Alfredo Valenzuela
Sevilla, 20 abr (EFE).- El poeta, editor y librero de viejo Abelardo Linares, y el crítico, profesor y escritor José Luis García Martín son amigos y sin embargo discuten casi a diario como demuestra «Duelo al sol. Una controversia literaria», una larga discusión escrita a cuatro manos rebosante de humor, mala uva, reflejos y argumentos tan brillantes como inesperados.
Publicado por Renacimiento, este volumen de cuatrocientas páginas apenas si da un respiro al lector porque los contendientes, que llegan a replicarse en verso -lo que constituye algunos de los pasajes más hilarantes-, no bajan la guardia ni en una sola página y no dan ni un párrafo -ni una parrafada- por perdido.
Si García Martín tilda a Linares de «ingenuo» -descalificación gravísima en una discusión intelectual de este calibre- Linares llama «célibe» a García Martín -calificación cuanto menos extraña en una discusión de cualquier nivel-, una acusación a la que el profesor ni siquiera responde, y no porque en este caso otorgue quien calla, sino porque los argumentos y las comparaciones vuelan sobre sus cabezas como las balas en un «Duelo al sol».
Sobre todo de poesía actual, pero también de historia, política y hasta de la banda terrorista ETA, esta discusión es fiel reflejo de los correos electrónicos que García Martín y Linares se intercambiaron el verano pasado y que posteriormente decidieron dar a la imprenta.
En aquel intercambio no es que -como quiere el lugar común- no dejaran títere con cabeza, sino que -aunque sea en sentido figurado- cortaron la cabeza de poetas, novelistas, editores, críticos, profesores, filósofos, periodistas, políticos; y además lo hicieron -lo hacen- siempre con nombre y apellidos, o sea que no solo mentan los santos sino también los supuestos milagros que los han convertido en santones.
«Aquí hemos venido, principalmente, a hablar de literatura y a hacer crítica destructiva, que es la única que sirve para algo», aclara ya mediada la discusión Linares, para seguir advirtiendo de que «si la literatura no tuviera pulso, a lo mejor es que está muerta», antes de hacerse eco de dos hechos: «Que las presentadoras de televisión ganan premios planetarios y que hay negros literarios por medio».
«El poeta difícil es el primero en no ser aficionado a leer el tipo de poesía que le gusta escribir», observa Linares después de afirmar que «el primer reto del artista (lo mismo si se pone a escribir un soneto, que si se sube a un trapecio en el circo) es lograr que parezca cosa fácil lo difícil» y de comparar a los poetas difíciles con «ese improbable tenista que a la hora de jugar un partido de competición quisiera ponérselo difícil al público y no a su contrincante».
Profesor universitario, antólogo frecuente y director de revistas literarias, García Martín debe saber de lo que habla cuando afirma tajante: «La literatura nace y vive en otra parte; en la universidad solo se embalsama. Y se embalsama mejor cuando deja de estar viva, o al menos dejan de estar vivos y dando guerra sus autores».
Martín y Linares disparan a los demás sin dejar de esgrimir entre ellos: «De Chaves Nogales no me atrevo a decir que parte de su obra dispersa en la prensa resulta prescindible: Conozco tu devoción por él y en cuestiones religiosas yo no me meto», escribe el profesor al reprocharle al editor su entusiasmo por el ya legendario periodista sevillano.
Eso puede leerse un par de páginas después de que Linares, acerca de la conveniencia o no de editar obras completas de autores más o menos olvidados, le reproche a García Martín:
«Según has escrito cien veces la obra publicada de cualquier autor, por grande e interesante que sea, tiene que estar sometida a selección y ser publicada bajo el inflexible criterio y coautoría -faltando el autor- de un crítico severo y excelente, a ser posible (no vamos a negarlo), tú mismo».
Para los lectores de poesía, uno de los mejores momentos de «Duelo al sol» es cuando Linares compara y comenta dos poemas con el mismo tema, uno de un candidato al Cervantes e incluso al Nobel, el chileno Raúl Zurita;, y otro del ya fallecido y casi secreto José Luis Parra; por no señalar otro pasaje sobre un poeta especialista en «acciones de enorme impacto» como «masturbarse en público delante de unas adolescentes». EFE
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