El dilema del plástico. Los argentinos consumimos 42,7 kilos por año y la mayoría termina en el mar

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Durante diez días, representantes de 184 países se reunieron en Ginebra para consolidar el Tratado Global sobre Plásticos de la Organización de Naciones Unidas. Este es un acuerdo internacional que tiene como objetivo principal atender la sobreacumulación de plástico en el mundo, una de las tres crisis globales.

El tratado pretende convertirse en un eje rector vinculante para que todos los países adopten medidas urgentes para reducir la cantidad de residuos no solo por los impactos ambientales que supone, sino también por los riesgos que genera a la salud humana. Son cada vez más los estudios que no apuntan solo a los impactos a la biodiversidad, o la contaminación que hay detrás de los plásticos, sino también a su creciente presencia en el cuerpo humano.

En general, el documento contempla un enfoque de regulación del plástico en todo su ciclo de vida. En otras palabras, buscan implementar regulaciones en la producción, distribución y disposición final de los residuos. Dentro del documento, se plantea reducir y gestionar la producción y el consumo, mejorar el diseño de productos para la economía circular y minimizar las emisiones de microplásticos. También se pretende prohibir los vertidos abiertos y la quema de residuos, abordar la contaminación existente y promover la responsabilidad ampliada del productor, así como una transición justa para los trabajadores.

Si bien existe un consenso entre países, científicos y los distintos sectores de la industria plástica en que es necesario consolidar este tratado, durante la plenaria afloraron tensiones difíciles de aliviar, vinculadas a la limitación de la producción de plástico y la prohibición de químicos de preocupación para la salud humana.

La sobreacumulación de plástico en el mundo es una crisis global

El gobierno argentino envió una delegación encabezada Eliana Ester Saissac, subsecretaría de Asuntos Ambientales de Cancillería, Juan José Galeano, director de Industria Sostenible, dentro de la Secretaría de Industria y Comercio, y Candela Nassi, responsable de Evaluación y Control Ambiental dentro de la Subsecretaría de Ambiente. LA NACION contactó a representantes de la Subsecretaría de Ambiente para conocer su posición, pero los voceros no dieron definiciones claras y advirtieron que todavía no había acuerdo sobre el documento. Según observadores de las negociaciones consultados, el país mantiene un perfil bajo en las negociaciones y “mantiene una postura cercana a Estados Unidos”.

Si bien durante la administración de Joe Biden, la potencia del norte había impulsado un primer y ambicioso plan para abordar el problema, quedó relegado tras la asunción de Donald Trump. A pesar de ello, Estados Unidos sigue participando de las negociaciones en este espacio y empuja para evitar limitar la producción de plástico.

A pesar de ello, el presidente de la comisión de Recursos Naturales y Conservación del Ambiente Humano de la Cámara de Diputados, el libertario puntano Carlos D’Alessandro, confirmó que el Ejecutivo busca firmar el acuerdo, pero se opone a limitar la producción de plástico y de químicos de preocupación para la salud humana. En comparación a vecinos como Colombia y Costa Rica, la posición es flexible. “El Estado debe establecer reglas claras, simples y estables, pero no reemplazar la dinámica de innovación, inversión y mercado, que es la verdadera fuerza para resolver problemas como la sobreacumulación de plásticos”, advirtió en diálogo con LA NACION.

Son cada vez más los estudios que no apuntan solo a los impactos a la biodiversidad, o la contaminación que hay detrás de los plásticos, sino también a su creciente presencia en el cuerpo humano

En línea con el gobierno nacional, D’Alessandro plantea que tanto el tratado internacional como cualquier legislación nacional debe plantear “medidas de regulación basadas en evidencia científica y no dogmas ideológicos, incentivos al desarrollo tecnológico en lugar de prohibiciones arbitrarias y responsabilidad del productor sin asfixiarlo con cargas burocráticas”, desglosó el diputado.

