El Gobierno está bajo la lupa, hasta de los propios

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Los argentinos comunes, los actores del universo económico-financiero, la dirigencia política (aliada y opositora) y hasta una parte del mileísmo han puesto bajo examen al Gobierno y al propio presidente Javier Milei.

Las respuestas iniciales dadas en la primera semana tras la catástrofe electoral bonaerense no despejaron las dudas que se abrieron el domingo 7 ni dejaron satisfecho a casi nadie.

La no muy honrosa excepción a la insatisfacción general por la escueta reacción proviene del inseparable dúo que componen la hermanísima Karina Milei y su íntimo colaborador Eduardo “Lule” Menem, devenido en el hombre invisible fuera de la Casa Rosada. Ambos siguen gozando del mismo poder e influencia que tenían, a pesar de sus numerosos aplazos recientes.

Los anuncios que tiene previsto hacer Milei esta noche por cadena nacional, en una presentación pública del presupuesto 2026, buscarán aclarar algo ese horizonte sombrío.

Al mismo tiempo, el Presidente anticiparía algunas medidas, con palabras empáticas, destinadas a sectores sociales afectados o poco beneficiados por su programa económico. Aunque siga diciendo que la debacle electoral solo fue culpa de la política y no se aparte en nada de la defensa de los grandes lineamientos de su plan.

Será un gesto para demostrar que retoma la iniciativa y para intentar alguna reparación de los vínculos dañados con amplios sectores sociales y la dirigencia política. Más en línea con la autocrítica actitud que tuvo desde un primer momento el jefe de Gabinete, Guillermo Francos, y a la que en las últimas horas se sumó la tan inflexible como pragmática (cuando el abismo está cerca) ministra de Seguridad y candidata a senadora, Patricia Bullrich.

El mensaje presidencial también será una hoja de ruta exigente con metas muy desafiantes por cumplir para el gobierno nacional y los provinciales, según han dejado trascender desde la Casa Rosada y el Palacio de Hacienda. Un complicado ejercicio de equilibrio entre la intransigencia del principismo fiscalista y la plasticidad que exigen las horas bajas de la política.

Los principales dirigentes políticos (aliados y opositores), los gobernadores que alguna vez fueron amigables y, sobre todo, los agentes económico-financieros (léase inversores internos y externos), bancos y empresarios tienen en sus agendas una fecha escrita con tinta invisible, que en varios casos no supera los primeros días de octubre.

Sería el plazo autoimpuesto para definir acciones según sea la respuesta que dé el Gobierno a lo que todos consideran una crisis sustantiva, sin necesidad de adjetivos. Algunos drásticos prefieren utilizar el anglicismo deadline para hablar de esas fechas de exámenes a los que someterán en este curso al Gobierno.

Los tomadores de decisiones económicas valoraron el compromiso asumido en la noche de la derrota por Milei respecto de que el rumbo económico no se alteraría en el camino al 26 de octubre. Aunque lo consideraran casi una obviedad preventiva. Tras el aluvión de votos antilibertarios, el Presidente sabía que quienes votarían en las próximas tres decenas de jornadas hábiles serían los operadores del mercado.

Esa elección cotidiana es su mayor desafío inmediato. Si la perdiera otra vez por goleada su gestión entraría en tierra demasiado desconocida y se complicaría aún más el camino que llevaría a la ciudadanía a las urnas nacionales. No tiene margen en esta instancia para semejantes tropezones. Así de rápido cambian las cosas en la Argentina.

Mercados al acecho

A pesar de que la primera rueda bursátil tras los comicios bonaerenses provocó acá y en Wall Street una multimillonaria pérdida de valor de los activos argentinos y hubo una nueva apreciación del valor del dólar, los días posteriores mostraron que los operadores le habían puesto un límite temporal tanto a la prevención como a la desconfianza. Y que habían tomado ya sus recaudos.

Por eso, la cotización de la moneda estadounidense, por ahora, no rompió el techo de la banda cambiaria y hasta bajó algo en los días posteriores de la semana. Eso evitó que el Gobierno quedara frente al complejo dilema de tener que optar entre dejarla correr o salir a vender divisas para ponerle freno.

“Fue una señal y, al mismo tiempo, una cobertura, pero no se fue más allá porque la mayoría ya se había cubierto en los días anteriores comprando dólares y con otros mecanismos. Descontábamos una derrota del Gobierno en la provincia, aunque es cierto que nunca por tanto. Ahora podemos esperar un poco a ver qué hacen para llegar a octubre. Pero si cuando empiece a correr ese mes no se ven reacciones positivas, puede haber algún sobresalto más para evitar pérdidas en los portofolios, en prevención de que el 26 se repita un mal escenario para Milei”, dijo un importante representante del sector financiero que resumió con esas palabras lo que piensa, siente y prepara buena parte del sector.

En sentido similar se expresaron dos importantes representantes de fondos de inversión de Wall Street con intereses en la Argentina, sin dejar de anticipar cierto escepticismo, rayano con el pesimismo, respecto de la capacidad, la disposición y la plasticidad de Milei y su equipo para hacer cambios positivos.

“En lo económico y financiero tienen muy poco margen para hacer modificaciones que lleguen a ser percibidas positivamente por la gente sin que se le desequilibren otras variables o que den señales contradictorias, pero sí deberían pegar un volantazo en lo político. Milei tiene que evitar convertirse en un pato rengo anticipado y para eso debe meter adentro todo lo que pueda del Pro y de los radicales más promercado, así como acordar con más gobernadores para ampliar su base de sustentación. Pero, sinceramente, me cuesta verlo, más después de la reacción de estos primeros días, en los que ratificó a su hermana y a los Menem, que fueron los responsables del armado político y están salpicados por casos de corrupción”, dijo uno de esos inversores.

