Aunque muchos tutores ya lo notaron, ver a un perro que come pasto genera dudas. Algunas personas lo consideran una manía, otras creen que es inofensivo. Sin embargo, detrás de ese comportamiento puede haber señales importantes que el cuerpo del animal intenta comunicar.
A simple vista, esta acción no parece alarmante. Sin embargo, su frecuencia y el contexto en que aparece pueden revelar que no se trata solo de una costumbre pasajera. Estudios estiman que cerca del 70 % de los perros come pasto en algún momento de su vida. En algunos casos, lo hacen de forma esporádica; en otros, se transforma en una práctica recurrente.
Comprender por qué ocurre esta conducta permite prevenir posibles complicaciones. Las causas más comunes abarcan desde cuestiones físicas hasta factores emocionales. Algunos perros recurren al pasto para aliviar molestias digestivas, mientras que otros lo hacen ante estados de aburrimiento o ansiedad.
También existe un componente instintivo: en la naturaleza, los cánidos consumen vegetación para complementar su dieta o purgar el organismo. En contextos urbanos, esta necesidad puede estar asociada a deficiencias en el alimento que reciben.
De este modo, comer pasto puede ser una forma en que el perro intenta resolver un malestar. Cuando esta conducta se presenta con frecuencia o aparece junto a otros síntomas, como decaimiento o pérdida de apetito, conviene interpretarla como una señal de alerta.
Además del origen, es importante considerar lo que ocurre en el cuerpo del animal durante este proceso. Al ingerir pasto, las fibras vegetales irritan las paredes del estómago. Esta irritación suele activar un reflejo que produce el vómito. Algunos perros lo hacen como mecanismo de alivio; otros, sin buscarlo, vomitan como consecuencia de la ingesta.
Aunque un episodio aislado no implica necesariamente un riesgo, la repetición frecuente puede tener consecuencias. El vómito continuo favorece la inflamación gástrica, la deshidratación y los desequilibrios en la absorción de nutrientes. Además, si el pasto proviene de jardines o parques tratados con pesticidas, puede sumar un riesgo de intoxicación.
Por eso, es clave saber cuándo esta conducta se vuelve preocupante. Si el perro come pasto a diario, vomita cada vez que lo hace, o muestra signos de fatiga o malestar general, se recomienda consultar con un veterinario. También si esta conducta aparece de forma repentina en un animal que antes no la tenía. Prestar atención a estos cambios permite actuar a tiempo.
Cómo prevenir que los perros coman pasto
Para evitar esta conducta y, por ende, prevenir los peligros asociados, los expertos de American Kennel Club recomiendan:
- Mejorar la alimentación: ofrecer una dieta equilibrada con fibra, proteínas y todos los nutrientes necesarios reduce la necesidad de buscar otras fuentes vegetales.
- Ofrecer estímulos diarios: aumentar los paseos, el juego y las actividades compartidas disminuye el aburrimiento y mejora el bienestar emocional del animal.
- Evitar zonas tratadas con químicos: supervisar las salidas y evitar que el perro consuma pasto en parques públicos o áreas fumigadas reduce el riesgo de intoxicación.
- Dar alternativas de masticación seguras: juguetes adecuados, huesos vegetales o elementos pensados para morder ayudan a canalizar esa necesidad sin recurrir al césped.
- Observar cambios en la conducta: registrar en qué momentos aparece la conducta y con qué frecuencia permite detectar patrones y posibles causas ocultas.
- Consultar con el veterinario: ante cualquier duda, una consulta profesional permite evaluar el estado de salud del perro y prevenir complicaciones futuras.