Ponderar al Club Argentino de Ajedrez como el mejor club de ajedrez del mundo puede parecer petulante, o desmesurado. Pero si uno se pone a investigar, a estudiar su historia, pronto queda a la vista que sólo el Club Central de Ajedrez de Moscú puede estar a su altura. Porque otro con el que se lo comparaba, el Manhattan Chess Club, de Nueva York, ya hace un tiempo cerró sus puertas.
El Club Argentino fue fundado el 17 de abril de 1905, y ya desde su primer año desarrolló una gran actividad. Así lo atestigua el libro El ajedrez en la Argentina, de José Pérez Mendoza, que data de 1920. El propio Pérez Mendoza llegó a ser presidente de la entidad. En el año del Centenario de la Revolución de Mayo, 1910, los dirigentes de la entidad invitaron al país al campeón mundial de entonces, Emanuel Lasker, que, entre otras acciones, realizó partidas amistosas de exhibición en las instalaciones del club (que no eran las actuales). En su devenir temporal, el club organizó todo tipo de actividades ajedrecísticas: torneos locales e internacionales, campeonatos argentinos individuales y por equipos de mayores, y juveniles, de mujeres y de varones. También sus salones albergaron matches, concursos de problemas y ceremonias, y allí fueron editadas revistas… En fin: todo lo que se pudiera hacer en materia de ajedrez, fue hecho en el club.
En lo personal, el club fue una escuela de vida. Allí aprendí a competir, y conocí a mis mejores amigos. Allí gané por primera vez el Campeonato Argentino Superior, en 1994. Recuerdo la visita de Garry Kasparov, entonces campeón del mundo, para jugar un torneo blitz en 1992. Nunca vi al club, que es bastante grande (planta baja y dos pisos) tan abarrotado de gente. Literalmente, no se podía caminar. Otro momento que recuerdo fue uno del año 2005, cuando se estaba celebrando en Potrero de Funes, San Luis, el Torneo de Candidatos, que hacía las veces de Campeonato del Mundo, y yo comentaba sus partidas en el gran tablero mural del Club Argentino para un pequeño grupo de aficionados: para mi total sorpresa, porque yo ni siquiera sabía que estaba en Argentina, se sumó a los espectadores el ex campeón mundial Anatoli Karpov, archirrival de Kasparov.
Karpov empezó a disparar variantes como una ametralladora, y tuve que hacer un gran esfuerzo para estar a su altura en los análisis de las partidas. Sucede que nunca fue raro que los mejores ajedrecistas del mundo visitaran el Club Argentino de Ajedrez; por él pasaron todos los grandes campeones que alguna vez visitaron el país. El match por el Campeonato del Mundo de 1927, entre Raúl Capablanca y Alexander Alekhine, tuvo lugar en la sede del club de entonces, Carlos Pellegrini 449. En las actuales instalaciones, de Paraguay 1848, también en la ciudad de Buenos Aires, se conserva la mesa de ese histórico encuentro. También pasaron por el club Bobby Fischer y Tigran Petrosian. En una ocasión el inefable Mijaíl Tal dio una exhibición de simultáneas en la que, en una pequeña mesa aledaña, lo esperaba un vaso de cognac.
Un ya veterano Miguel Najdorf se sentaba ante su mesa de ajedrez para jugar partidas rápidas con cualquiera que se animara. Eran clamorosos sus duelos con Miguel Quinteros. Cuando don Miguel falleció en Sevilla, en 1997, sus restos mortales fueron traídos al país y velados, ¿cómo no?, en el Club Argentino de Ajedrez. Oscar Panno, de quien hace poco celebramos sus 90 años, fue campeón de la institución durante alrededor de 30 años, ganando hasta ¡18! matches contra sus ocasionales desafiantes, entre los que se contaban varios de los mejores jugadores del país.
La actual sede de la entidad, ubicada en el barrio Recoleta, es una casona que data del siglo XIX, una joya arquitectónica que vale la pena visitar. Desde la planta baja, una ancha escalera de madera conduce a los pisos de arriba. También de madera es el ascensor individual, una reliquia, difícil de encontrar en otro lugar. El club no limita sus actividades al ajedrez. Allí son practicados otros juegos intelectuales, como el bridge y el go. Pero, sobre todo, el Argentino cumple una función de club social, donde se desarrollan diferentes eventos. Es factible encontrar en el club a políticos famosos, ya porque son aficionados al ajedrez, como Daniel Scioli, como porque asisten a alguna reunión social, como lo ha hecho más de una vez el jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires, Jorge Macri.
El Club Argentino pasó una situación difícil durante la pandemia, cuando debió cerrar sus puertas, y, dada la explosión del ajedrez online, se llegó a pensar que no volvería a abrir. Pero, de la mano de las actuales autoridades, encabezadas por el presidente, Matías Oliva, y el secretario, Pablo Sanz, ha reverdecido. Ellos me cuentan que se ha normalizado administrativamente, que en la comisión directiva hay jóvenes y mujeres, que la escuela de ajedrez que funciona en el club tiene mucho éxito, que hay una constante y creciente organización de torneos.
El ajedrez no es sólo el tablero y los movimientos de las piezas; también es la camaradería, el intercambio de opiniones sobre el estilo de los jugadores, y un problema de ajedrez que deja a todos en silencio, pensando en su resolución. También, transitar por los señoriales salones del club, donde se puede conversar con los maestros. Todo lo que internet no tiene, sigue siendo brindado por el Club Argentino de Ajedrez.