El gesto de Matías Almeyda con el plantel de Sevilla: el asado que terminó con un golazo maradoniano

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Sevilla juega como puede y Matías Almeyda parece sufrir desde el banco. El capitán brasieño Marcao le pega de punta y para arriba. El árbitro adiciona un minuto más porque Odisseas Vlachodimos, el arquero alemán de origen griego, hace tiempo para intentar “congelar el partido” y que termine 2-1. Es lo que sucederá y el equipo andaluz, muy lejos del poderío que supo tener hace unos años, bastante desmejorado desde el potencial económico y futbolístico, lo sentirá como un desahogo, para escalar a la octava posición de la Liga de España. Almeyda lo mismo, que casi parece decirle al oído al otro DT argentino (Eduardo Coudet) mientras lo saluda: “Entendenos…”. Está claro. Hoy Almeyda trata de administrar un equipo con limitaciones y, a los 51 años, su carrera entró en una madurez que se ve reflejada en los esquemas y los planteos. Ya no juega 3-3-1-3 o mete cuatro delanteros como en su inicial etapa como entrenador en River.

“El grupo se la está jugando en todo sentido. Esto es lo que buscamos, estamos por buen camino. Pero ahora hay que seguir, hay que insistir. Y hacernos cada día más fuerte, como venimos haciéndolo pasito a pasito”, dijo luego del partido Almeyda en declaraciones al sitio oficial de Sevilla.

Sevilla hizo méritos para ganarle a Alavés pero por estas horas Matías Almeyda es noticia porque en un mundo apresurado por los resultados y en donde la mayoría de los entrenadores usa las conferencias de prensa para no decir nada (o muy poco), el exDT de River genera expectativas cada vez que se va a sentar ante la prensa porque está dispuesto a abrir su corazón, para dejar un mensaje que vaya más allá de si su equipo ganó o perdió.

En la previa de este encuentro por la quinta fecha de la liga española, se filtró la información de que le había invitado al plantel un asado, incluso que él se había puesto al frente del fuego. Ante la consulta periodística, Almeyda respondió: “Sí, bueno, lo primero que me surgió fue eso porque no los iba a invitar una paella… no iba a alcanzar para todos…”, pero enseguida fue más allá y -a raíz de esto- generó el disparador señalado anteriormente en el cual el fútbol puede ser un libro abierto que invita a pensar y debatir ideas.

“Una paella no les podía hacer, me mataban. Cocino asado, me gusta. Pero el asado tiene un significado, no solo el cocinar. Significa haberse acordado de alguien, en este caso del grupo. Eso te ayuda a que estén juntos los futbolistas. Hay muchas nacionalidades y a mí me interesa muchísimo que se conozcan, hablen sobre sus familias, sobre qué se come en cada país… Quiero que se preocupen el uno por el otro, ya que vivimos en un mundo muy egocéntrico. Yo soy de la idea de compartir, de dialogar… Quiero que se rían y disfruten, así que haremos otras actividades grupales, ya que me gusta verlos en otra parte de sus vidas, no solamente en el fútbol”, había dicho Almeyda el día anterior al partido generando asombro y mayor curiosidad en los presentes.

Isaac Romero, delantero de Sevilla, ante Denis Suarez, de Deportivo Alaves

Y siguiendo en esta tónica de lo inmediato y el mundo virtual, había agregado: “Yo no soy de mirar las redes sociales. Siempre es importante preguntar a un futbolista a final de año qué piensa de un entrenador. Yo vivo de una sola manera, o me quieren o no. Trato de serles sincero y el futbolista creo que le da un valor a eso. Si han declarado lindas cosas siempre es mejor, yo se lo agradezco, pero no me sacan del foco las palabras lindas. Ojo, y también entiendo porque sé que el jugador puede pensar ‘Este me hace un asado pero después me saca. O no me pone’. Porque en definitiva todos quieren jugar y la relación que sostiene el vínculo es lo que suceda entre entrenador y futbolistas. Pero todos sabemos que son las reglas del juego, como sé también que si pierdo los hinchas y la prensa me van a criticar. Pero hago mucho foco en lo personal, en el cara a cara. En las redes sociales la gente suele subir fotos de su nuevo auto, o qué comió o cocinó pero mejor si eso se charla en un asado”. Los periodistas que siguen de cerca la campaña del Sevilla en España afirman que se escuchó en plena comida: “¡Un aplauso para el asador!”. Cada vez que un argentino tiene este tipo de iniciativas (sea en el país que sea) no pasa inadvertido.

Un plantel cosmopolita

De los 16 futbolistas utilizados este sábado ante Alavés se desprenden 8 nacionalidades diferentes, seis de ellas sólo entre los once titulares. En total le dio rodaje a 6 españoles (Azpilicueta, Carmona, Alfon González, Isaac Romero, Peque Fernández y Juanlu Sánchez), 3 franceses (Tanguy Nianzou, Lucien Agoumé y Batista Mendy), dos chilenos (Gabriel Suazo y Alexis Sánchez), un suizo (Ruben Vargas), un alemán (el arquero Valchodimos), un brasileño (Marcao), un nigeriano (Akor Adams) y un serbio (Nemaja Gudelj).

