Un tzompantli, esa estructura de cráneos que evoca los rituales y la cosmovisión mexica, ocupa el centro del Mapa de Popotla, uno de los documentos históricos más valiosos que conserva el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
El Mapa de Popotla, un documento de 72 por 83 centímetros, será sometido por primera vez a pruebas científicas para determinar su procedencia y su relación con el periodo colonial y la tradición indígena.
Este tipo de documentos son un testimonio invaluable de la vida en México antes de la llegada de los españoles, y a pesar de la riqueza culturan que representan, en la actualidad el número de ejemplares es limitado y su cuidado resulta esencial para
Para la antropóloga Isabel Bueno Bravo, este elemento visual no solo sugiere la importancia de Popotla en la época mexica, sino que lo vincula directamente con el paisaje sagrado y ceremonial del imperio, y lo identifica como uno de los primeros asentamientos previos a la fundación de Tenochtitlan.
Este hallazgo, junto con otros símbolos y materiales, ha impulsado una investigación inédita que busca desentrañar el origen, la autenticidad y el contexto histórico de este códice, resguardado en la bóveda de la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia (BNAH), en el Museo Nacional de Antropología.
La investigación se propone arrojar luz sobre la técnica de manufactura del códice, la temporalidad de sus componentes y su posible origen, ya que hasta ahora se desconoce si se trata de un original o de una copia.
El único antecedente documental sobre el pergamino proviene de un artículo publicado en 1947 por el arqueólogo Alfonso Caso, lo que subraya la necesidad de un análisis actualizado y riguroso. El equipo científico planea concluir el estudio a principios de 2026.
Para avanzar en la investigación, se tomarán tres muestras de menos de cinco milímetros cada una, con la autorización de las autoridades competentes y bajo estrictas normas de seguridad y conservación.
El análisis material permitirá plantear una hipótesis sobre el contexto histórico del códice, la cual podrá confirmarse o modificarse en función de los resultados obtenidos.
La hipótesis de Isabel Bueno Bravo apunta a que el documento, catalogado como códice, podría haber formado parte de un expediente o título primordial, utilizado por los habitantes del “lugar de los popotes” para defender sus derechos sobre la tierra representada en el mapa.
En cuanto a la iconografía, la presencia de caciques recuerda a los códices Techialoyan de finales del siglo XVII, aunque el resto de los elementos responde a la tradición indígena.
Esto sugiere que el códice podría haberse elaborado en los primeros momentos del contacto con los españoles y que, posiblemente, recibió añadidos en distintas etapas de su historia.
La naturaleza orgánica del soporte original ha sido objeto de análisis por parte de la bióloga María Susana Xelhuantzi López, del Laboratorio de Arqueobotánica de la Subdirección de Laboratorio y Apoyo Académico (SLAA).
Según sus observaciones, el material presenta características morfológicas microscópicas propias de la epidermis de chivo, lo que permitiría situar el códice en la época colonial.
Esta hipótesis será verificada mediante análisis proteómicos a cargo del investigador de la UNAM, Abel Moreno Cárcamo.