Cuando mi hija tenía 3 años, salió corriendo mientras yo pagaba la compra en el supermercado. Estaba buscando mi tarjeta de crédito y no me di cuenta.
Durante 20 largos minutos, corrí por la calle gritando su nombre. Algunos me ayudaron a buscarla. Otros me preguntaron cómo había permitido que esto sucediera.
Cuando finalmente la encontré (había caminado siete cuadras hasta nuestra casa) juré no juzgar a nadie nunca más.
Eso, por supuesto, no duró mucho.
Juzgamos constantemente, y a veces no nos damos cuenta. Las investigaciones sugieren que, al ver una cara nueva, el cerebro decide si esa persona es atractiva y confiable en una décima de segundo.
“Esto ocurre incluso cuando apenas se es consciente de que se ha visto una imagen”, revela Piercarlo Valdesolo, director del Laboratorio de Emociones Morales y Confianza del St. Olaf College.
“Pero condenar a los demás con frecuencia puede reducir tu empatía, hacerte menos receptivo a nuevas perspectivas y volverte más propenso a reacciones reactivas”, afirma Sanam Hafeez, neuropsicóloga de la ciudad de Nueva York. Además, las investigaciones sugieren que cuanto más se juzga, peor uno se siente.
Pedí consejos a expertos sobre cómo detectar cuándo se está siendo demasiado crítico y qué hacer en su lugar.
1) Prestar atención cuando se está juzgando
“Puede que sea necesario estar alerta para no pasar de la evaluación al juicio”, dice la Dra. Hafeez. Pero sugiere tratar de darse cuenta si se están haciendo suposiciones negativas basadas en la apariencia o el comportamiento de alguien.
Luego, dice, es ideal tomarse un momento para “disminuir la velocidad y reflexionar”.
Hafeez recomienda preguntarse: ¿Por qué me importa esto? ¿Estoy simplemente observando o estoy añadiendo significados a mi propia interpretación? ¿Mi juicio se centra realmente en esta persona o en cómo me siento conmigo mismo?
2) Explorar la reacción
Cuando emitimos un juicio frío sobre los demás, continúa, puede revelar más sobre nuestras propias inseguridades que sobre la verdadera personalidad de la otra persona. “Es una forma de intentar convencernos de que estamos haciendo las cosas ‘bien’”, enfatiza.
“La próxima vez que aparezca la crítica, hay que concentrarse en uno mismo y descubrir qué está provocando esos sentimientos”, aconseja Erica Schwartzberg, psicoterapeuta de la ciudad de Nueva York.
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Schwartzberg, por ejemplo, cuenta que ya no bebe alcohol y que antes se encontraba juzgando los hábitos de bebida de los demás. “Me preguntaba: ‘¿Para qué necesitan esa tercera copa? Parece un desastre’”, recuerda.
“Cuando me detenía, me daba cuenta de que el juicio no se trataba de ellos. Era sobre mí”, agrega. “Ver a alguien tomar libremente puede sacar a relucir cosas y hacerme sentir mal”.
“Nuestros juicios también pueden enmascarar sentimientos como la envidia, que puede obligarnos a menospreciar a una persona con comentarios condenatorios», explica Valdesolo.
3) Cambiar el juicio por curiosidad y empatía
Cuando aparezca la tentación de juzgar a alguien con dureza, hay que intentar sentir empatía por esa persona y curiosidad por sus circunstancias. Hafeez dice: “Es mejor preguntar en lugar de presumir”.
Recomienda preguntarse: ¿Qué le podría estar pasando a esta persona?
La curiosidad puede ayudar a desarrollar la compasión, afirma la Dra. Hafeez. Por ejemplo, en lugar de asumir que un colega que no cumple con los plazos es descuidado, puede ser útil preguntarse si existen factores ocultos que influyen en su comportamiento, como los desafíos personales, sugiere.
“Cuando se es curioso en lugar de crítico se hace espacio para la complejidad que vive en todos nosotros”, agrega Schwartzberg.
Todavía tengo que controlarme. Hace poco estuve en la actuación de la banda de mi hijo y me irritó la fila de padres que había delante mío.
—Todos han estado con el móvil todo el rato —le susurré a mi amiga—. ¿Para qué molestarse en venir?
“¿A quién le importa?” susurró ella. Correcto.
Por Jancee Dunn.