Envejecer no debería ser sinónimo de deterioro inevitable. Para el médico y experto en longevidad Peter Attia, la vejez puede ser una etapa activa y plena, siempre que se planifique con la misma seriedad con la que uno entrena para una competencia física.
Su propuesta no es metafórica: invita a sus pacientes a prepararse para una especie de “decatlón” diseñado específicamente para la última década de vida.
Attia presentó este enfoque preventivo y deliberado para envejecer con funcionalidad durante el Festival Well de The New York Times, el ciclo de conferencias del prestigioso diario norteamericano para abordar consejos esenciales sobre salud, incluyendo estrategias para vivir una vida más feliz.
¿Qué es el “decatlón del centenario”?
El “decatlón del centenario” es una estrategia creada por Attia para preparar a las personas desde la mediana edad para los desafíos físicos de su última década de vida.
El objetivo es diseñar una lista personalizada con las 10 habilidades funcionales que cada persona quiere mantener al llegar a los 80 o 90 años, y empezar a entrenarlas desde los 40 o 50.
Estas habilidades no son generales, sino específicas, prácticas y profundamente vinculadas a la autonomía. Algunas de las que Attia menciona con mayor frecuencia incluyen:
- Poder caminar 1,5 kilómetros sin descanso.
- Subir y bajar escaleras sin agarrarse del pasamanos.
- Levantarse del suelo sin apoyo externo.
- Transportar bolsas del supermercado o peso similar.
- Colocarse de pie desde una silla sin impulso con los brazos.
- Mantenerse sobre un solo pie durante al menos 10 segundos.
- Bailar con ritmo, equilibrio y agilidad.
- Agacharse para jugar con niños o recoger algo del suelo.
- Reaccionar con rapidez ante una caída para evitar lesiones.
- Vivir de manera completamente independiente, sin asistencia externa.
Attia subraya que estas actividades deben tener un sentido personal, emocional y funcional para quien las elige. Su propia lista, por ejemplo, incluye conducir autos de carrera, una pasión vinculada a su afición por la Fórmula 1 y jugar con sus hijos pequeños en el suelo. Lo importante es que cada habilidad refleje una vida activa y significativa, más allá de solo “envejecer con salud”.
Esta planificación temprana convierte al ejercicio en una herramienta con propósito: no se trata de estética ni rendimiento deportivo, sino de preservar la capacidad de vivir plenamente hasta el final de la vida.
Cómo entrenar hoy las habilidades que necesitarás en la vejez
Para lograrlo, propone un enfoque individualizado, que parte de un diagnóstico realista del estado físico actual, y apunta a construir capacidad funcional con décadas de margen.
Estas son algunas de las capacidades físicas clave que él sugiere trabajar desde los 40 o 50 años, pensando en ese “decatlón del centenario”:
- Fuerza muscular general: el pilar de la independencia física. Incluye levantar cargas pesadas y desarrollar fuerza en piernas, espalda, tronco y brazos.
- Potencia: la capacidad de aplicar fuerza rápidamente. Esto se entrena con ejercicios como saltos, lanzamientos o sprints cortos.
- Equilibrio: fundamental para evitar caídas, se puede trabajar con ejercicios de una sola pierna, caminatas en línea recta o movimientos en superficies inestables.
- Flexibilidad y movilidad: mantener la amplitud de movimiento de las articulaciones. Estiramientos dinámicos y trabajo específico de cadera, hombros y tobillos son esenciales.
- Resistencia cardiovascular: caminar, trotar o andar en bicicleta al menos 90 minutos por semana puede reducir drásticamente el riesgo de enfermedades y muerte prematura.
- Coordinación neuromuscular: habilidades como bailar requieren la integración de ritmo, memoria, movimiento y control corporal.
- Capacidad de recuperación: aprender a descansar correctamente y a escuchar al cuerpo para prevenir lesiones.
También señala que no se trata de entrenar “más”, sino de entrenar mejor y con intención. Por ejemplo, alguien que ya se ejercita siete horas por semana no ganará mucho aumentando a nueve. En cambio, una persona sedentaria que pasa a entrenar 90 minutos semanales puede reducir notablemente su riesgo de muerte.
