Con el paso del tiempo, las decisiones financieras que toman los padres se van variando junto a las necesidades de sus hijos. Durante los primeros años, cuando la vida familiar está marcada por gastos constantes e imprevistos (desde la educación inicial hasta cuestiones de salud o logística), suele prevalecer un perfil conservador.
La prioridad consiste en mantener liquidez, flexibilidad y bajo riesgo. Es por eso que instrumentos como plazos fijos, cuentas remuneradas, fondos moderados o simplemente la tenencia de dólares físicos aparecen entre las opciones más comunes.
Esa lógica cambia cuando los hijos crecen. A medida que los ingresos familiares se estabilizan y los egresos dejan de ser urgentes, surge una mirada más patrimonial. En esa etapa, los padres comienzan a pensar en el largo plazo, ya no solo como horizonte de ahorro, sino como construcción de legado.
En ese momento, las inversiones estructuradas, como la compra de una propiedad, un terreno o incluso la participación en un negocio, resultan más atractivas. Se privilegia la solidez por sobre la disponibilidad inmediata, y el concepto de “resguardar capital” comienza a imponerse frente al de “preservar liquidez”.
A medida que los ingresos familiares se estabilizan y los egresos dejan de ser urgentes, surge una mirada más patrimonial que conservadora
El tipo de familia también influye en esta decisión. Una pareja con un solo hijo puede orientarse a un proyecto inmobiliario a largo plazo, mientras que quienes tienen varios hijos suelen distribuir el ahorro en distintas direcciones: educación, independencia habitacional, salud o incluso emprendimientos personales.
Composición del hogar
En el fin de semana del Día del Padre y aunque no existen cifras oficiales que indiquen cuántos padres hay en Argentina, es posible realizar una estimación razonable a partir de datos del Censo Nacional 2022.
Según el Indec, en el país hay aproximadamente 17,8 millones de viviendas particulares. A su vez, la mitad de esos hogares, es decir, unos 8,9 millones, tienen niños o adolescentes en su composición. Si se asume que en cada hogar con menores hay al menos un adulto a cargo, la estimación alcanza cerca de 8,9 millones de personas que ejercen actualmente el rol de madre o padre de hijos menores de edad.
Pero esta cifra no contempla a quienes ya no conviven con sus hijos, como ocurre con muchos adultos mayores. De los 5,4 millones de personas mayores de 65 años registradas, una gran mayoría atravesó su vida adulta durante décadas cuando la maternidad y paternidad eran socialmente extendidas.
Si se toma la tasa de fecundidad promedio entre 1947 y 1960 (alrededor de 3,2 hijos por mujer) y se supone que al menos el 90% de esa cohorte fue madre o padre, se le deben sumar aproximadamente 4,9 millones de padres y madres mayores de 65 años a la estimación.
Así, el total aproximado de padres y madres en Argentina superaría 13,8 millones. Es un universo diverso, atravesado por diferencias generacionales, culturales y económicas, pero con una constante: la necesidad de decidir en algún momento, cómo canalizar el ahorro familiar. Y cuando esa decisión se toma, los ladrillos siguen siendo protagonistas.
La inversión inmobiliaria encabeza las preferencias entre los padres con capacidad de ahorro
Según un relevamiento del Blog de Educación Financiera de Naranja X la inversión inmobiliaria encabeza las preferencias entre los padres con capacidad de ahorro, con 39% del total. Le siguen las acciones (18%), fondos comunes de inversión (14%) y, detrás, opciones como los Cedears, las criptomonedas o el arte.
Esta distribución no solo refleja una cuestión de rendimiento esperado, sino de confianza. La propiedad es percibida como algo concreto, transmisible y más fácil de entender que muchos instrumentos financieros. En otras palabras, aunque existan alternativas más líquidas o de mayor retorno potencial, para muchos padres invertir en una propiedad equivale a invertir en tranquilidad.
El comportamiento histórico del valor del metro cuadrado en Argentina sirve para entender por qué la inversión inmobiliaria sigue tan vigente. En el país, la propiedad funciona como un termómetro de la economía en su conjunto. A pesar de los vaivenes, el precio ha mostrado una tendencia de crecimiento sostenido a lo largo del tiempo, sobre todo al analizarse con una mirada de mediano o largo plazo.
Durante décadas en Argentina los padres, para administrar su economía familiar en un contexto de inflación persistente y pérdida constante de poder adquisitivo, contaban con una red de subsidios estatales que funcionaban como salvavidas. Con salarios insuficientes frente a la escalada de precios, era compensado con planes sociales, ayuda alimentaria y tarifas congeladas. El Estado era, en muchos aspectos, su socio principal en la tarea de llegar a fin de mes.
El subsidio a la luz y el gas se eliminó, la ayuda alimentaria se redujo, y el ingreso familiar quedó expuesto al mercado
Hoy enfrentan una realidad distinta. Con el repliegue del Estado como actor económico central, muchos ya no disponen de los beneficios que equilibraban su balanza doméstica. El subsidio a la luz y el gas se eliminó, la ayuda alimentaria se redujo, y el ingreso familiar quedó expuesto al mercado.
Ahora, administrar su hogar se vuelve un acto de supervivencia puramente privado.
Hay un cambio: de un ciclo macroeconómico asistido a uno en el que prevalece la lógica individual. Los padres pasaron de ser un administrador de recursos condicionados por la ayuda estatal a convertirse en un gestor de economía familiar expuesto al rigor del mercado. Como él, miles de padres hoy enfrentan la transición de una economía asistida a una donde el equilibrio del hogar depende, en gran parte, de la capacidad individual para adaptarse.
El pulso silencioso de un país que transforma las reglas macroeconómicas implica que el esfuerzo cotidiano de cada familia se convierta en una pequeña epopeya económica.
El autor es Analista económico y director de Focus Market