El Fulgor Argentino, la obra de los vecinos de La Boca que cuenta nuestra historia y fue vista por Coppola y Barýshnikov

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Si ritual, experiencia y acontecimiento son valores intrínsecos que definen per sé al hecho teatral, en las funciones de El Fulgor Argentino, todo eso se potencia de manera exponencial.

La pieza realizada en El Galpón de Catalinas, protagonizada por los vecinos del barrio, permanece en cartel desde su estreno en 1998, conformando uno de esos fenómenos que se dan cada tanto. Esta vez, bajo la lógica del teatro comunitario, esa modalidad de la escena donde lo colectivo se potencia como un modo insoslayable de la realización artística.

“El teatro siempre llega a la emoción estética, ya sea por las formas o por lo que se cuenta a través del texto, pero hay una emoción en El fulgor…, y en el teatro comunitario, que tiene que ver con que se trabaja con una cantidad de gente que aporta un componente afectivo que va más allá de la técnica actoral, pero está relacionado con la emoción del ‘nosotros’. Esto es desde nosotros y para nosotros”, define Adhemar Bianchi, quien, junto con Ricardo Talento -fallecido en 2024– tiene a su cargo la dirección general. “La emoción llega al pensamiento”, remarca el dramaturgo y realizador.

La obra lleva realizadas más de 1000 funciones y fue vista por más de 180.000 espectadores.

El Grupo de Teatro Catalinas Sur cuenta con su espacio propio, donde se desarrollan las funciones de varios espectáculos y se dictan talleres de formación artística

Restan casi dos horas para la función que comenzará pasadas las 22 y en El Galpón de Catalinas comienza a respirarse el saludable vértigo que antecede a toda ceremonia teatral, aquí potenciado por un elenco exuberante integrado por cien actores y actrices, algunos de ellos niños o adultos mayores. El arco etario arranca en los nueve años, precocidad que le dicen, hasta los ochenta, pero, en otros tiempos, la compañía conformada por los vecinos de La Boca y Catalinas contaba con una integrante de 95.

Alicia Fernández y tres amigas ya están ubicadas en una de las mesas del foyer, transitando su “previa” degustando algo rico ofrecido por el buffet del lugar. Se las percibe bulliciosas y conocedoras de la propuesta que, un rato después, se desarrollará en la sala de grandes dimensiones y platea bifrontal: “Vine muchas veces, me encanta que todo esto sea producto de una cooperativa de vecinos que hace teatro popular. Además, me interesa mucho lo que refleja la historia, me parece valiosísimo que se haga”, sostiene la espectadora y sus tres acompañantes asienten, solo una de ellas es la primera vez que penetrará en ese club de barrio ficticio, pero tan reconocible, donde transcurre la acción.

El público se conforma por los “debutantes” y los que podrían denominarse “fanáticos”, aquellos que regresan una y otra vez para disfrutar de la propuesta.

Actrices caracterizadas dan la bienvenida, muchos espectadores vieron el espectáculo más de una vez

La actriz China Zorrilla aplaudió el material en 22 oportunidades, siempre acompañada por su perrito. Mauricio Macri, en plena campaña para ser coronado como jefe de Gobierno porteño, también se dio una vuelta. La expectación mainstream se coronó con la visita de Marcelo Tinelli. Más exóticos resultan los nombres del director norteamericano Francis Ford Coppola y el bailarín y coreógrafo ruso Mijaíl Barýshnikov.

El elenco de El Fulgor Argentino junto al director Francis Ford Coppola

En la vereda, el asador experimentado va tanteando los tiempos para que los deliciosos cortes de carne estén a punto para el momento en el que el aluvión de espectadores comience a llegar. Los que conocen cómo viene la mano, van apareciendo con cierta anticipación al horario de comienzo de la función para no perderse este otro ritual, más pagano que el politeísmo teatral.

La celebración comunitaria incluye una estupenda parrilla montada en la vereda de la sala sobre la calle Benito Pérez Galdós

Adentro, la maquinaria va calentando motores. Los actores, aún con ropa “de civil” están ubicados en la escena, todo un picadero que recuerda a aquellas experiencias de los hermanos Podestá en la carpa del circo criollo.

