El impacto de la epidemia de Aids y la irrupción de la hipercapitalismo en el arte neoyorquino de los años 80 se entrelazan en la exposición Downtown/Uptown: New York in the Eighties, que se exhibe en la galería Lévy Gorvy Dayan hasta el 13 de diciembre. Esta muestra reúne obras emblemáticas de figuras como Andy Warhol, Jean-Michel Basquiat, Keith Haring, Francesco Clemente, Jeff Koons y Cindy Sherman, con el objetivo de acercar a nuevas generaciones el arte más representativo de una década marcada por la celebridad, el exceso y la tragedia.
La curaduría, a cargo de Brett Gorvy y la legendaria marchante Mary Boone, busca reivindicar la relevancia actual de los años 80 en la producción artística. Gorvy explicó a The Guardian que la selección responde tanto a la importancia de las obras en su momento como a su peso histórico acumulado: “Hemos tenido la suerte de poder acceder a las mejores pinturas de tantos de estos artistas”, afirmó.
El fenómeno de la celebridad se erige como uno de los ejes centrales de la exposición. Gorvy señaló a The Guardian que en los 80, la fama se convirtió en un motor fundamental del mundo del arte, en paralelo al auge de una mentalidad hipercapitalista. La frase de Gordon Gekko, “la codicia es buena”, resonaba especialmente en el circuito artístico, donde el paso de la precariedad al éxito económico solía ir acompañado de frenesí y ostentación. Gorvy recordó que muchos artistas de la época “literalmente sacaban cosas de los contenedores para crear arte, así que parecía lo opuesto a Wall Street. Pero lo que les ocurrió a muchos de ellos es que el dinero llegó muy rápido. Al final hubo drogas y excesos”.
La colaboración de Mary Boone aporta una perspectiva única sobre la escena de la época. Un ejemplo de su vínculo con los artistas es una pieza de Basquiat: un saco de boxeo en el que el pintor escribió el nombre de Boone en letras de molde bajo su icónica corona. Gorvy destacó a The Guardian la importancia de trabajar con Boone, a quien describió como “la reina del Soho” y una colaboradora excepcional, cuyas conexiones permitieron que la muestra tuviera tanto un carácter histórico como una vigencia contemporánea.
El recorrido de Downtown/Uptown se inicia con los retratos serigrafiados de Warhol, entre los que figuran Clemente, Robert Mapplethorpe, Basquiat y un retrato especialmente pertinente de signos de dólar. Gorvy subrayó a The Guardian que Warhol es “una figura muy importante en la exposición, porque es el eje de toda esta actividad. Fue un mentor, y su Factory era un lugar de encuentro para los artistas. Hay que pensar que estos eran chicos jóvenes presentados por Warhol como superestrellas. Él creó, en esencia, el aspecto de la celebridad”.
La devastación causada por el Aids también atraviesa la narrativa de la muestra. Una de las obras más conmovedoras es 27764 de Ross Bleckner, que plasma el número de víctimas de la enfermedad en 1987 mediante innumerables pinceladas sobre un fondo blanquecino. Gorvy describió a The Guardian la pieza como “casi legiones de heridas en el lienzo. Y luego, justo en el centro, está ese número, en una especie de letra gótica”. Esta obra anticipa la exploración más profunda del VIH que Bleckner desarrollaría en la década siguiente.
El machismo imperante en el mundo del arte de los 80 también encuentra su espacio en la exposición a través de los carteles del colectivo anónimo Guerrilla Girls. Downtown/Uptown exhibe algunos de sus afiches más mordaces, como aquel que denuncia que en 1984 el Guggenheim, el Met, el MoMA y el Whitney solo ofrecieron una exposición individual a una artista mujer, o el que enumera irónicamente las “ventajas de ser una artista mujer”, entre ellas “no quedar atrapada en un puesto docente con titularidad” y “tener la oportunidad de elegir entre carrera y maternidad”.
Gorvy reconoció ante The Guardian el desequilibrio de género en la muestra, reflejo fiel de la realidad de la época: “Lo que llama la atención de esta exposición es la voz masculina tan fuerte. Esa idea de que las artistas mujeres encontraran su propio espacio para crecer no existía en el mundo de la pintura de los 80. Las galerías de entonces no solían elegir a mujeres para promocionar. Creo que tenemos siete artistas mujeres en la muestra, lo que proporcionalmente es bastante exacto”.
El retorno de la figuración tras el predominio del minimalismo frío de los 70 es, según Gorvy, el legado más vigente de los 80 en el arte contemporáneo. “La primacía de la figuración hoy tiene su origen en los 80”, explicó a The Guardian. “Fue una reacción contra el minimalismo y la mentalidad fría de los artistas que no intervenían directamente en la obra”.
La exposición también revisa el destino de las grandes obras de la década. Aunque sería impensable omitir piezas como Piss Christ de Andres Serrano, que desató las guerras culturales en torno al arte durante los 90, Gorvy destacó que el artista cuya influencia ha perdurado con mayor fuerza es Basquiat. Según sus palabras a The Guardian, “con un artista como Basquiat, la autenticidad de su obra radica en llevar la historia de la calle, del grafiti, a la galería. Tiene una vitalidad que te conmueve. Hay una razón por la que Basquiat es uno de los artistas más cotizados hoy en día. Es, con diferencia, el artista más caro que tenemos en la exposición, y su relevancia se extiende tanto a los artistas jóvenes como a los coleccionistas”.
Durante la preparación de Downtown/Uptown, Gorvy confesó a The Guardian que pensaba a menudo en su hija de 20 años y en lo que su generación podría querer descubrir sobre el arte de los 80. “Pensaba en por qué los 80 deberían hablarle a esta generación”, relató. Ve en la moda y la música de la Generación Z un punto de entrada que puede despertar curiosidad. “Esperamos presentar estos artistas a un nuevo público, mostrando un espectro completo para que los jóvenes puedan comprenderlo de manera integral. En mi mente, todo vuelve a la idea de mi hija y a preguntarme: ‘¿Cómo se transmite algo tan especial?’”