El East Village, punks y mafia, todo lo que el director Darren Aronofsky mejor sabe hacer

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La carrera de Darren Aronofsky se asemeja a esas viejas leyendas que tanto fascinan a Hollywood, relatos de ascenso y caída, de gloria y fracaso, de muerte y resurrección. Un artista inquieto, intuitivo, exponente de esa década crepuscular que fueron los años 90, signada por una cinefilia de tardes de televisión y videoclub, por una estética posmoderna, por una herencia forjada en los pasados 70 que había que trascender, reinventar. Y así lo hizo con películas como Pi (1998) y la celebrada Réquiem por un sueño (2000), viajes al interior de la paranoia y la adicción, pero también a la conquista del hálito creativo, del arte en carne viva, del riesgo en una industria que se arrojaba a las mieles de las franquicias y los superhéroes. Darren no eligió el camino fácil; nacido en Brooklyn, definió una obra autóctona, callejera, de obsesiones y dualidades: La fuente de la vida (2006) con Rachel Weisz (su pareja de aquel tiempo); El luchador (2008) con Mickey Rourke y la épica del caído; El cisne negro (2010) con Natalie Portman y la fantasía del Oscar. Un camino sin obstáculos.

Pero en 2017, ¡Madre!, junto a Jennifer Lawrence (su pareja de ese nuevo tiempo), supuso un sacudón al ego, un traspié en la taquilla, la burla de la crítica, y otra vez a pensar en repliegue y regreso, la imaginación puesta al desnudo. En el marco de la pandemia filmó La ballena (2022), una pieza de cámara sobre un profesor obeso y solitario, encerrado en su mundo y en su habitación. Una película que lo llevó de nuevo a la temporada de premios, que revitalizó la carrera de su protagonista, el desaparecido Brendan Fraser, que significó pensar desde el confinamiento una posible liberación. Y así llega ahora su nueva película, Atrapado robando, una comedia negra ambientada en las calles del East Village, las mismas que forjaron la infancia del director, con sus personajes extravagantes, sus aires de neo noir previos a la reciente gentrificación. Y como hallazgo, la notable interpretación de Austin Butler, más allá del disfraz de Elvis Presley, conquista de una aparición única, verdadera, sin máscaras.

Austin Butler interpreta a Hank Thompson, una ex promesa del béisbol convertido en barman de un antro en el East Village de Nueva York y enredado en una trama criminal.

Atrapado robando está basada en una novela del escritor estadounidense Charlie Huston, habitué de la serie negra y también de la lista de autores de cómics de sello Marvel. “Hace 15 años, cuando leí la novela por primera vez, reconocí una energía que me entusiasmaba, e inmediatamente sentí que de ese material podía salir una película interesante”, revelaba Darren Aronofsky en diálogo con LA NACIÓN. “Me decidí a rastrear al autor, pero no conseguí adquirir los derechos de la novela en ese momento. Tiempo después, Charlie [Huston] intentó filmarla, pero no funcionó. Seguimos en contacto, Charlie recuperó los derechos, me escribió y me contó que uno de sus mayores arrepentimientos era no haber hecho la película conmigo. No lo dudé y me puse a escribir el guion”. Autor de novelas de crimen, terror y ciencia ficción, Charlie Huston también es conocido como guionista (y productor) de la serie Gotham y showrunner de series como Powers y All Sings of Death, esta última basada en su novela. También se convirtió en el colaborador de Aronofsky en la adaptación.

“La novela es muy divertida, además la acción transcurre en un barrio de Nueva York que conozco muy bien, que siento muy cercano. Y los personajes resultan reales, verdaderos, al igual que la acción, que no para de principio a fin”, se entusiasma el director. “La escritura en colaboración con Charlie fue muy fructífera, sobre todo en la transformación de algunos de los personajes: por ejemplo, Ross, el vecino, no tenía características tan singulares como el que Matt Smith terminó interpretando. Como yo crecí en Nueva York justo en ese tiempo en el que está ambientada la novela, los tardíos 80 y los 90, quería sumar una de las cosas más interesantes del East Village, el barrio donde está ambientada la historia: detrás de cada puerta hay un personaje para descubrir. Entonces pensé que podía ser atractivo que Ross fuera un punk, con el corte mohawk, los aritos y tatuajes, el acento londinense, y que su presencia dispare el humor de la película”.

