El balconazo de Perón y el balconcito de CFK

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No hay dos balcones tan distintos en la historia del peronismo como el del 17 de octubre de 1945 y el que tuvo lugar, ochenta años después, anteayer.

El primero marcó el nacimiento aluvional de ese movimiento con un empoderadísimo Juan Domingo Perón, rescatado de la prisión por las masas de trabajadores que se movilizaron a la Plaza de Mayo clamando por su liberación. El segundo mostró a la presidenta actual de ese partido, Cristina Kirchner, cautiva y devaluada desde el balcón de su casa, en la que cursa los cuatro primeros meses de una condena a seis años por haber sido hallada culpable en la causa Vialidad.

Por cierto, no se trata de un invento del PJ: ya los miembros de la flamante Primera Junta saludaron desde los balcones del Cabildo el 25 de mayo de 1810 (Raúl Alfonsín lo volvió a usar al asumir el 10 de diciembre de 1983).

Pero los balcones más transitados son los de la Casa Rosada, inclusive por los dictadores. Saludó desde allí José Félix Uriburu el día del primer golpe militar que encabezó en 1930 y Leopoldo Fortunato Galtieri vociferó sus bravatas contra los ingleses, en 1982, cuando la Argentina recuperó por un rato la posesión de nuestras islas Malvinas. Allí mismo Mauricio Macri danzó (es una manera de decir) al son de Gilda el día en que se convirtió en presidente, en 2015, y Javier Milei balconea aleatoriamente (allí se dejó fotografiar con Fátima Florez, Susana Giménez y alguna que otra visita).

Pero en la historia del peronismo, los balcones de la sede gubernamental ocupan un papel preponderante de muy eficaz comunicación iconográfica en el que multitudes rinden amorosa pleitesía al líder que desde lo alto representa su dominio y superioridad sobre el pueblo, concediendo su saludo victorioso. Como agregado militar en Europa, Perón tuvo oportunidad de apreciar cómo lo hacía Benito Mussolini desde el balcón del Palacio Venecia, en Roma, y copió el formato.

La fuerte identificación entre el balcón oficial y el peronismo se afirmó en los diez años que transcurrieron entre 1945 y 1955, durante los cuales ese rito se repitió infinidad de veces no solo ejercido por Perón, sino también potenciado hasta su temprana muerte en 1952, por la electrizante presencia de Eva Duarte. La TV argentina nació en esos balcones, apuntando sus cámaras desde el Banco Nación a la pareja presidencial, también un 17 de octubre, pero de 1951.

Nada, ni siquiera las prohibiciones de la Revolución Libertadora, pudieron borrar esas postales inmortalizadas por María Elena Walsh en su tema musical El 45 (“Te acordás de la Plaza de Mayo cuando el que te dije salía al balcón”).

Ya en el regreso de su exilio, en los setenta, de un Perón viejo y achacado, no fue lo mismo: el día que asumió su tercera presidencia tuvo que hablar desde detrás de un vidrio blindado (la violencia política mataba a mansalva en aquella época) y el 1° de mayo de 1974 los Montoneros arruinaron el hechizo del balcón al desafiarlo y vaciarle casi media Plaza de Mayo.

Pero el balcón de la Rosada también fue de Diego Maradona y del resto de la selección argentina que ganó el Mundial en México, en 1986. En esa ocasión, se los prestó el presidente Alfonsín sin pretender robar cámara (él se quedó adentro). En cambio, la foto frustrada fue la que pretendió Alberto Fernández, de Lionel Messi y sus compañeros, en diciembre del 22 tras ganar la Copa del Mundo en Qatar. Los campeones no le dieron el gusto.

El peronismo, tradicionalmente, no ha tenido una buena relación con la prensa, pero un periodista (Bernardo Neustadt) fue el impulsor de la “Plaza del sí”, en 1990, que Carlos Menem saludó feliz desde los balcones de la Casa de Gobierno cuando iniciaba su cruzada privatizadora de las empresas del Estado. Paradójicamente, Cristina Kirchner, durante sus ocho años de presidenta, prefirió rehuir de esos balcones y, con grandilocuentes puestas en escena de Javier Grosman, optaba por hablar desde un escenario montado en la Plaza de Mayo, en su afán de marcar su propia impronta.

Ahora su delicada situación procesal –ya condenada en una causa y todavía la esperan un par de juicios más– la obliga a disociar su imagen de su voz. Como presa usa sus redes sociales, pero no habla en vivo desde su balcón. Por eso ayer primero se escuchó su mensaje e inmediatamente después salió a saludar, pura mímica gestual sin emitir sonido alguno. Pretendió igualar su prisión con la de Perón, en 1945. Nada más distinto: el líder justicialista perdió fugazmente su libertad por una interna política dentro de la dictadura que integraba. CFK ha sido triplemente condenada en las distintas instancias judiciales. Más que asemejarse a Perón, en estos días se pareció a Javier Milei: ambos denostaron con idéntica vehemencia a los medios de comunicación.

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