La disminución del riesgo país, que ronda los 600 puntos básicos, aumenta las chances de que el Estado Nacional argentino pueda volver a operar en los mercados financieros internacionales. El hecho me genera entusiasmo, pero no un incondicional entusiasmo.
El Poder Ejecutivo Nacional nos pide a los contribuyentes pagar impuestos de manera tal que el superávit fiscal operativo alcance para el pago de intereses de la deuda pública. Es lo que se denominado equilibrio fiscal pleno.
Ocurrió en 2024 y en 2025. Y todo indica que seguirá ocurriendo en 2026. Nótese que al aumento de la demanda de pesos por parte del sector privado, verificada luego de la elección de medio período, el Banco Central lo abastece comprando dólares. Si el Tesoro hubiera aprovechado la oportunidad para abandonar el equilibrio fiscal, yo estaría temblando; porque cuando la demanda de pesos se vuelva a contraer, estarán los dólares, pero resultaría bien difícil volver a reducir el gasto público.
No es razonable que el Estado Nacional nos obligue a los argentinos a hacer suficiente esfuerzo fiscal para pagar los vencimientos de la deuda pública. Ergo, me parece bien que aproveche la oportunidad para emitir deuda en los mercados financieros internacionales, pero solo para cancelar la que vence. En otros términos, que se honren los vencimientos sin aumentar la deuda neta.
¿Por qué mi prevención en esta materia? Por las enseñanzas que surgen de nuestra historia. Durante la presidencia de María Estela Martínez de Perón, la deuda pública no aumentó… ¡porque nadie le prestaba! Mientras tanto, durante la presidencia de Jorge Rafael Videla subió fuertemente, porque el segundo shock petrolero, ocurrido en 1979, encontró al Estado argentino con superávit comercial y baja relación deuda/PBI… y, con la llegada de Paul Volcker al Sistema de la Reserva Federal, así nos fue. Durante la gestión de Lorenzo Juan Sigaut la deuda pública aumentó 20% en dólares, sin que la Argentina viera algún billete fresco, y, encima, con caída del precio internacional de los productos de exportación.
Entiendo eso de que “la deuda en sí misma no es ni buena ni mala”, pero la historia argentina es al respecto contundente. Les resultó imposible a los gobiernos de turno resistir la tentación de endeudar al sector público, cada vez que lo pudieron hacer. Rezo para que esta vez sea diferente.