Zoë Kravitz interpreta a Yvonne, la novia de Hank en un coqueteo que abraza el sexo y esquiva el compromiso.

La historia de Atrapado robando es la del antihéroe Hank Thompson (Austin Butler), una ex promesa del béisbol que termina sus días como barman en un tugurio del East Village hacia finales de la década del 90. En sus sueños asoman los recuerdos de un accidente, en las conversaciones con su madre la frustración por lo perdido, y en su día a día la culpa por no haber llegado a ser lo que soñaba, por las tragedias que sufrió en el camino. En esa Nueva York previa a la era Giuliani, con grafitis y rock & roll, pandilleros y violencia callejera, Hank pasa sus noches en un bar, tomando cerveza hasta el amanecer, disfrutando del sexo con su novia Yvonne (Zoë Kravitz), sin ataduras ni compromisos. Pero un viaje repentino de su vecino Ross (Matt Smith), quien le deja a cargo el gato para irse a socorrer a su padre en Londres, lo sumerge en un espiral de locura y criminalidad. Matones de la mafia rusa, golpizas y huidas, misteriosos sicarios calvos, y un entramado de crimen organizado, corrupción policial y dinero extraviado lo envuelve como una tela de araña, en la frontera difusa entre el peligro y la aventura de su vida.

El luchador (2008) supuso una lograda colaboración con Mickey Rourke, a quien también rescató de una larga desaparición de las pantallas.

Atrapado robando tiene un aire visual muy definido ya en la novela: es heredera de las narrativas policiales de los 70, vibrantes, violentas, divertidas, una especie de noir decadente, mezclado con una comedia negra y absurda. Capturar ese universo en el guion fue un trabajo arduo, que le llevó más de un año de trabajo en colaboración con Huston hasta que sintió que había encontrado lo que buscaba. “Siempre ayuda cuando el material literario sugiere algún componente visual definido”, explica en relación a su doble experiencia como guionista y director. “Recuerdo cuando leí Réquiem por un sueño que pude imaginar la película casi inmediatamente, por ello fue muy fácil el trabajo de adaptación [que también hizo en colaboración con el autor de la novela, en ese caso Hubert Selby]. Algo similar me pasó con la novela de Charlie, podía entender la época, las calles, los personajes. Sabía cómo era Nueva York en 1998, cómo debía filmarla. Fue cuestión de llevar eso al papel y luego a la pantalla”.

Liev Schreiber y Vincent D’Onofrio interpretan a dos hermanos, judíos ortodoxos y líderes de la mafia local, y dan vida a una de las secuencias más divertidas de la película.

La inspiración más evidente para la puesta en escena vino de películas que formaron su cinefilia: Contacto en Francia (1971), de William Friedkin, Tarde de perros (1975), de Sidney Lumet, y sobre todo, Después de hora (1986), de Martin Scorsese. Y algo de ese ambiente tenso e impredecible invadió el rodaje, encontrando en el incidente de una mujer que orinó al equipo técnico desde una escalera de incendio el innegable paroxismo [detalle revelado en una reciente entrevista del equipo creativo con la revista Vanity Fair]. Un viaje en el tiempo a esa Nueva York que capturó el Nuevo Hollywood y que los directores de los 90, Paul Thomas Anderson, James Gray en películas como Little Odessa, Noah Baumbach en clave de comedia intelectual, y el propio Aronofsky, intentaron apropiarse, con el espíritu finisecular de su propio tiempo, con nuevos rostros como los de Austin Butler, el chico estrella de este tiempo de réplicas y reproducciones.

Réquiem por un sueño (2000) fue una de las películas que empujó la carrera de Darren Aronofsky.

