El Atlético de Madrid dice adiós a su aventura en el Mundial de Clubes. Los rojiblancos necesitaban una goleada, necesitaban que sus delanteros marcaran todos esos goles que no habían registrado desde que comenzó la competición. Los primeros minutos no invitaron al optimismo, con un Botafogo que apuntaba a hacer pleno de victorias rondando la portería de Oblak, pero a medida que fueron pasando los minutos, los equipos se cambiaron los papeles. Los del Cholo Simeone salieron de su cueva para lanzarse a por esos ansiados tres goles. A falta de cinco minutos para que terminara el partido, Griezmann elevó las esperanzas de los rojiblancos con un gol, pero no fue suficiente. Con el pitido final se hicieron realidad las peores pesadillas de los atléticos: habían sido eliminados del Mundial de Clubes.
Los rojiblancos acudían a la cita ante el Botafogo con la sensación de que el torneo se les había puesto muy cuesta arriba tras la amplia derrota ante el PSG. Necesitaban una goleada de, al menos, 3-0 en caso de que el PSG ganara su encuentro. Pero no era imposible. “Creo en mis jugadores”, afirmaba el Cholo Simeone en rueda de prensa. Los rojiblancos creían e iban a poner el coraje y corazón para conseguirlo, para seguir vivos en la competición y certificar su pase a octavos. El rival a batir era digno de tener en cuenta. Acudía como campeón de la Copa Libertadores y había conseguido doblegar al PSG de Luis Enrique, actual campeón de la Champions, y al Seattle Sounders. El Atlético no estaba dispuesto a sumarse a la lista de víctimas del Botafogo en la competición.
Con ese sentir arrancaron el duelo en el que caminaban por una cuerda al borde del precipicio y sin salvavidas. Los equilibristas comenzaron el partido de forma conservadora, viendo cómo el Botafogo mantenía la posesión y movía el balón a la vez que se aproximaba a la portería rojiblanca. Jugada tras jugada, el equipo brasileño parecía que tenía más cerca el gol. Oblak se vio obligado a mostrar sus mejores estiradas para evitar que balón entrara en su portería. Fueron pasando los minutos y el gol no llegaba y poco a poco, los rojiblancos fueron saliendo de su cueva para lanzarse a por su rival y a por los ansiados tres goles.
Los primeros 45 minutos sin que el marcador llegara a moverse. Y el tiempo empezaba a poner a los rojiblancos en una situación comprometida. Necesitaban hacer un tanto cuanto antes para hacer realidad un imposible. Griezmann entró al terreno de juego con el inicio de la segunda parte. Tras él, entraron Correa y Koke, para poner la frescura necesaria sobre el verde para ver portería. El Botafogo aguantó todas las embestidas rojiblancas y todos los cañonazos que mandaron contra la portería de John Victor. Lo intentaron por tierra, con Griezmann y Julián Álvarez, y por aire con Sorloth. Por bandas con Llorente y Javi Galán que carrileaban hasta línea de fondo. Nada resultó en gol.
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