“Vamos a proyectar la energía, despacio, con conciencia”, indica la directora Ximena Bianchi a su staff de artistas. Unas sesenta personas comienzan con la consabida preparación física y precalentamiento. Aún restan por llegar unos cuarenta artistas más, pero, a pesar de tratarse de un sábado, muchos de ellos lo hacen luego de cumplir con su horario laboral.

Nunca es tarde; algunos de los vecinos actores adultos jamás habían realizado una actividad artística

El teatro comunitario se define por la ausencia de “profesionales” del metier, ya que se trata de una propuesta basada en la participación de los vecinos, una forma inclusiva y diversa de desarrollo del quehacer teatral.

Con todo, varias compañías de “consagrados” deberían tomar en cuenta la precisión, responsabilidad, compromiso y estatura artística de muchos de estos grupos conformados por vecinos. Basta pensar en el Circuito Cultural Barracas, hacedor de la inoxidable El casamiento de Anita y Mirko, o lo que sucede con Patricios Unidos de pie, grupo que trabaja en la estación ferroviaria sin uso de dicho pueblo, buscando el regreso del tren y la inserción social desde el arte.

“Vamos a repetir desde la entrada de Lanusse”, indica la directora y todos ya saben cuál es la ubicación que deben tomar. Ahí está “Lanusse”, aún a medio vestir y en alpargatas.

Antes de cada función, los directores ajustan algunos detalles con el multitudinario elenco

“Ingresé en 2003 y descubrí que era algo que había querido hacer desde chico. Siempre me gustó cantar y esto es como el patio trasero para salir a jugar, acá se me abrieron todas las puertas, por eso me paso toda la semana esperando el momento de la función”, explica Javier Guzmán, vecino-actor, que, como todos sus compañeros, interpreta varios personajes. Guzmán entiende que “juntamos nuestra historia, sangrienta y sanguínea, y el cuerpo nos da la posibilidad de sentir y expresar”, sostiene este hombre que comparte la escena con parte de su familia y que, de lunes a viernes, arregla computadoras en el Ministerio de Educación de Buenos Aires.

Más de 700 trajes conforman el vestuario de El fulgor argentino

“Catalinas es un lugar en el mundo, un espacio de contención para muchos de nosotros que buscamos crecer y aprender en comunidad, nos permite descubrir capacidades artísticas. Así, maestros, jubilados, arquitectos, médicos, barrenderos, amas de casa se acercan todos los años a un espacio que es inclusivo e integrador y todos encuentran su lugar”, reconoce Verónica Saban, integrante del equipo de gestión y coordinación y parte del elenco de teatro desde hace 28 años.

“Ocupen el espacio”, indica Ximena Bianchi, mientras Ana Schwarzberg, directora vocal, les propone a los actores comenzar con un trabajo de respiración y colocación de voz, antes de “pasar” una de las canciones de la obra. Schwarzberg imparte sus indicaciones con su bebe de pocos meses en brazos, la foto más precisa del espíritu fomentado aquí.

A la manera de Scola

“A Ricardo Talento y a mí se nos ocurrió esta idea escuchando una cinta con los discursos de los presidentes, todos militares ubicados en el poder a través de los Golpes de Estado, algo muy duro de soportar”, recuerda Adhemar Bianchi. Los directores especularon que contar la historia argentina podría hacerse desde un territorio definido, acotado, una suerte de cronotopo asequible.

“Pensamos en la película El Baile, de Ettore Scola, y nos propusimos arrancar desde el primer Golpe de Estado en manos de (José Félix) Uriburu”, sostiene Bianchi. Así como en aquel recordado film de 1983 se cuenta un retazo de la historia francesa desde una pista de baile, en la propuesta del Grupo de Teatro Catalinas Sur todo acontece en el Club Social y Deportivo El Fulgor Argentino.