“Creo que lo más atractivo de la figura de Austin Butler en esta película es que sale de las coordenadas de sus otras interpretaciones. Mucha gente lo identifica con Elvis, con su personaje en Duna: Parte 2, pero no lo ven a él sino a la máscara que lleva consigo. En este caso, creo que es la primera vez que vemos a Austin sin máscara; es su cuerpo, su presencia, es realmente él. Creo que para interpretar este personaje tuvo que poner en juego diferentes emociones, y creo que le va a demostrar al mundo cuán buen actor es”. Butler no es un recién llegado a Hollywood, deambula por la televisión desde que era un nene, en series infantiles de Disney Channel y Nickelodeon, luego con cierta fama juvenil en The Carrie Diaries, una especie de precuela de Sex & The City, hasta desembarcar en Broadway para demostrar sus dotes como cantante y bailarín, y luego conseguir reconocimiento como Tex Waxson, el inefable miembro del Clan Mason, en Había una vez en… Hollywood (2019), de Quentin Tarantino. Por supuesto, fue su interpretación de Elvis en la biopic de Baz Luhrmann la que lo catapultó a la primera línea del mainstream.

La dirección de El cisne negro le valió su primera y única nominación al Oscar como Mejor Director.

Como Hank Thompson, el atolondrado antihéroe de las novelas de Huston (además de en Atrapado robando, publicada en 2004, aparece en Six Bad Things de 2005 y A Dangerous Man, de 2006), Butler no solo despliega sus rasgos de chico malo como un moderno James Dean, algo que también exploró en la reciente El club de los vándalos (2023), de Jeff Nichols, sino que suma una notable habilidad en el humor que no había explotado en su carrera, no de esta forma. El raid de Hank luego del hallazgo de las andanzas criminales de su vecino, de los negocios turbios que involucran a mafias locales y a policías corruptos, deriva en confusos tiroteos, persecuciones alocadas, y una serie de situaciones rocambolescas que mezclan lo violento con lo hilarante.

Matt Smith interpreta a uno de los personajes extravagantes de la película, con su corte mohawk y sus aires punk, invade la vida de Hank en un espiral de intriga y violencia.

“Había bastante humor en el guion porque en realidad el universo de Charlie se define por ese tipo de comedia negra, por ese humor absurdo y disparatado que intentamos mantener en la película”, revela el director. “Sin embargo, creo que actores como Griffin Dunne, Liev Schreiber y Vincent D’Onofrio, sobre todo, aportaron una dimensión visual que resultó clave para el humor de la película. También Matt Smith le imprimó un humor a cada línea de diálogo, y Nikita [Kukushkin], quien interpreta al matón calvo que golpea al protagonista, es uno de los grandes clowns del teatro moscovita, y sus apariciones son hilarantes y demuestra un talento asombroso para ese registro casi autoparódico”, agrega. Todos se suman al alocado ritmo que define Aronofsky, tanto actrices como Zoë Kravitz y Regina King, y celebridades como el cantante puertorriqueño Bad Bunny, quien interpreta a un sicario latino que oscila entre la violencia y las rutinas de slapstick.

El cantante puertorriqueño Bad Bunny es una de las apariciones estelares de la película.

Las apariciones de Griffin Dunne, protagonista de Después de hora, como el jefe de Hank, un simpático fumón que maneja un bar de espíritu setentoso, al igual que Schreiber y D’Onofrio, como dos hermanos, judíos ortodoxos e implacables líderes de una organización mafiosa -que incluye a la genial Carol Kane como la Bubbe-, son guiños que Aronofsky desliza con placer y cinefilia, como un pacto de complicidad con su espectador. Sus anteriores películas, desde El luchador con sus ecos de la propia carrera de Mickey Rourke y las películas de boxeo como Toro salvaje o Rocky, hasta El cisne negro y sus aires de Persona de Ingmar Bergman, pasando por la influencia de Stanley Kubrick en La fuente de la vida y de Trainspotting en Réquiem por un sueño, están impregnadas de sus gustos, de su pasado, de esa fascinación por un tiempo que se despliega y contrae, como en espiral, como en una pesadilla. Y de la ciudad, de Nueva York y el East Village, el ambiente y los sonidos del presente y el pasado.

Atrapado robando me conectó nuevamente con ese aire urbano, con los ambientes de la ciudad, con el recuerdo del East Village y sus personajes fascinantes. La ballena, mi película previa, fue filmada durante la pandemia en un espacio muy reducido, con una atmósfera de confinamiento, con solo cinco o seis actores, así que cambiar a un rodaje en exteriores, en las calles de Nueva York, con movimiento constante y mucha acción, con muchos actores, fue una experiencia totalmente distinta, definitivamente liberadora”.

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