Hoy, son más de 100 los países, dentro de las discusiones del tratado, que impulsan regulaciones más estrictas a la producción y gestión del plástico. Desde la OCDE advirtieron que si el tratado se enfoca únicamente en mejorar la gestión de residuos y no aborda la producción, ni la demanda, se seguirían filtrando al medio ambiente unos 13,5 millones de toneladas de residuos plásticos cada año.

“Si va a haber un tratado, queremos que sea uno bueno y ambicioso. Si va a ser un documento solo para cumplir, mejor es no tenerlo. Lo que no queremos es que esto sea un Acuerdo de París”, advirtió María Esther Briz, bióloga y representante de la organización Gaia para América Latina y el Caribe. “Actualmente, tenemos una crisis de contaminación por plásticos. No solo cuando son residuos, sino desde la fase de extracción, durante la fabricación de los polímeros, el uso y el desecho”, añadió.

   

Para Jaquelina Tapia, representante argentina de la organización Salud sin Daño, la intención no es eliminar todos los plásticos del mundo. “Pero más de la mitad son fabricados para embalajes, o sea que se vuelven residuos rápidamente. Muchos forman parte de nuestra cotidianeidad”, describió.

Sergio Hilbrecht, gerente de la Cámara Argentina de la Industria Plástica (CAIP), que representa a más de 2500 empresas vinculadas a la transformación del plástico, planteó que los plásticos llamados de un solo uso son aptos para estar en contacto con los alimentos. “Son monomateriales, por lo que son altamente reciclables”, añadió. “Estamos a favor de un tratado global sin prohibiciones. Sí regulaciones”, sintetizó Hilbrecht.

El plástico en la Argentina

Cada argentino consume 42,7 kilogramos de plástico por año. El país es el tercer mayor productor de plástico de la región, aunque se encuentra muy por debajo de Brasil y de México. Para 2019, la Argentina tenía el 10% de la capacidad instalada en América Latina, mientras que las otras dos potencias de la región sumaban, en conjunto, casi el 80%.

Su producción, en términos generales, ha crecido de forma consistente hasta el 2023, con la llegada de la administración libertaria, en la que presentó una caída, importación y exportación de materias primas plásticas. Así se presentó en el último Anuario Estadístico de la Industria Plástica, con datos del 2024.

En esa línea, casi la mitad de los plásticos usados por la industria son destinados a envases y embalajes, le siguen la construcción, después artículos eléctricos, la industria automotriz y finalmente artículos domésticos y decoración. Hilbrecht reconoció que el mayor caudal de plásticos se destina a los de un solo uso, aunque advirtió que estos son los que mayor capacidad de reciclaje tienen —un 9,3%—. Sin embargo, para Tapia la mejor solución no es solo el reciclaje, sino que no se genere el plástico en primer lugar.

Casi la mitad de los plásticos usados por la industria son destinados a envases y embalajes

“Ya partimos de un piso alto cuando hablamos de la cantidad de plásticos que tenemos. Pensemos que la mayoría tardan siglos en degradarse. Y si pensamos en el mal manejo que hace tanto Nación como las provincias, es lógico que terminen en el mar, o en vertederos a cielo abierto”, denunció Tapia.

Si bien hay ciertas regulaciones en materia de residuos, la legislación en torno a los plásticos es una gran deuda en la Argentina. Existen regulaciones al uso de ciertos aditivos peligrosos para la salud. También hay leyes que prohíben los microplásticos en cosméticos. Sin embargo, organizaciones como Salud Sin Daño o Taller Ecologista critican que las regulaciones son flexibles y es necesario prohibir componentes que afecten a la salud humana.

Estas organizaciones también señalan que hace falta una Ley de Envases que regule los plásticos más producidos y desechados. Estos, usualmente, terminan en vertederos, en ríos o incluso llegan al mar. En un mapa mundial, Global Plastic Watch identificó miles de tiraderos en los que sobre todo hay residuos plásticos. Con 912 registrados, América Latina y el Caribe concentra la mayor parte de ellos.