Adhemar Bianchi y Ricardo Talento, los directores fundacionales de la propuesta

A partir de 1930 comienza a contarse la historia argentina, con sus luces y sombras, y desde las instalaciones de ese club que podría situarse en cualquier barriada del país.

La función tiene una duración de dos horas y, en su desarrollo, se ven reflejados algunos hitos insoslayables como la referencia a personajes del universo político, social y cultural rápidamente reconocibles.

En la propuesta se reflejan los diversos movimientos y agrupaciones que han delineado la historia, por momentos violenta, de nuestro país

En la cantina ficticia del club El Fulgor Argentino, el despachante de aperitivos, vino “de la casa” y pucheros se sostiene a lo largo de los tiempos, siendo anfitrión de los referentes de los sectores más selectos de la sociedad, las damas de beneficencia, los representantes de la Iglesia, las fuerzas vivas y, en la otra polaridad, los vecinos de rango raso acechados por apremios de todo tipo y enraizados en la supervivencia. Algunas escenas resultan conmovedoras, es una proeza de resistencia evitar que se “piante” un lagrimón.

“Es un ejercicio de memoria que nos recuerda de dónde venimos y quienes somos”, confirma la actriz vecina Verónica Saban.

Parodia y farsa para retratar algunos pasajes de nuestra historia

Para Ximena BianchiEl Fulgor… tiene un gancho muy especial en la emotividad de las personas que se sienten reflejadas. Si bien comienza en un lugar muy lejano en la historia, hay algo vinculante, lo que se cuenta permanece en la memoria colectiva”.

“El momento histórico se reconoce a través de la música, el baile, los vestuarios y los guiños a determinados productos, como la aparición de la Coca Cola. El café y el fernet de ahora son tenidos en cuenta para la discusión. Por otra parte, siempre ubicamos los materiales en relación con el territorio; por ejemplo, los Bomberos Voluntarios de La Boca o la murga ejecutada con instrumentos como el acordeón, perteneciente a la inmigración italiana”, aclara Adhemar Bianchi.

La directora vocal Ana Schwarzberg imparte indicaciones con su bebé en brazos

En el desarrollo del relato no faltan los encontronazos, las referencias a la aparición de organizaciones como Montoneros, el rol de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, y, desde ya, la figura de la sucesión de presidentes argentinos. En una escena, se recrea la seguidilla de varios mandatarios que presidieron el Poder Ejecutivo durante pocas horas, cuando aconteció la fortísima crisis de 2001.

En la pista de El Fulgor Argentino también se revive aquella alocución que anunciaba el fallecimiento de Eva Perón; la marcha deportiva leitmotiv del Mundial 78 y la referencia a la Guerra de Malvinas. A pesar del espíritu celebratorio de la propuesta, no son pocos los tramos donde la garganta se anuda de tristeza, emoción o impotencia. La historia argentina y sus contradicciones colaboran en el óleo de una pintura de profundos claroscuros.

La organización y precisión es una de las claves para que un elenco de cien personas pueda llevar a cabo cada función

Así como la temática se convierte en una clase de historia ad hoc, con un claro sesgo en su punto de vista, no son pocos los turistas extranjeros que se acercan para contar con una mirada de nuestro pasado y presente como nación desde un prisma lúdico, problematizado, sostenido en lo interdisciplinario de la actuación, el canto, el baile y la ejecución de música en vivo a cargo de una orquesta que, por cierto, suena muy bien.

La música ejecutada en vivo le da una coloratura especial al espectáculo

“Se va actualizando con los diversos momentos históricos. Ahora aparece (Javier) Milei y los elementos de la época, como la red social X, la Sociedad Rural y los poderes no gubernamentales”, refuerza el director. Murga, tango, beat y rap callejero; la música acompaña el derrotero de los tiempos.

“En el teatro comunitario se da que las personas que vienen sienten que podrían ser parte del elenco. Acá no se da la distancia que existe en el teatro independiente o en el interpretado por grandes actores o actrices, donde el espectador no siente que quien está en escena es parecido a su tía, a su hermano o a él mismo”, remarca la directora Bianchi, antes de continuar con las indicaciones previas a la función. El murmullo que llega desde el foyer y la calle ya es determinante. Las funciones siempre se desarrollan con localidades agotadas.