De ahí también las necesidades de generar entendimiento y sociedades para Almeyda dentro y fuera de la cancha. En el partido, Almeyda salió a jugar con un esquema 3-4-2-1 pero terminó defendiendo con una línea de 5 rabiosa y con sus jugadores tratando de aferrarse a la mayor cantidad de mañas para sostener el triunfo. Almeyda festejó mucho el gol maradoniano del suizo Vargas (hasta la caída antes de sacar el zurdazo pareció de Diego), se lamentó por el penal inocente que le hizo Marcao a Carlos Vicente (y que terminó con el parcial 1-1 del jugador parecido físicamente a Muniain) y celebró de manera medida el 2-1 de Alexis Sánchez luego de una muy buena asistencia de Carmona. No faltó la pierna fuerte, en toto el partido hubo 39 faltas (19 de Sevilla).

El gol maradoniano de Vargas

Para entender su flexibilidad futbolística, hoy ya no encasillado desde el entrenador súper-ofensivo que comenzó siendo, explica: “Dentro de la construcción hay que analizar al rival y modificar en función de a quién nos enfrentamos. Nosotros vamos en la búsqueda y en la competencia interna. Es muy difícil cambiar dos años en cuatro partidos. Mis equipos suelen ser ofensivos, pero no me encierro en un sistema. Vamos en la búsqueda del juego, en la búsqueda de la presión, pero también sin conceder tanto. Nada asegura nada en el fútbol, pero hay que ir achicando los errores”.

Hace unos días, también había dejado su enseñanza en una conferencia de prensa en la antesala del partido ante Elche en donde contó su experiencia con la depresión o la falta de ganas y emociones para seguir jugando al fútbol. “Tengo mucha experiencia para hablar con respecto a eso. Muchísima”, comenzó Almeyda, que llegó a la capital andaluza esta temporada proveniente del AEK de Atenas. Y continuó: “Tuve cinco años que sufrí bastante y fui ayudado por mi familia, por profesionales. Yo jugaba en el Inter de Milán y fui con [Massimo] Moratti [el presidente] y le dije que no quería jugar más. Tenía dos años más de contrato en ese momento. Pero así fue mi vida, por eso cuando les digo que no vendo humo, no lo vendo. Trato, por lo menos. Y si lo hago, es inconscientemente. Creo que ese es un momento que van a vivir todos los futbolistas”, había apuntado en relación con el retiro.

Y había agregado con respecto a su rol diferente dentro del fútbol: “Por eso me hice entrenador. Hay una parte fea, una parte oscura que tiene un jugador que deja de jugar. Y por eso priorizo que amen el fútbol y que lo jueguen hasta donde puedan”, confesó. Y amplió: “Porque al 95% de los futbolistas, al otro día que dejaron de jugar el teléfono no les suena nunca más. Te llaman cada tanto para hacerte un reportaje. La cantidad de amigos que tenía no están más. Mientras jugás al fútbol sos un banco, vas prestando. Todos esperan, son amigos del campeón. Y lo viví todo en carne propia”. Muchas veces este tipo de razonamientos no se hacen mientras un futbolista o entrenador está en funciones. Pero esto demuestra que a las presiones y la vorágine también se le puede poner una pausa.

¿Presiones? “No, presión no. No existe la presión para mí en el fútbol. Presión debe tener un doctor que está operando a un nene de meses, y tampoco la debería tener. Presión tiene el padre que no le lleva de comer a su hijo, como dijo Diego Maradona. Yo amo lo que hago, pero no lo hago para el qué dirán. Me gusta que me valoren como persona».

Almeyda reconoció que las buenas voluntades y esfuerzos necesitan de resultados positivos para convivir. “Desde mi lado se busca una estabilidad, un compromiso, un respeto, tener identidad propia… Pero no consumo todo eso. Ustedes mismos, cuando falle dos resultados, me van a encontrar debilidades, y es normal. Creo en la energía buena y en poder sacarle lo mejor a cada futbolista, pero de verdad necesitamos triunfos. Espero que se den para que el mensaje sea más creíble y para estar más tiempo acá. Yo evito el exitismo, no lo tengo incorporado en mí, así que estoy libre de pensamiento. No consumo nada de los comentarios, ni los buenos ni las críticas”.

Matías Almeyda, DT de Sevilla y un objetivo complejo

Almeyda está diferenciándose de la mayoría de los entrenadores porque, más allá de los resultados, deja un mensaje que invita a la reflexión, que le pone una pausa a tanta vorágine. Mientras tanto, intenta que la convivencia entre sus jugadores sea cercana, dentro y fuera de la cancha, más allá de las barreras de los idiomas. Se vio dedicación, empuje, unión y el equipo hizo dos goles y ganó, lo que no es poco. El asado puede ser un simbolismo a largo plazo, pero llegó con un triunfo bajo el brazo.

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