Karina adelgaza a Catalán

El ascenso de Lisandro Catalán a ministro del Interior fue considerado como una señal insuficiente. No solo porque no es una cara nueva del Gobierno como interlocutor de la dirigencia política a la que han alejado o con la que se han enemistado por el incumplimiento de promesas, por el limitado margen de acción que le han dejado Milei y el equipo económico, así como por el ruido que generó el armado político de la hermanísima y sus Menem.

Como si eso no fuera suficiente para restarle impacto y peso a la novedad y a la figura del nuevo ministro, Karina Milei lo adelgazó un poco más en las primeras 72 horas. Primero, el cuestionado Lule Menem fue quien recibió antes que Catalán al primer gobernador (Leandro Zdero, de Chaco) que piso la Casa Rosada tras la catástrofe bonaerense.

Luego, el ministro debió retirarse anticipadamente de la reunión que mantenía la debutante mesa política nacional con el gobernador chaqueño y sus pares Alfredo Cornejo (Mendoza) y Rogelio Frigerio (Entre Ríos). La causa de la salida era acompañar a la secretaria general de la Presidencia a un acto proselitista en su propia provincia (Tucumán), donde el propio Catalán ya había provocado bastantes ruidos internos en el espacio libertario. Con compañías como esas no es fácil ser la cara de una nueva etapa.

Esas primeras gestiones del flamante ministro del Interior, con los tres mandatarios provinciales aliados electoralmente a La Libertad Avanza (LLA) y con otros que acompañaron al Gobierno hasta hace algunos meses fueron consideradas gestos de buenas intenciones hacia sus interlocutores, así como un intento de recomposición. Pero sin mayor sustancia y marcadas por el apuro, la improvisación y la ausencia de ofertas o soluciones.

Cornejo, Frigerio y Zdero pintados de violeta por conveniencia y casi a la fuerza antes que por convicción, al igual que el salteño Gustavo Sáenz, un examigable que se siente traicionado por el Gobierno, llegaron rápido a esa conclusión y pidieron una diálogo sobre bases más concretas.

Cornejo lo dijo taxativamente en la reunión del jueves en la Casa Rosada, cuando les propusieron a él y a sus pares que todo se discuta en el debate de la ley de presupuesto. “Queremos abrir el proyecto para discutirlo antes de que empiece a ser debatido en el Congreso. No queremos que se repita lo del año pasado, cuando se pretendió que se aprobara a libro cerrado y después se retiró”, dijo el mendocino. A Cornejo le arde esa herida sin cicatrizar y está escaldado por un agravio más reciente.

En el cierre de la lista oficialista de candidatos a diputados por Mendoza, que él aceptó que llevara la marca LLA y el color violeta, Karina Milei y su inseparable Lule Menem le impusieron como primer postulante al ministro de Defensa, Luis Petri, aspirante a sucederlo. Según el entorno del gobernador, había un compromiso para que este no se candidateara en esta instancia.

La imposición, cuando ya no había tiempo para negociar nada y solo quedaba la opción de una escandalosa ruptura, no quedó allí. Al día siguiente, Petri renunció a la UCR mendocina, que controla Cornejo, y se afilió a LLA. No fue un dedo sino un puño entero en la llaga radical.

Ya Zdero había sido conminado a prescindir de Pro para la elección provincial y Frigerio fue obligado a ceder más de lo que aspiraba y consideraba razonable en la integración de las listas de candidatos a senadores y diputados nacionales. Después de la elección bonaerense, los tres tienen menos certezas sobre cuánto los beneficiará esa sociedad con los libertarios para la cual cedieron demasiado capital propio.

El más complicado parece ahora el gobernador entrerriano, cuya gestión sufre cuestionamientos y está bajo fuego del peronismo, conducido por el massista exjefe de la Aduana Guillermo Michel, quien mantiene buenos vínculos y algunos fieles en la administración libertaria.

El Gobierno sigue bajo escrutinio permanente también de la sociedad. El desplazamiento como enemigo de la muy funcional “casta” para pasar a centrarse en el kirchnerismo no parece haber sido la mejor estrategia para este tiempo.

Por un lado, el triunfo de Kicillof antes que reponer el kirchnerismo como una opción electoral competitiva nacional significó lo que parece ser la derrota final de Cristina Kirchner. Pero fue sobre todo un voto castigo al gobierno nacional, tanto por acción de los que eligieron otras ofertas como, sobre todo, por omisión de los que decidieron ausentarse y no apoyar a los candidatos libertarios.

Por otro lado, pareció fortalecerse la percepción de que la casta ya no está en la vereda opuesta del Gobierno, sino que integra su construcción. En ese plano, tuvo un impacto inocultable, que no se ha disipado sino que se ha agravado, el escándalo de las supuestas coimas en la Agencia Nacional de Discapacidad (Andis) que toca a Karina Milei y los Menem, y surgió de las escuchas clandestinas hechas al examigo y exabogado de Javier Milei Diego Spagnuolo.

El reconocimiento en sede judicial hecho la semana pasada por el propagandista oficial y uno de los dueños del sitio libertario La Derecha Diario, Fernando Cerimedo, de que Spagnuolo le había contado de esos supuestos negociados hace más de un año echa más sombras sobre el mileísmo y su contrato electoral con los votantes de que venía a cambiar el sistema de raíz y terminar con lo que se enriquecen desde el Estado.

Encima, las disputas internas dentro del espacio libertario entre karinistas y santicaputistas no encuentra solución, a pesar de algunas frágiles treguas. Por eso, el Gobierno está bajo la lupa de todos, incluidos muchos de los propios. De acá al 26 de octubre le espera una larga sucesión de exigentes exámenes.

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