La estirpe continúa, Ximena Bianchi y su hija Vera

“¿De dónde salen los murgueros?”, pregunta una vecina recién incorporada a la compañía. Otros “colegas” deciden elongar. Las “señoras paquetas” están desparramadas en el piso acomodando los programas de mano que ellas mismas entregarán a los espectadores cuando les toque ubicarlos en las plateas numeradas. Más allá, un “militar” toma mate en alpargatas, mientras la banda ajusta sus instrumentos y el director musical Gonzalo Domínguez hace algunos ajustes necesarios. A pesar de la trayectoria de la obra, cada semana se busca estilizar cada área para que nada se mecanice.

Los actores, listos para salir a escena

Detrás de la escenografía y de los telones, comienzan las corridas. Es hora de maquillarse, vestirse con lo que indica la primera escena, acomodar los vestuarios y utilería a utilizar en los siguientes cuadros. Nadie se choca con nadie. La precisión manda. De otro modo no sería posible la convivencia de tanta gente.

“El elenco tiene años de ensayo y trabajo, la estructura es muy grande, pero hay mucho amor y compromiso para que todo salga bien”, reflexiona con razón Nora Mouriño, actriz e integrante del staff de dirección, una “histórica” ingresada al Grupo de Teatro Catalinas Sur en 1994.

Muñecos gigantes también forman parte de la técnica escénica utilizada

Una de las características que define la evolución de este colectivo es que las generaciones de artistas se van sucediendo como si se tratase de una herencia de la pasión vocacional. No son pocos los casos de familias enteras que desfilaron por esta escena. En la actualidad, varios padres comparten el elenco con sus hijos.

“Así como nos recibieron a nosotros, nosotros recibimos a los nuevos integrantes. Para mí es rarísimo estar hoy compartiendo la experiencia con mi hijo de 16 años, no lo hubiera pensado nunca”, argumenta la actriz Analía Vera, que forma parte del equipo desde 2002.

“Los pibes se van criando en esta movida. El interactuar de las diversas generaciones está muy bien, sobre todo en estos tiempos donde nos dicen que no”, asevera Ximena Bianchi, quien “se crio” en este espacio y hoy está acompañada por su hija Vera de nueve años.

Lo lúdico se potencia en cada representación de los vecinos

Bautista Otaño, de diecisiete años, es hijo de la actriz Nora Mouriño: “Nací acá, crecí acá, ahora actúo, interpreto a varios personajes y siento que esta es mi casa; para mí es automático, cada sábado, venir a El Galpón; lo paso bien, no sé qué carrera voy a seguir, pero siempre voy a venir al teatro”. Algunos jóvenes hacen los mismos personajes que, años atrás, interpretaban sus padres.

Placita encantadora

“El grupo se formó a fines del 1982, cuando se iniciaron los primeros “juegos catalínicos” en el campito del barrio que hoy es una plaza, se trató de una kermesse”, recuerda Ximena Bianchi.

El proyecto nació de la mano de una mutual de padres de la escuela Carlos Della Pena en la Plaza Malvinas del Complejo Habitacional Catalinas Sur y los primeros espectáculos contaban con los maestros en sus elencos.

Adhemar Bianchi remarca el derrotero y la buenaventura que les permitió comprar el espacio donde funciona El Galpón de Catalinas, una proeza a la que la mayoría de los grupos comunitarios no accede: “Lo alquilamos con opción para comprarlo. Hacíamos una ‘catalineada’ por mes, una fiesta donde se servían lentejas y mondongo y se organizaba un baile; al lunes siguiente comprábamos ladrillos. Además, como El Fulgor… empezó a agotar, nos permitió comprar el espacio justo antes de la crisis de 2001”. Los “Amigos utópicos” abonan una cuota mensual muy accesible para colaborar con el sostenimiento del lugar.