Este tipo de entrenamiento incluye levantar pesas, hacer ejercicios con el propio peso corporal (como sentadillas o flexiones), o usar bandas de resistencia. La clave, según Attia, está en trabajar con cargas pesadas, siempre supervisadas, para estimular los músculos de forma efectiva y segura.
Pero el mensaje más enfático lo dirige a las mujeres. A medida que envejecen, pierden masa muscular y ósea más rápido que los hombres, en parte por la disminución de los niveles de estrógeno. Esto las hace más propensas a:
- Osteoporosis
- Caídas
- Fracturas
- Hospitalizaciones prolongadas
- Pérdida de independencia
El entrenamiento de fuerza no solo puede ralentizar o revertir ese proceso, sino también mejorar la postura, el equilibrio, la confianza corporal y la capacidad para realizar tareas cotidianas como subir escaleras, cargar objetos o levantarse de la cama sin ayuda.
“¿Alguna vez conociste a alguien al final de su vida que diga ‘ojalá tuviera menos músculo’?”, interpela Attia. La fuerza, en su visión, es una forma de autonomía acumulada.
Priorizar lo que más impacto tiene
Aunque el ejercicio ocupa un lugar central en la estrategia de Peter Attia, no es el único pilar. Según su enfoque, para llegar con vitalidad a la última década de la vida es crucial atender, desde ahora, los cuatro grandes ejes de la salud: actividad física, descanso, nutrición y bienestar emocional.
Estas son sus recomendaciones clave por área:
- Sueño: dormir al menos siete horas por noche no es un lujo, es una necesidad fisiológica. El sueño insuficiente afecta la memoria, el metabolismo, la salud cardiovascular y la longevidad.
- Ejercicio: moverse de forma constante es esencial, pero incluso 90 minutos semanales de ejercicio moderado ya reducen notablemente el riesgo de muerte prematura. Para quienes no se ejercitan, empezar con poco es mucho mejor que no empezar.
- Nutrición: aunque Attia no promueve una dieta única, sí insiste en evitar los excesos de azúcar, alcohol y alimentos ultraprocesados. Se debe priorizar proteínas de calidad, grasas saludables y vegetales.
- Salud emocional: el estrés crónico, la ansiedad y la desconexión social son factores de riesgo silenciosos pero poderosos. Cultivar relaciones, practicar la meditación o asistir a terapia pueden tener beneficios físicos directos.
Cómo adaptar el entrenamiento según cada punto de partida
Uno de los aspectos más prácticos del enfoque de Peter Attia es su énfasis en la individualización. No existe una fórmula universal para llegar bien a la vejez: lo que sirve para una persona activa de 45 años no se aplica a alguien sedentario con problemas articulares. Por eso, el primer paso, y el más importante, es saber desde dónde se parte.
Attia recomienda hacer una “auditoría personal” de la salud actual. Algunas preguntas clave:
- ¿Cuántas horas dormís por noche?
- ¿Te cuesta levantarte del piso sin apoyo?
- ¿Podés caminar rápido sin perder el aliento?
- ¿Cuánta fuerza real tenés en piernas y espalda?
- ¿Cómo está tu equilibrio?
Con esa información, el entrenamiento puede diseñarse con lógica y efectividad. Algunos ejemplos:
- Si se tiene buena resistencia, pero poca fuerza, es hora de sumar pesas.
- Si una persona camina bien, pero se cae con frecuencia, debe enfocarse en equilibrio y estabilidad.
- Si una persona duerme mal, hay que priorizar el descanso antes de intentar rutinas más exigentes.
- Si la persona viene de años de inactividad, se debe empezar con movimientos básicos y progresivos.
La propuesta de Peter Attia es simple en su planteo, pero transformadora en su alcance: no esperar a la vejez para ocuparse de ella. Así como uno no correría una maratón sin entrenar, tampoco debería entrar en sus 80 o 90 años sin haber construido antes la fuerza, movilidad y resistencia necesarias para sostener la autonomía y la dignidad.