Si bien hay ciertas regulaciones en materia de residuos, la legislación en torno a los plásticos es una gran deuda en la Argentina

La Argentina es el tercer país con más tiraderos de la región, concentrados en especial en el centro y noreste del territorio. Varios de ellos se encuentran cerca de ríos. Un estudio de 2021 publicado en la revista Science concluyó que más de 1000 ríos acarrean el 80% de los plásticos que llegan al océano.

Por las corrientes marinas, todos los residuos plásticos que terminan en el mar y que no decantan, se concentran en cinco grandes islas de basura que se distribuyen en todos los océanos del planeta. La más grande se encuentra sobre el Pacífico, entre América del Norte y el Este Asiático, y su extensión es tres veces el tamaño de Francia. Según el reporte de la revista Science, en 2019, la Argentina vertió 4137 toneladas de plástico al mar.

   

En marzo pasado, D’Alessandro presentó ante la comisión que preside un proyecto de Ley de Envases en conjunto con representantes de la CAIP y de una fundación dedicada al reciclaje asociada a la industria llamada Ecoplas. Este proyecto apunta al reciclaje como eje central de acción frente a la crisis de los plásticos y descarta regulaciones productivas sobre la industria.

“Desde la industria impulsamos fuertemente la Ley de Envases propuesta por el D’Alessandro, ya que entendemos que los plásticos no son residuos, sino recursos para una economía circular que abriría no solo oportunidades ambientales, sino también de desarrollo productivo”, plantearon desde Ecoplas. Otros proyectos de Ley de Envases, como el propuesto en 2023 por la diputada Natalia Zaracho (UP), se distancian de la visión libertaria, en especial en cuanto a los mecanismos de financiamiento, el rol de los trabajadores recicladores y autoridades de aplicación. Ninguna busca limitar la producción, tampoco los químicos de preocupación.

Los dilemas del plástico

En diferentes tipos y formas, los plásticos son tan esenciales para la vida contemporánea como lo es la luz eléctrica. Si nos detenemos un momento y observamos a nuestro alrededor, podemos encontrarlo en casi cualquier rincón al que enfoquemos: en nuestro celular o en la botella de agua que tenemos sobre la mesa. Existen también pequeñas partículas de plástico suspendidas en el aire y también dentro de nuestro cerebro, riñones, hígado y sangre. Estudios científicos recientes han hallado plástico incluso en la leche materna.

 

Es una situación dual, pues el plástico se usa en casi cualquier actividad, abarata costos de producción y ha posibilitado el desarrollo de tecnologías para todo tipo de industria. Sin embargo, como residuo es uno de los mayores problemas globales no solo por la contaminación que supone al ambiente, sino por los riesgos a la salud humana.

A partir de 1950 la producción de plástico comenzó a expandirse. Entre los 80 y el 2020 pasó de 70 millones de toneladas a un aproximado de 460 millones de toneladas, según datos de la OCDE. Y la tendencia crece de manera exponencial. Las proyecciones apuntan a que sería más del doble para 2050. El manejo de residuos sólidos como los plásticos ha sido un flagelo para casi todos los países del mundo y el reciclaje de los plásticos es mínimo a nivel global.

Por las corrientes marinas, todos los residuos plásticos que terminan en el mar y que no decantan, se concentran en cinco grandes islas de basura

Para Michelle Reyes, médica familiar en Filipinas y representante de Salud sin Daño para el sudeste asiático, todavía no se conocen con certeza los efectos de los microplásticos en el cuerpo. Sin embargo, los reportes publicados apuntan a que el cuerpo puede desarrollar enfermedades asociadas al sistema inmunológico y al cardiaco. “Tenemos que regularlos, tener reglas claras e información suficiente para desarrollar políticas que nos alejen de los daños nocivos”, concluyó.

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