El elenco permite un intercambio generacional, lo colaborativo define el engranaje de la organización

El foyer estalla de gente. Un grupo de chicos se acerca con sus padres, pertenecen a una escuela pública del barrio de La Paternal y están cumpliendo con el “trabajo práctico” sugerido por sus maestros.

La fiesta teatral comienza en el ingreso a la sala

En la sala, como en un fogón, algunos actores recuperan anécdotas, esas que se cuentan por cientos con tantos años de representaciones. El actor-vecino Ismael Olivieri recuerda un par de situaciones que resuenan cómicas: “Una noche, no estaban mis zapatos en su lugar, así que salí descalzo a escena y, en otra función, cuando usábamos balas de fogueo, el arma explotó dentro de mi saco y el interior se comenzó a prender fuego, así que, salí de escena, apagué la ropa y volví a entrar”. Su compañera Analía Vera remata el cuento: “El personaje que se tenía que morir nunca se murió y debió salir caminando”.

Nora Mouriño se acuerda cuando “una actriz que llevaba un muñeco amarrado a sus pies se desmayó, así que cayó al piso la intérprete y su muñeco; pero lo más insólito fue cuando a un actor, mientras decía su parlamento, se le salió la dentadura delante del público; con profesionalismo, la levantó del piso, la limpió y se la volvió a colocar”.

Ayudamemoria para un espectáculo de dos horas de duración

El Fulgor Argentino conforma una trilogía que se completa con Venimos de muy lejos y Carpa quemada -que suelen regresar a la cartelera- todos vinculados con la historia y la conformación de la Patria.

Además, los domingos se ofrece un espectáculo para niños, Con ojos de pájaro, y las funciones de la orquesta propia que, cada viernes, lleva adelante La Atípica bajo tierra.

Los integrantes del grupo se desdoblan en varias tareas y también atiende el buffet

Para formar parte de los espectáculos de Catalinas Sur los vecinos deben entrenar previamente en los talleres que se brindan semanalmente, dictado por el staff de docentes del grupo. En la actualidad, la propuesta cobija a más de trescientas personas.

En el año del bicentenario del país, el Instituto Nacional de Teatro, a través de uno de sus programas federales -hoy en jaque- hizo posible que cincuenta integrantes de El Fulgor… y el equipo de dirección con varios de sus docentes pudieran viajar a Rosario y Mendoza para entrenar vecinos de cada lugar y montar la pieza con un cincuenta por ciento de vecinos de Catalinas Sur y otro tanto de cada destino. En la Argentina funcionan alrededor de medio centenar de grupos de vecinos que hacen teatro.

Los docentes también suelen viajar al exterior para impartir sus conocimientos sobre teatro comunitario. “Somos una ‘brigada entusiasmadora’”, afirma Adhemar Bianchi, quien también ha viajado a Europa para impartir talleres sobre la actividad. “Nos manejamos con una intencionalidad sin receta”, remarca.

Cantar las

“1, 2, 3 mierd…”, brama el elenco completo dentro de la sala. Las actrices enfundadas en ropas de señoras de la alta sociedad salen al foyer para recibir a los espectadores. Detrás de los telones ya esperan los actores y los más de 700 trajes que lucirán en la función. El clima es celebratorio.

Lo comunitario es muy importante en un mundo que impone el individualismo. Y es valioso hacerlo en los territorios, que los barrios sean lugares de creación y no solo dormitorios. Al egoísmo personal se opone el teatro comunitario como un acto de resistencia”, resume Adhemar Bianchi, a sus 78 años tan apasionado como en sus comienzos en la placita de Catalinas Sur.

Ritual, fiesta popular. De eso se trata, como en los anfiteatros de la antigua Grecia, como en los tiempos del Teatro Isabelino. Antes del comienzo de la función, Vera Bianchi, nieta de Adhemar, quien, con sus nueve años es la más joven del elenco, tiene la palabra final: “Me gusta mucho actuar en El Fulgor…, todos somos bienvenidos al teatro”.

Para agendar

El Fulgor Argentino. Funciones: sábados a las 22. Sala: El Galpón de Catalinas (Benito Pérez Galdós 93, La Boca).

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