El 23 de mayo, Virginia Rivero (48 años) estaba en la oficina del colegio donde trabaja como secretaria, en San Fernando, cuando sonó su teléfono. Era su hija mayor. Del otro lado, la voz sonaba inusualmente tensa: “¿Estás bien, má?”, le preguntó. “Sí, ¿qué pasó?”, respondió Virginia, sorprendida. “No, nada, má”, contestó su hija, con tono esquivo.
Sin embargo, mientras hablaba, una compañera que seguía la escena comenzó a hacerle señas con la cabeza, con gesto serio, como anticipándole que sí, que efectivamente algo había pasado. La noticia ya se había viralizado.
Ese viernes, el ministro del Interior de Venezuela, Diosdado Cabello, anunció en una conferencia televisada que las fuerzas de seguridad habían arrestado dos días antes a un abogado argentino identificado como Germán Darío Giuliani (48), junto a tres ciudadanos venezolanos. Según las autoridades, formaba parte de una supuesta “red terrorista”. No ofreció detalles concretos sobre los cargos, las circunstancias de la detención ni por qué se encontraba en el país.
Según relató Virginia a LA NACION, Giuliani, abogado especializado en derecho penal y laboral y titular de su propio estudio jurídico (GDG), había viajado a San Pablo el 5 de abril para asistir a un cliente en la apertura de un bar. Luego tenía previsto trasladarse a Venezuela para iniciar gestiones similares en la ciudad de Barcelona, estado Anzoátegui.
A fines de abril ingresó al país caribeño para comenzar con los trámites y regresó sin inconvenientes a Brasil. Pocos días después volvió a Venezuela. “No tenía pasaje de vuelta porque él tenía que terminar de constituir este bar y una vez que terminaba, volvía”, explicó Virginia.
El día anterior a su arresto, ella se había comunicado con él por mensaje. Su hijo menor, angustiado por la ausencia del padre, le pedía saber cuándo volvería. “Él le mandó un mensajito re lindo, contento, diciéndole: ‘Falta poco, en 25 días ya estoy allá, vamos a organizar un programa juntos’. Como… no sé, normal”, contó Virginia, quien tiene tres hijos con Germán y en noviembre cumplirán 20 años de casados.
A la mañana siguiente volvieron a hablar, pero después no hubo más respuestas. Unas horas más tarde, Virginia se enteró de la detención. En estado de shock, se fue a su casa, donde se reunió con sus cinco cuñadas y su suegra. “Nadie entendía nada, si hace un par de días estábamos con videítos así con Germán, contento, esperando que vuelva”.
Ese mismo día, Virginia recibió un llamado de Cancillería y fue convocada a una reunión, a la que asistió acompañada de su hija mayor (18), su suegra y una cuñada. Allí le explicaron que no contaban con información adicional a la que ya circulaba públicamente y le pidieron esperar hasta tres días después de las elecciones venezolanas, previstas para el domingo 25 de mayo, a que pasara el fervor. Además, le informaron que ese mismo día habían elaborado un informe que fue enviado tanto a la cancillería brasileña como a la embajada de Brasil en Caracas, con el fin de impulsar gestiones diplomáticas.
El año pasado, el Gobierno de Javier Milei oficializó el cierre de la embajada argentina en Caracas, luego de que el régimen chavista ordenara la salida de los diplomáticos argentinos y de otros seis países, en rechazo a sus “injerencistas acciones y declaraciones” sobre las elecciones presidenciales del 28 de julio. A partir del 1° de agosto, Brasil asumió la representación de los intereses de la Casa Rosada en Venezuela y quedó a cargo de los opositores que se encontraban asilados en la embajada argentina, quienes finalmente fueron liberados el 6 de mayo en una operación de rescate liderada por Estados Unidos, en la que Argentina también tuvo un rol.
