Las tensiones geopolíticas están renovando el interés de un número creciente de países en las armas nucleares como definitorias de poder. Una tendencia inquietante que podría alterar equilibrios estratégicos regionales y globales y, entre otras consecuencias, poner en riesgo la vigencia del Tratado sobre la No Proliferación de las Armas Nucleares (TNP). Un ejemplo reciente surge de las directrices del Libro Blanco para la Defensa de la Comisión Europea, que permite interpretar que el rearme convencional que intenta alcanzar para 2030 podría no ser suficiente para que Europa pueda hacer frente a hipotéticas intenciones expansionistas de Rusia después de Ucrania. También para responder al desafío de un eventual debilitamiento de las garantías de seguridad nuclear de Estados Unidos o de las previsiones establecidas por la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
Esas circunstancias estarían influyendo en la disposición de miembros de la UE para encarar un esquema estratégico autónomo de seguridad colectiva e invertir en disuasión nuclear como lo han venido sugiriendo desde Charles de Gaulle hasta Emmanuel Macron al ofrecer compartir el escudo nuclear francés. La novedad diplomática, de acuerdo con la prensa europea, es que por primera vez varios países de la UE estarían considerando aceptar la extensión del paraguas francés al tiempo de reconocer la necesidad de contar con una dimensión continental de la disuasión nuclear además de la que proporciona la OTAN.
Tras el Brexit, Francia se ha convertido en la única potencia atómica de la UE con un arsenal independiente y con capacidad de operar fuera del marco de mando de la OTAN (290 ojivas distribuidas en submarinos SNLE-NG y aviones Rafale o Mirage equipados con misiles ASMP-A). No es el caso de las armas nucleares del Reino Unido (225 ojivas instaladas en submarinos Trident), que, a diferencia de las francesas, están muy integradas a la estrategia de EE.UU. y solo estarían disponibles en caso de un conflicto en el que participara la OTAN.
En el contexto del debate europeo sobre la disuasión nuclear, reviste significación la experiencia acumulada por los países en los que se encuentran estacionadas las armas nucleares tácticas B 61-12 de EE.UU. (Alemania, Bélgica, Italia, Países Bajos y Turquía) en el marco de la política de coparticipación OTAN. Estas armas pueden ser lanzadas desde el aire y ser operadas por la Fuerza Aérea europea en aviones como el F-35 A, Eurofighter Typhoon o el F-18 Super Hornet.
También adquiere relevancia la sólida base tecnológica nuclear de miembros de la UE en lo relacionado con la producción de material fisionable más allá de las limitaciones del TNP, las salvaguardias del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), el Tratado Dos más Cuatro de la reunificación alemana y otros marcos jurídicos intraeuropeos. Podría ser el caso de Suecia, Finlandia o Alemania que, según la Asociación Nuclear Mundial, dispone de 65 toneladas de uranio altamente enriquecido. En otro ejemplo, en Sellafield se encontrarían almacenadas reservas de plutonio (en su mayoría residuos de centrales nucleares) de varios países europeos que podrían ser usadas para armas nucleares.
La eventualidad de una arquitectura de seguridad europea basada en una disuasión franco-europea o franco-británica-europea podría desencadenar una delicada competencia con Rusia, que cuenta con el arsenal nuclear más grande del mundo (5977 ojivas, 1600 de las cuales estarían desplegadas con fuerza operativa). También tendría la capacidad potencial de sacudir el orden mundial conocido desde la adopción de la Carta de las Naciones Unidas y de comprometer gravemente la confianza y la credibilidad en el TNP, que es el único tratado multilateral que representa un compromiso jurídico vinculante universal a favor del desarme nuclear y contra la proliferación de las armas nucleares.
Embajador