó sola en los afectos profundos, aunque tuvo amoríos y secuestró hombres como amantes, según se contaba.
Fue una mujer muy corajuda y capaz en el campo de batalla, y sirvió de chasqui al Ejército de San Martín. Fue respetada por sus virtudes por Facundo Quiroga, Nazario Benavídez, el Chacho Peñaloza y Felipe Varela.
Eran tiempos de Santos Guayama, el puntano Fructuoso Ontiveros, Juan Gregorio Puebla y el comandante de milicias riojanas Severo Chumbita, muchos años menor que ella, con quien se la vinculó afectivamente. Sin embargo, al consultar al historiador Dr. Hugo Chumbita, tataranieto de Severo, nos dice: “Ese presunto amorío surge de una copla anónima, es tradición legendaria”.
Era pequeña de estatura, pero una verdadera guerrera. Tenía mucho prestigio, y por eso sus virtudes fueron reconocidas. Así fue que José Miguel Arredondo le entregó el escrito con el indulto firmado y el grado de Sargento Mayor del Ejército.
Retó a duelo a Pablo Irrazábal, un uruguayo del Ejército Argentino, por asesinar vilmente al Chacho Peñaloza. Al llegar al enfrentamiento, Irrazábal tuvo una crisis de nervios que le impidió pelear; para Martina, simplemente “se había hecho el loco”.
La memoria de Martina Chapanay fue transmitida de generación en generación y quedó reflejada en expresiones artísticas.
Martina puso su condición de eficiente y eficaz combatiente al servicio de las guerras intestinas de la antigua patria. Fue muy útil a todos sus superiores. Si llegó a delinquir, está justificada —o la podríamos justificar— por los valiosos servicios que prestó a la patria. Los adjetivos calificativos que se emplean para ella o son incorrectos o son insuficientes. Ella es Martina Chapanay: su solo nombre la define.
Quedémonos con la cueca de Hilario Cuadros:
Cuyanita buena de cara morena
Valiente y serena, no te han de olvidar.