Cumplido el plazo establecido por Cancillería, Virginia volvió a comunicarse y asistió a una reunión de seguimiento el miércoles 28 de mayo, aunque no hubo novedades. “Salimos muy decepcionados”, relató. Ante esta situación, decidió cambiar de estrategia y visibilizar el caso públicamente para ejercer mayor presión.
Ese mismo día, Cabello volvió a referirse al caso, afirmando que Giuliani fue capturado en un velero “en alta mar, cuando iba a buscar a un narcotraficante”. “Hay notas (en medios) sobre un ciudadano de apellido Giuliani, capturado en alta mar con unos venezolanos. Que si el señor es buena gente… pero iba a buscar a un narcotraficante y el narcotraficante había pagado 20.000 dólares para que lo dejaran en alta mar y quien lo iba a encontrar era este señor Germán Darío Giuliani”, agregó.
“Detrás de eso no solo hay drogas. Fue detenido y está siendo sometido a interrogatorios con el respeto a los derechos humanos”, afirmó Cabello. También dijo que el argentino supuestamente iba a recoger a Antun Mrdeza, un ciudadano serbio con alerta roja de Interpol, requerido por las autoridades italianas por narcotráfico.
La detención de Giuliani se produjo en el marco de una ola de arrestos llevada a cabo por el régimen chavista, en vísperas de las elecciones legislativas y regionales. En menos de 48 horas, más de 70 personas, entre ellas opositores y ciudadanos extranjeros, fueron encarceladas, según confirmó el propio gobierno. Todos están acusados, sin pruebas públicas, de participar en conspiraciones contra el Ejecutivo.
Virginia insiste en que ni su marido ni su familia tienen ningún vínculo con la política venezolana. “Seguramente Germán ni siquiera estaba al tanto de que se celebraban elecciones en mayo”.
Por su parte, el abogado y amigo de Giuliani, Diego Córdoba, expresó a LA NACION su inquietud: “Lo más importante hoy es saber si Germán está bien, porque no sabemos nada de él desde que Cabello lo nombró. No tenemos ni prueba de vida, así que no sabemos si está vivo o no”.
Durante esos días también fue arrestado —y liberado pocas horas después— otro argentino, Pablo Gonzalo Carrasco, vinculado a una empresa de ciberseguridad. Carrasco, quien tiene ciudadanía italiana, había llegado a Caracas con un socio español para participar de una conferencia. Fue detenido en el aeropuerto por el Sebin (Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional), acusado de “mercenario y terrorista”, y luego liberado gracias a la intervención de la embajada de Italia. Córdoba intentó comunicarse con Carrasco, sin éxito, y también preguntó en Cancillería si había otros argentinos detenidos o liberados, pero la respuesta fue que la información era confidencial.
Sobre Giuliani, Córdoba confesó estar igual de perplejo: no sabe si tiene una causa abierta, si está imputado, dónde se encuentra detenido, ni si tiene acceso a un abogado. Si hubiera un proceso penal en curso, el defensor sería un abogado oficial designado por el gobierno venezolano; ya que los abogados privados no tienen incidencia y solo pueden ofrecer asesoría, explicó.
“Al no tener representación diplomática en Venezuela estamos muy limitados”, dijo.
Virginia también fue contactada por el Comité de Derechos Humanos del partido opositor Vente Venezuela, liderado por María Corina Machado. Le pidieron el nombre de su esposo y se comprometieron a ayudar a recabar información sobre su paradero, pero desde entonces no volvieron a comunicarse.
Sobre las acusaciones de Cabello, Virginia asegura que prefirió mantenerse al margen. “Preferí que la familia, si me quiere transmitir algo, me transmita. No prendí la tele, nada”, dice. Y remarca: Germán “es una persona normal, un padre de familia, trabajador. Pueden averiguar lo que quieran sobre él, no tiene nada que esconder”.
Sobre las circunstancias de la detención, dice que no le sorprendería que efectivamente hubiera sido en un barco. Giuliani es un apasionado de la náutica: tiene un velero en San Isidro y suele participar en regatas. “Donde haya un barco, y si encima es un velero, ahí está Germán”.